La del partido Morena no es una campaña presidencial. No, en realidad se trata de una grosera campaña para engatusar y mentirle a los votantes mexicanos. Campaña que no busca elegir al mejor o al más capacitado de los aspirantes de Morena, sino que pretende avalar la renovada farsa del viejo “dedazo” presidencial.
Y es que hoy y desde antes de hoy, el verdadero dueño de Morena y del poder en México, López Obrador, ya sabe quién será su “palero”, aquel en quien depositará su impresentable “Maximato”. Pero lo peor del caso es que, al ojo público, los aspirantes presidenciales de Morena no dicen y hacen todo lo necesario para ganar la voluntad y el reconocimiento ciudadano. No, en realidad hacen todo lo posible para burlar todas las reglas y las leyes electorales para engañar a los votantes.
Sí, realizan campaña en abierta violación a la Ley Suprema, ya que lo último que les importa es el respeto a la Constitución, ordenamiento que a diario pisotean sin pudor y sin vergüenza.
Por eso, frente a esa violación tumultuaria de la Carga Magna aparecen las preguntas obligadas.
¿Quién puede confiar en las promesas y propuestas de uno o todos los aspirantes presidenciales de Morena, si todos ellos arrancan su proselitismo en medio de una grosera y mentirosa campaña que pretende burlar la ley?
¿Qué se puede esperar de un candidato o de un puñado de candidatos y de su partido, cuando su promesa de campaña es la mentira y la violación de todas las reglas del juego democrático?
¿Qué esperar de los pretendientes “morenistas” del poder presidencial, cuando son incapaces de dar una batalla electoral limpia, civilizada, en apego a las reglas que dicta la democracia?
Y, por supuesto que obliga la autocrítica.
¿Qué clase de sociedad somos, para dejarnos engatusar por un presidente como López Obrador, por un partido como Morena y, sobre todo, por farsantes del poder y la política como Claudia, Adán, Marcelo o Ricardo?
Y es que, en efecto, la llamada “carrera presidencial” mexicana no es más que un montaje organizado desde lo más alto del poder para imponer al preferido de Palacio; para engañar a los ciudadanos y para mantener a López Obrador al frente del poder absoluto.
Lo demás, las campañas simuladas, los discursos presidenciales y las promesas, no son más que un circo “engañabobos”.
Y si lo dudan, vamos al paso a paso.
Como todos saben, los principios rectores de todo proceso electoral mexicano, según el artículo 41 de la Carta Magna, son: “certeza, legalidad, independencia, imparcialidad, equidad, objetividad y autonomía”,
También es sabido que la Suprema Corte define tales principios de la siguiente manera.
1.- El principio de “legalidad” se define como “la garantía formal para que los ciudadanos y las autoridades electorales actúen en estricto apego a las disposiciones consignadas en la ley, de tal manera que no se emitan o desplieguen conductas caprichosas o arbitrarias al margen del texto normativo”.
Sí, Morena y sus candidatos violan el principio de “legalidad”.
2.- A su vez, la “imparcialidad” consiste “en que, en el ejercicio de sus funciones, las autoridades de la materia eviten irregularidades, desviaciones o la proclividad partidista”.
Los precandidatos de Morena también violan la “imparcialidad”.
3.- En tanto, “la objetividad obliga a que las normas y mecanismos del proceso electoral estén diseñados de tal forma que eviten situaciones conflictivas sobre los actos del proceso electoral, ya sean previos a la jornada electoral, durante su desarrollo o en las etapas posteriores a la misma”.
Sí, Claudia, Adán, Marcelo y Ricardo violan el principio de “objetividad”.
4.- Por si fuera poco, el postulado de "certeza” consiste “en dotar de facultades expresas a las autoridades, de modo que todos los participantes en el proceso electoral conozcan previamente, con claridad y seguridad, las reglas a que se encuentra sujeta su propia actuación y la de las autoridades electorales”.
Sí, otra violación de Morena y de sus “corcholatas”
5.- La equidad se define como “la obligación a cargo de los órganos electorales de la república y de los partidos –cuando actúan como autoridad electoral, por ejemplo, tratándose de procedimientos internos de selección tanto de candidaturas como de renovación de dirigencias y órganos internos–, de asegurar que, en todo momento, los participantes del derecho electoral tengan los elementos necesarios para desempeñarse igualitariamente”.
Una violación más.
6.- Y por último, los conceptos de autonomía de los órganos electorales y de independencia en sus decisiones son “garantías constitucionales a favor de los ciudadanos y de los propios partidos políticos, que son los actores de todo proceso electoral, y se refieren a la situación institucional que permite a las autoridades electorales emitir sus decisiones con plena imparcialidad y en estricto apego a la normatividad aplicable al caso, sin tener que acatar o someterse a indicaciones, instrucciones, sugerencias o insinuaciones provenientes de superiores jerárquicos, de otros Poderes del Estado o de personas con las que guardan alguna relación de afinidad política, social o cultural”.
Así o más claro que asistimos a la mayor farsa electoral de la historia moderna mexicana; una farsa impulsada por el presidente López Obrador y avalada por todos sus presidenciables.
¿Y quieren ganar el voto ciudadano, cuando empiezan mintiendo, engañando y violando las leyes electorales y la Constitución?
Al tiempo.