Hace aproximadamente dos años, en este mismo espacio me referí al informe de la Oficina de Defensoría de los Derechos de la Infancia (ODI), “Es un secreto, la explotación sexual en escuelas” que fue resultado de una investigación que duró alrededor de 10 años en el que se devela una trama de violencia sexual infantil organizada en cuando menos 18 escuelas públicas y privadas de siete entidades federativas y, a pesar de que en su momento se presentaron denuncias, sigue prevaleciendo la impunidad en la gran mayoría de los casos.
Lo que reveló la investigación de la ODI en la que participaron varios especialistas como Karina Ansolabehere, Lydia Cacho, Juan Martín Pérez, Manuel Gil Antón, Luis Daniel Vázquez y José Antonio Guevara, es simplemente brutal. De acuerdo con diversos testimonios de niñas y niños víctimas, personas adultas los tocaban u obligaban a tocarse, en otros casos fueron agredidos sexualmente delante de sus compañeros. También cuentan que fueron grabados, les tomaban fotos, los disfrazaban como animales, los ponían a jugar al “trenecito”, los amarraban e incluso se llegó al grado de penetrarlos con papeles sucios entre otros actos deleznables, muchos de los cuales se dieron al interior de escuelas, pero también permitían su salida para llevarlos a otros lugares con los mismos fines.
Este trabajo de investigación continuó, y en ese mismo año los casos detectados de violencia sexual infantil contra niñas y niños de entre 3 y 7 años aumentaron a 21 en 10 entidades con los siguientes denominadores comunes: participación de múltiples personas agresoras y múltiples víctimas de violencia grupal, agresiones extremas recurriendo por ejemplo a prácticas ritualistas, uso de cámaras durante el abuso, indicios de sedación, así como personal escolar que facilita o encubre el abuso.
Recientemente la ODI emitió un nuevo informe al que denominó “Ya no es un secreto, ahora se grita en las calles” en el que se detectaron otros 4 casos entre enero de 2022 y abril de 2023 con características similares, por lo que ya suman 25 casos en 11 entidades (Ciudad de México, Jalisco, Estado de México, Oaxaca, Morelos, Veracruz, San Luis Potosí, Tabasco, Coahuila, Baja California y Guanajuato), y de nueva cuenta se narran hechos que provocan la mayor repulsión, enojo e impotencia. Es claro que se trata de acciones concertadas en las que participan muchas personas, y sin embargo poco o nada han hecho las autoridades para garantizar la integridad física y emocional de niñas y niños en las escuelas y detener a estas bandas de depredadores sexuales.
Por el contrario, además de indiferencia, hay una gran negligencia y probablemente también complicidad. En la revisión que ha hecho la ODI ha encontrado que las fiscalías investigan las denuncias individualmente, por lo que al analizar los casos en forma aislada no es posible identificar que se trata de delitos relacionados entre sí que conforman una red organizada de violencia sexual infantil, muchas veces los casos se registran sin tomar en cuenta toda la información como que fueron cometidos en escuelas, y las autoridades educativas buscan evitar la presentación de denuncias presionando a los padres y madres de familia, ocultan información o de plano protegen a las personas responsables. Todo ello ha provocado que cada vez con más frecuencia, familiares de las víctimas tengan que manifestarse exigiendo justicia para ver si así encuentran respuesta por parte de las autoridades, pero lamentablemente por lo general ha sido infructuoso.
Recordemos que en junio de 2021 el presidente López Obrador aseguró que la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana ya estaba atendiendo las denuncias por abuso sexual y tráfico de menores en escuelas públicas y privadas, y que la secretaria Rosa Icela Rodríguez informaría al respecto. Dos años después seguimos esperando el informe, y a la fecha únicamente se han logrado tres sentencias por dos casos de abuso sexual organizado en escuelas preescolares de la Ciudad de México. Esta es la importancia que se le da a un tema que debería cimbrar al gobierno y a la sociedad.