ÍNDICE DE NORMAS DE GÉNERO DEL PNUD

Normas sociales y el 2024 en México

El Índice de Normas de Género del PNUD nos acerca al fondo de las realidades materiales que vivimos día con día las mujeres en el mundo: la discriminación y las violencias sistemáticas. | Fernanda Salazar

Escrito en OPINIÓN el

Recientemente, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) publicó su Índice de Normas Sociales de Género, que pone el foco sobre los sesgos de género y su relación con los avances en materia de igualdad de género alrededor del mundo. 

Los sesgos cognitivos son mecanismos sistemáticos que ocurren en nuestro cerebro para filtrar información compleja de manera rápida, y la mayoría de las veces inconsciente, a fin de darle una interpretación basada en nuestra propia experiencia y visión particular del mundo. Cuando hablamos de sesgos de género nos referimos al trato diferenciado que damos a una persona en función de su género. Esto incluye nuestra interpretación sobre: su lugar en el mundo, sus roles en la sociedad, sus capacidades. 

Aunque los sesgos son procesos individuales, están fuertemente influenciados por la sociedad en la que vivimos y las normas formales e informales que configuran nuestro entorno. Aquello que es aceptado o sancionado, valorado o invisibilizado, etc. 

El Índice de Normas de Género del PNUD nos acerca a las profundidades subjetivas de las realidades materiales que vivimos día con día las mujeres en el mundo: la discriminación y las violencias sistemáticas. Para hacerlo, se registraron los sesgos de las personas en 85% de la población mundial (dividido por países), alrededor de cuatro dimensiones: política, educativa, económica e integridad física. 

Las preguntas que se hicieron para analizar estos sesgos en el ámbito político fueron: i) si el igual acceso a derechos entre hombres y mujeres es fundamental para la democracia y ii) si los hombres son mejores líderes políticos que las mujeres. 

En este artículo me referiré exclusivamente al caso de México, que registra un aumento en los sesgos de género en los últimos años, particularmente visible por el sesgo sobre participación y poder político. 

Cuando analizamos los sesgos de género por categoría en México, lo que vemos es que, en casi 12 años éstos solo se han reducido ligeramente en el ámbito educativo y en el ámbito de integridad física. Sin embargo, en el ámbito político el incremento en los sesgos es de 17% y en el ámbito económico 3%. Es decir, las áreas que se relacionan de manera muy clara –en la práctica– con el poder de decisión y la autonomía de las mujeres, son aquellas en donde se registra mayor resistencia. Esto, siendo México uno de los países en los que más se ha avanzado en la representación política de las mujeres a nivel mundial. 

Es difícil tener una sola lectura de estas cifras, particularmente porque estos sesgos son prácticamente compartidos por igual entre hombres y mujeres. Es decir, la visión que tenemos sobre los roles de género está profundamente arraigada en nuestras creencias y prácticas cotidianas independientemente de nuestro sexo e identidad de género. Lo que es claro es que los avances en el ámbito de lo formal son insuficientes para lograr un cambio cultural, pero también sin los avances en el ámbito formal no habría posibilidad de ver los cambios en el acceso a mayores libertades y derechos de las mujeres en nuestro país. 

Dado que el ámbito de la participación, representación y el poder político es el que muestra más retroceso en cuanto a sesgos y esto ha sucedido simultáneamente con el incremento de mujeres en el espacio público, es pertinente preguntarnos cómo influirán estas miradas en las elecciones del 2024, teniendo a una mujer que, al menos ahora, tiene amplia ventaja en las encuestas. 

Pienso en algunos escenarios posibles, en función del impacto de estos sesgos

1) Que los sesgos de género impidan que Claudia Sheinbaum sea candidata de Morena

2) Que dentro de Morena se generen divisiones motivadas por la posibilidad de tener una mujer candidata y estas divisiones, aunque no necesariamente impacten la selección de Claudia Sheinbaum, sí puedan influir en la cohesión del partido hacia el 2024.

3) Que Claudia Sheinbaum como candidata de Morena, no sufra impactos en sus posibilidades de resultar electa presidenta, derivados de estos sesgos, porque tiene al partido más sólido y el respaldo del presidente López Obrador, cuyo apoyo público probablemente influiría en que otros hombres clave en el partido y sus simpatizantes respalden a Claudia.

4) Que la posibilidad histórica de una mujer presidenta abra una puerta narrativa para superar esos sesgos.

A esto se añadiría observar si: 

1) Dados los sesgos de género, la oposición procurará a un hombre como candidato o buscará a una mujer que entre en el escenario de hacer historia con una mujer presidenta, neutralizando así esa narrativa que ahora le pertenece a Claudia Sheinbaum

2) Con dos mujeres candidatas a la presidencia se registra menos violencia contra mujeres en política, que con una sola candidata. 

Claramente, tener a dos mujeres candidatas, una con el partido dominante y la otra en oposición, daría como resultado que México, aún con la resistencia cultural reflejada en el Índice, tenga a su primera mujer presidenta. Esto mostraría la importancia de las políticas públicas que los movimientos y organizaciones feministas han impulsado. 

En un escenario en el que hay candidata de Morena y candidato de oposición, se pondrán a prueba la fuerza de estos sesgos en contraste con otros intereses y condiciones de contexto. 

En cualquier caso, la violencia de género contra Claudia Sheinbaum (y otra posible candidata) será un tema en el que habrá que poner mucha atención, pues es sin duda una de las expresiones más claras de resistencia al liderazgo político de las mujeres en el mundo, y en México en particular. 

Finalmente, es importante seguir reflexionando sobre cómo influyen los cambios en los ámbitos formales en las normas sociales y sesgos de género. Según este índice, no es claro si a mayor aumento en la participación y el liderazgo de las mujeres genera efectos positivos en las normas y creencias sociales o, por el contrario, ha aumentado la resistencia por la percibida amenaza al control y poder ejercidos históricamente por los hombres y por la amenaza a los roles tradicionales de género que muchos hombres y mujeres aún defienden.