La posibilidad de que el conflicto entre Rusia y Ucrania escale hacia niveles de no retorno, aumenta cada día. Auspiciada por la política de Washington, la estrategia busca prolongar la guerra el mayor tiempo posible, con el objetivo de extenuar las fuerzas rusas y preparar el momento del asalto para plantarse junto con la OTAN, lo más cerca de la frontera rusa.
En este momento, se lleva acabo la cumbre de la OTAN en la ciudad de Vilna, en Lituania, donde durante la inauguración, el secretario general del organismo Jens Stoltenberg, declaró que “aún no se cumplen las condiciones para que Ucrania pertenezca al bloque”, con berrinche del tinterillo Zelenski que no ve la hora en que se haga oficial su anexión pactada a occidente, lo que sin duda, provocará una conflagración mayor.
Stoltenberg, además reconoció el apoyo militar directo de la OTAN a Ucrania desde 2014 lo que cambia totalmente el sentido del conflicto y deja de ser una “caprichosa invasión” como lo han propagado occidente, lo que además, le da sentido a la entrega de equipo militar cada vez más sofisticado al ejército ucraniano para enfrentar a Rusia. Así que, como dirían los analistas de los mercados financieros, la entrega de tanques, misiles de largo alcance, aviones de combate y las recientes bombas de racimo, ya estaban descontadas en la evaluación del riesgo para escalar el conflicto. Ambos, ejemplos claros de la intención de prolongar el conflicto.
Cierto, habrá quienes sigan pensando que el “movimiento” del grupo Wagner, fue un intento de golpe de estado al gobierno de Vladimir Putin, pero en realidad, nunca lo fue y este grupo de mercenarios que está disperso en más de un conflicto además de Ucrania, continúa peleando del lado del régimen Ruso, pese a que, las voces de occidente, quisieran que ocurriera lo contrario.
Por supuesto, la intervención del presidente de Bielorrusia permitió dar por finalizado el capítulo de un conflicto que nunca lo fue, aunque si despertó la desconfianza del Kremlin en cuanto al papel de ese grupo militar en los distintos frentes en los que Rusia se encuentra combatiendo.
Por lo pronto, luego de la “retirada” del líder Yevgeny Prigozhin los combatientes del grupo Wagner continúan luchando del lado de Rusia en Siria y Ucrania donde ha conseguido apuntarse victorias importantes pese a los esfuerzos de Ucrania por lanzar una contraofensiva que ha fracasado hasta el momento.
Mientras que, en Siria, los combatientes del grupo Wagner apostados ahí, han detenido los intentos de avance de las tropas estadounidenses agazapadas detrás del ejército del “Estado Islámico” auspiciado desde Washington en donde Turquía ha jugando un papel importante para contener la presencia de las tropas norteamericanas en la zona
El conflicto y la tensión en la región asiática aumenta cada día, pues China condenó la entrega de bombas de racimo a Ucrania ante la justificación de Washington que, en palabras del subsecretario del departamento de Defensa sobre Asuntos Políticos, Colin Kahl, justificó el suministro de bombas de racimo, al señalar que: “una victoria rusa en el campo de batalla sería peor que el peligro para la población civil que supone el uso de este tipo de municiones”.
Las posiciones están claras y como en otros conflictos, el gobierno de los Estados Unidos encontró un “aliado” que le permite combatir de manera indirecta a quien representa “un peligro” para su papel de hegemonía global y que, en este caso, encarna Rusia.
Y aunque con China tuvieron ya acercamientos y diálogos para destensar las relaciones, ni el gobierno de Washington, ni el de Beijing, han modificado sus posiciones con respecto a Taiwán y cada día, la zona está dominada por los ejercicios militares que cada nación lleva acabo, a los que se han unido Japón y Corea del Sur.
Las tensiones siguen en aumento y lo que parece un proceso normal de transición tecnológica, energética y económica, en realidad son un presagio de un conflicto mayor, pues los acontecimientos apuntan en sentido contrario, un ejemplo es el reciente anuncio durante la cumbre de la OTAN en Lituania para que los gobiernos de Europa, desarrollen un hub de producción de chips electrónico en la región para terminar con la dependencia de Asia, especialmente de China. Un suministro que será clave para los fines de la transición energética global.
Y mientras esto ocurre en Europa y Eurasia, en oriente medio, los países árabes comienzan a reestablecer relaciones que, por un momento, fueron alteradas con la presencia de los Estados Unidos en la región. Siria, reestableció relaciones con Irán. Dicha reconciliación, por sí sola, significa una amenaza para Israel que continúa bombardeando y ocupando territorios palestinos sin el menor empacho pese a los exiguos y blandengues reclamos de las Naciones Unidas por estás incursiones del ejército judío a zonas palestinas que, por momentos, perecen tener tintes de genocidio de las que, en occidente, poco o nada se habla y mucho menos se condena, pero de esto, hablaremos en la siguiente entrega.