Un hombre de sudadera con capucha amarilla merodeaba la vecindad del 75 de Granada. ¿Sabrán donde vive Cassandra? Preguntó a un par de muchachos, quienes señalaron un departamento. Sin saberlo, sentenciaron de muerte a su vecina.
Horas después, el de capucha amarilla regresó, pero esta vez, un motociclista lo esperaba con la marcha encendida, justo en la esquina de Tenochtitlán. Cassandra Morales Munguía y su hermana Suzuki, de 30 y 36 años de edad, respectivamente, se encontraban afuera de su apartamento, el 202 del Edificio C. El asesino subió las escaleras metálicas blancas y apenas tuvo a tiro a las hermanas, descargó su .9mm contra las dos. Luego huyó corriendo, montó la moto y su cómplice arrancó hasta perderse en el barrio. Eran pasadas de las 20:00 horas del miércoles 12 de julio y los propios habitantes de la vecindad solicitaron los servicios de emergencia. Cassandra y Suzuki llegaron al hospital, pero una hora más tarde Cassandra murió. Suzuki sigue grave con un balazo en el cuello.
Según la carpeta CI-FICUH/UAT-CUH-3/UI-1SD/00300/07-2023, las hermanas vendían ropa, por eso gente del barrio las buscaba en su apartamento para comprarles. Pero el homicida a sueldo que andaba preguntando y les disparó presuntamente fue contratado por otra mujer. Cassandra tenía pique con otra joven identificada como “Gaby”, quien escribió una letanía de insultos contra ella días antes del crimen. Se dice que ya se habían agarrado a golpes y que el primo de Cassandra tenía una relación sentimental con “Gaby”. Líos del barrio, de esos que comienzan con una mirada, una actitud o un comentario al aire, pero terminan anidándose en el estómago. Y en la Morelos lo que hace bilis se saca con balas.
Hay otros crímenes que arrastran años, décadas. El siguiente tiene su origen en el pleito entre el “Barbas” y la gente del “Catalino”. La tarde del 19 de agosto de 2019, el “Barbas” y otros dos sicarios salieron de la Morelos a bordo de camionetas blancas hacia la Nueva Tenochtitlán, donde el “Catalino” se hallaba en una de sus bodegas. El “Catalino” era un poderoso narcotraficante ligado con el cártel de Sinaloa y un obstáculo para la expansión de la Unión Tepito. Por eso, José Alberto Maldonado López, el “Betito” líder de la Unión, ordenó que lo “mandaran de vacaciones”. El “Barbas” y su gente levantaron la mano, tenían hambre de crecer en la mafia y un tiro así los encumbraría. En realidad, los marcó para siempre. Don “Catalino”, como le decían sus empleados, fue acribillado dentro de su bodega y desde ese agosto de 2019, el “Barbas” y los de la “Cueva” de Tepito fueron condenados a muerte. Don “Catalino” era tan influyente como el “Abuelo”, fundador de la Unión que le dejó el nombre del cártel a “Betito”. Era tan millonario como cualquier capo, pero mantenía un brillante perfil bajo que hasta entonces lo había mantenido a raya de los ajustes de cuentas. La Unión quería tener todo y con su muerte se abrirían paso. Sin embargo, al “Barbas” lo dejaron solo, pues los del “Catalino” los empezaron a cazar uno a uno o de dos en dos. Unas 50 muertes se han perpetrado desde la muerte del “Catalino”, de uno u otro bando, siendo el del “Barbas” el más dañado.
Así ocurrió el 30 de junio pasado. Poco después de las 5:00 horas, Omar y su madre caminaban por la calle Fray Bartolomé. Omar Regules Marín, de 21 años de edad, acompañaba a su señora madre al Mercado de la Electrónica, donde ella trabajaba. Consta en el expediente CI-FIEDH/2/UI-1C/D/00250/06-2023, que a la altura del 13, un individuo con sudadera negra se le emparejó a los dos y abrió fuego contra Omar. La mujer apenas se cubrió con las manos, se hincó y después vio a su hijo desplomarse. “No supe de él durante toda la noche del día anterior, llegó a las 5 de la mañana, desayunamos y salimos para mi trabajo”, explicó a los agentes de Investigación. La madre no dejaba de abrazar el cuerpo de su hijo, tendido bajo una sábana blanca.
A Omar le decían el “Changuito” y presuntamente vendía droga para el “Barbas”. Tenía unas semanas de haber salido del reclusorio por narcomenudeo. Policías lo habían detenido la tarde del 21 de mayo en la esquina de Zarco y Degollado, junto con otros dos dealers. Ese mismo 30 de junio, otro trabajador del “Barbas” fue asesinado sobre la calle Mecánicos. Se trata de Harold Bladimir Soto, el “Antuán”, quien vivía en la calle Tenochtitlán. Igual que el “Changuito”, fue víctima de la serie de venganzas entre el “Barbas” y los del “Catalino”, quienes no van a parar hasta liquidar al “Barbas" y a todos los que estén con él. Otro que tiene sentencia de muerte es el “Dither”, recién salido del reclusorio y cuya novia, Damaris Italia, de 18 años de edad, fue asesinada el 23 de mayo, en una emboscada que iba dirigida al pistolero de la Unión. Esa ocasión su primo, Hendrik, de apenas 16 años de edad, también fue ultimado.
Este es el espiral sin fin de violencia en la Morelos, una colonia céntrica que vive bajo el estigma de ser la más dura de Ciudad de México. Atrae hasta raperos como el “Alemán”, quien ha grabado videos musicales en las vecindades de este barrio. Hasta Baja California Sur, de donde es el “Alemán”, suenan las andanzas mafiosas de Tepito y la Morelos, donde las autoridades y empresarios no han podido, ni podrán, gentrificar o hacer a su modo a la gente que resistido por siglos toda clase de tragedias. La Morelos es un cuento que sus habitantes se saben, un corrido que les acomoda y que están dispuestos a seguir cantando. Quien quede en la Jefatura de Gobierno deberá conocer bien las entrañas del barrio, porque aquí empiezan, o terminan, la mayoría de las ejecuciones en CDMX.
Enterado está, querido lector y recuerde: el infiltrado es usted.