Lesbianas, hombres gay, osos, vaqueros, leathers, chicas trans, chicos trans, tom boys, travestis, intersexuales, bisexuales, un sinfín de colores, de orientaciones y de identidades tomarán las avenidas y las calles principales de la Ciudad de México para ser parte de la 45 Marcha del Orgullo bajo el lema “Libertad, justicia y dignidad ¡A nosotres jamás nos borrarán!”.
Esta marcha, es la marcha de la diversidad sexual, debido a que en ella se congregan todas las orientaciones sexuales e identidades o expresiones de género posibles, desde hace cuatro décadas y media. Al paso del tiempo, la noción de diversidad se ha modificado, e incluso, limita todas las posibilidades de la misma, pues como señala el antropólogo, Guillermo Núñez Noriega, no sólo debe aterrizar en el terreno de lo sexual, sino también debe dar cabida a lo amoroso, al sentir.
En esta ampliación del término, en las últimas dos décadas, a las ya conocidas siglas LGBTIQ se les han agregado otras que empiezan a cuestionar los modelos binarios del ejercicio de la sexualidad, las emociones, el erotismo, entre muchos otros factores. Por ejemplo, en el ámbito emocional han surgido múltiples reivindicaciones al igual que en lo relacionado con el modelo binario identitario de género.
Sobre lo emocional, hace algunos años, en un foro de internet sobre asexualidad, una persona describió que no sentía atracción sexual por las personas a menos que primero haya una fuerte conexión emocional. En esos momentos, reportaba que no se sentía ni asexual ni no asexual y propuso que a la necesidad de sentir un vínculo emocional como un prerrequisito para que hubiera una atracción sexual se le denominara como demisexualidad.
Esta propuesta fue planteada en 2006 en el foro de la Red Asexual de Visibilidad y Educación, colectivo virtual global con mayor incidencia en el posicionamiento del espectro de la asexualidad como una orientación sexual. Tras retomar el prefijo griego “demi”, cuyo significado es “mitad” y que describe esta sensación de no tener una atracción sexual por una persona y, en algunos momentos, sí. Tras varias discusiones y debates, el término se comenzó a posicionar en la agenda pública asexual desde 2008.
En siglo XXI comenzó con un cambio en la noción del ejercicio de la sexualidad, o más bien, en su práctica o no práctica de una manera muy diferente al lugar común. Un grupo de personas se conjuntó, de manera virtual, para comenzar a proclamar que había quienes no necesariamente sentían atracción sexual por otras, comprendiendo a este tipo de atracción como aquella en la que no hay un deseo de contacto sexual con otra persona o algún interés sexual. Sin embargo, el hecho de que no haya un apetito sexual no significa que no se puedan generar vínculos emocionales con otras personas.
A partir de la irrupción en público de colectivos asexuales, surgieron dos posicionamientos: la asexualidad no es un trastorno psicológico caracterizado por la falta de un deseo sexual y ésta debe ser reconocida como una orientación sexual. La máxima premisa del movimiento es que no se necesita tener o sentir una atracción sexual para ser considerada como una persona sana.
Al paso del tiempo, algunas personas consideradas como asexuales comenzaron a plantear algunos cuestionamientos respecto al surgimiento de atracción sexual en algunos casos muy particulares. Esto dio pie al surgimiento del término de grisexualidad, definido como aquella posibilidad de ser asexual, pero en algunas situaciones, sentir esa atracción sexual, o al de espectro asexual, en el que se reconoce la gama de posibles vínculos. También surgió el concepto de demisexualidad, que, por el momento, de acuerdo con el Centro LGBT de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel, define a aquellas personas que no experimentan una atracción sexual primaria hacia una persona, aunque sí pueden sentirla, de manera secundaria, una vez que se propició una fuerte conexión emocional.
De acuerdo con el Centro de Recursos sobre Demisexualidad, las personas demisexuales sólo sienten atracción por un puñado de personas a lo largo de su vida o, incluso, sólo por una persona. En muchas ocasiones, no tienen interés en el sexo, así que tienen mucho en común con los asexuales, pero en otros momentos, son capaces de sentir atracción sexual, aunque sólo después de haber formado un profundo vínculo emocional.
En las últimas dos décadas que el concepto “no binario” o “no binarie” se ha posicionado en la agenda pública, cada vez más, con apertura de mayores espacios. Ha captado la atención debido a que describe la oposición a los roles de género rígidos.
Por eso, más que ser un concepto depurado y terminado, es utilizado por colectivos, activistas y académicos como un término sombrilla aglutinante de todas aquellas expresiones y posturas alejadas de la visión binaria del mundo. Es un término más cercano a la expresión de las formas de vivir y de creer en los géneros que de la conformación de identidades sustentadas en una construcción genérica.
Es una casilla en la que están las personas sin género, aquellas que apelan por un género neutro o prefieren no identificarse con un género, y pueden ser las de género neutro, las agénero, las sin género o neutras. Las personas de género mixto incorporan elementos masculinos o femeninos, y se identifican como de género mixto, pangénero o andróginas. Aquellas que sólo son parcialmente de un género se autonombran demihombres o demichicos, demichicas o demimujeres. Las de un género adicional específico, que suelen cargar su expresión hacia un género en específico son conocidas como de tercer género o de otro género. Quienes se mueven entre géneros son las de género fluido o de gran género, y así la lista continúa.
Al paso del tiempo, seguramente seguirán debatiéndose conceptos y contextos, pero lo que ya no es debatible es la diversidad sexual, emocional, corporal y erótica, las diferentes posibilidades de ser y de amar. Por el contrario, cada vez más, los avances sociales están muy vinculados con el reconocimiento de las distinciones y las diferencias, el dar voz y cabida a todas las personas.