Mantener una campaña atractiva durante un tiempo exageradamente prolongado no es un reto fácil y eso es precisamente lo que le está sucediendo a las corcholatas morenitas que aspiran a la Presidencia de la República.
El hecho de que el presidente, Andrés Manuel López Obrador sea un hábil comunicador que no ha dejado de estar en campaña y que controla la agenda política nacional, no significa que sus posibles herederos tengan la misma destreza y popularidad entre la ciudadanía.
Si bien es cierto que el banderazo oficial del proceso interno morenista para elegir quien dirigirá los Comités de Defensa de la Cuarta Transformación a nivel nacional inició apenas en junio pasado, la carrera arrancó hace prácticamente hace un año, cuando distintos liderazgos morenistas hicieron patente su interés por ser los sucesores de López Obrador.
La gran mayoría de ellos llega ya cansado al proceso oficial, sus campañas y esfuerzos propagandísticos distan de ser atractivos para las diversas audiencias, es más, sus famosas giras tienen más tinte de mitin de “acarreados” que verdaderas manifestaciones de apoyo ciudadano.
Marcelo Ebrard presentó su Plan A.N.G.E.L. tras el tropiezo de proponer la “Secretaría de la 4T” y que ésta fuera encabezada por el hijo del presidente. Un visible guiño a López Obrador que le salió muy mal, pues ni el mismo Andrés Manuel vio en esta propuesta viabilidad. El mentado plan A.N.G.E.L. es la intentona de Ebrard por subirse a uno de los temas que más preocupan a los mexicanos: la inseguridad. Soy el primero en no menospreciar la importancia que tiene el uso de la tecnología para atender los múltiples problemas que enfrenta la ciudadanía, pero el famoso plan suena a utopía cuando en muchísimos lugares de nuestro país el abandono del Estado Mexicano es patente, basta con ver los últimos sucesos en Michoacán y Jalisco, en donde el crimen organizado tiene el absoluto control y goza de total impunidad. Pretender que con tecnología se sustituya la acción del gobierno en materia de seguridad es dar “atole con el dedo”.
A Claudia Sheinbaum tampoco le ha ido del todo bien, le es imposible separarse del discurso presidencial y no solo eso, hasta intenta emular el tono, ritmo y acento de López Obrador, además de que todos sus eventos son exactamente iguales. No conforme con lo anterior, la semana pasada demostró que no está preparada para afrontar el cuestionamiento de los medios de comunicación, da la impresión de que solo puede con entrevistas “a modo”, o cuando son encuentros con influenciadores que “orgánicamente” le hacen preguntas.
Adán Augusto tuvo que hacer contención de crisis cuando las redes sociales se inundaron de imágenes y memes en los que aparece junto a la Diputada Andrea Chávez, acto seguido el ahora exsecretario de gobernación se hizo acompañar de su esposa en diversos eventos con tal de paliar el fuego. De su campaña poco se dice, pues al igual que los otros repite de manera incesante frases y conceptos de López Obrador.
Ricardo Monreal ha intentado matizar su campaña con un poco de “humor” con muy pobres resultados, su “monREALity” no logra alcanzar las suficientes visualizaciones para considerarse una herramienta de comunicación eficiente que aporte algo a su campaña o a sus seguidores.
Las campañas de las corcholatas son aburridas y monótonas, la actitud de pregonero no está rindiendo los frutos esperados y quien resulte ganador llegará totalmente desgastado a la campaña constitucional.
El proceso interno morenista culmina en los primeros días de septiembre y a las campañas de las corcholatas aún les queda tiempo, lo que ya se les agotó fue la creatividad.