El abierto disgusto que exhibe el presidente López Obrador en sus mañaneras tiene motivos a la vista: el “efecto Xóchitl (Gálvez)” potenció la atención ciudadana hacia el proceso opositor, y en contraste, desnudó la falta de carisma y de propuestas que en general afectan a los aspirantes del oficialismo, encajonados en el discurso de elogios al gobierno. Pero reportes internos de Palacio encienden luces rojas adicionales que pueden comenzar a provocar insomnios presidenciales.
El capítulo de la elección por la gubernatura en el Estado de México parece cerrado, no así en el primer equipo del presidente López Obrador, que ha proseguido el estudio de cifras y perfiles de votantes. Se cuentan al menos tres conclusiones sobre una tendencia que podría dispararse con el fenómeno que representa la virtual candidatura presidencial de lo señora Gálvez por un bloque opositor:
1.- Quienes acudieron a votar en territorio mexiquense -consultados por encuestas posteriores- se dijeron convocados hacia las urnas más por la discusión en su círculo familiar, de amistades y redes sociales, que por las voces y estructuras partidistas. En zonas muy pobladas, como Ecatepec y Nezahualcóyotl, bajo gobiernos de Morena, la apatía fue más marcada. La conversación ciudadana será clave en lo que ocurra el próximo año; los partidos se siguen desvaneciendo.
2.- El bloque oficialista que postuló a Delfina Gómez (Morena, Verde, PT) superó a Alejandra del Moral (PRI, PAN, PRD, Panal) por medio millón de votos, escasamente 8% de quienes sufragaron, en un entorno de abstencionismo que alcanzó justo a la mitad del padrón. Los indicios recabados sobre el Edomex apuntan a que un escenario de mayor entusiasmo y participación hubiera actuado en contra del polo lopezobradrista.
3.- La elección mexiquense se concentró totalmente en la disputa por la gubernatura, lo que exhibió alcances y limitaciones del aparato electoral, en uno y otro lado. Frente a un panorama con más posiciones en juego (alcaldías, diputaciones, senadurías), esas estructuras resultarán totalmente insuficientes.
Cuando Palacio proyecta esas lecciones hacia la “mega-elección” de 2024, en las que se peleará por más de 30,000 cargos -con titulares y suplentes en muchos casos-, el balance resultante explica por qué López Obrador ha echado mano de su lengua dura con especial rispidez.
De acuerdo con fuentes familiarizadas con Palacio, la irritación del oficialismo, comenzando por el Presidente mismo, se nutre del claro deslizamiento de muchos actores en favor de una candidatura de oposición competitiva. Y ello no se reduce a Claudio X. González y otros sospechosos habituales del discurso presidencial.
Monitoreos recientes sobre coberturas de medios de comunicación electrónicos concesionados -televisión y radio- arrojan que en particular las televisoras han ofrecido una singularmente amplia difusión en favor de Xóchitl Gálvez, sobre otros aspirantes a la postulación opositora -Beatriz Paredes y Santiago Creel, en particular-, pero también por encima de la que les merecen las tristemente llamadas “corcholatas” de Morena y sus partidos satélite, lo que agudiza el desinterés que priva en su entorno.
La irritación es mayor en la campaña de Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno con licencia en la Ciudad de México, cuya administración en la capital del país ha canalizado cientos de millones de pesos hacia las televisoras en particular, por concepto de publicidad, como lo demuestran contratos que aparecen en fuentes públicas y circulan profusamente en redes sociales.
Las diversas vertientes de los escenarios actuales sugieren sobresaltos en las seis semanas que median de los anuncios oficiales de las candidaturas que el próximo año buscarán relevar a López Obrador en la Presidencia. Hay que reservar capacidad de sorpresa.