Cuando el magistrado Héctor Mercado López levantó la voz señalando que la actual reforma laboral no había sido consultada con los trabajadores, imperó un silencio de asombro en el auditorio de la Escuela Judicial donde en su mayoría los asistentes eran jueces.
Esto ocurrió el pasado jueves 13 de julio en un evento organizado por el Consejo de la Judicatura Federal en el que también estaba presente el abogado Arturo Alcalde y la jueza Alma Rubí Villareal, durante el debate coordinado por el magistrado Juan Manuel Vega Tapia, titular de la Implementación de la Reforma Laboral, que con un estilo informal pero profundo permitió que aflorara la crítica del actuar de los juzgadores.
Cada frase que decía el magistrado Mercado cimbraba el auditorio al señalar que, a pesar de la reforma laboral, no había visos de avance en la democracia sindical y que el fenómeno de control de los sindicatos seguía casi como antes.
Cuestionó el bajo presupuesto asignado por parte del gobierno federal para su implementación. Las carencias se han dejado sentir no solo con los despidos de funcionarios, sino con sobrecargas de trabajo, en las juntas de conciliación y arbitraje y en los nuevos juzgados laborales.
Señaló su incomprensión de la existencia de dos tipos de jueces laborales, los llamados locales y otros de carácter federal que atienden la aplicación de una misma Ley Federal del Trabajo. Los locales se encuentran en una situación de mayor desventaja porque sus salarios son distintos en cada estado y las carencias son mayores. Se pronunció para que todos los jueces fueran de carácter federal.
Manifestaba su malestar que los trabajadores no conocieran la reforma laboral. Dijo, han pasado seis años desde que se reformó el artículo 123 Constitucional introduciendo nuevos derechos colectivos del trabajo y la absoluta mayoría la desconoce.
¿Cómo se van a defender los derechos laborales si no se conocen?
¿Dónde está el papel de la autoridad que tiene la obligación de difundirlos?
¿Dónde están los sindicatos que también tienen la función de hacerlo no solo entre sus agremiados?
¿A quién beneficia que los trabajadores desconozcan sus derechos? ¿a los patrones? ¿a los pseudolíderes sindicales? ¿saben al menos qué es un sindicato y su función? ¿conocen su contrato colectivo de trabajo y su fuerza legal? ¿Qué prestaciones marca la ley en favor de los obreros y cómo pueden mejorarse?
Llamaba la atención que un juez en esa Escuela Judicial, aún en su carácter de magistrado cuestionara a sus pares por no hacer uso en sus sentencias y decisiones fundamentales de los principios del derecho laboral. Normalmente el trabajador se encuentra en desventaja y los jueces más allá de considerar documentos en que se les hace renunciar a sus derechos, deben hacer imperar el principio de realidad.
Se cuestionó la travesía que sufren los trabajadores por las imperfecciones en el ejercicio de los derechos colectivos en la nueva reforma laboral, fundamentalmente en los juicios de titularidad para definir quién tiene la mayoría de voluntades obreras entre dos o más sindicatos. La tardanza para llegar a un recuento se prolonga en meses mientras los despidos se disparan sin cesar.
Lo mismo ocurre en los casos en los que no hay contratos colectivos de trabajo y se quiere alcanzar uno por primera vez. El requisito es tener al menos un 30% de firmantes como simpatizantes, luego la obtención de la constancia de representatividad se prolonga por meses. Cuando se consigue, y no siempre, los solicitantes se enfrentan al sabor de la calle por los despidos que sufren.
El magistrado Héctor Mercado se pronunció para que se dé a conocer el contenido de los más de 100 mil contratos colectivos que no fueron legitimados por los trabajadores para que conozcan el tipo de prestaciones que tenían y perdieron. Seguramente eran prestaciones idénticas a la ley, pero tienen derecho a saber lo que tenían.
Se reiteró la importancia de fortalecer a los sindicatos, principal instrumento de defensa y superación de los trabajadores, la inspección de trabajo y el sistema de justicia, que dijo este magistrado de voz clara y sostenida, es una vergüenza, afirmación realizada por un juez.
Enhorabuena la autocrítica.