A seis meses del atentado que sufrió nuestro colega, Ciro Gómez Leyva, se ha revelado una lectura que es un secreto a voces entre los que han investigado el caso: “no fue nada personal, estrictamente política”.
Así se lo han manifestado a este columnista. Mi interés, como el de otros muchos colegas que cubren también temas de narcotráfico y corrupción, es encontrar respuestas. Nos miramos al espejo y sentimos una vulnerabilidad escalofriante. Nos miramos al espejo y nos preguntamos: ¿podría pasarme a mí? Un montón de colegas han sido silenciados por sus publicaciones, sus entrevistas, como Javier Valdez, por estar en el lugar y tiempo equivocados, con las personas equivocadas, como Rubén Espinoza, pero en el caso de Ciro, no lo intentaron matar por lo que es, sino por lo que representa para algunos. Esto debería sacudirnos a todos.
De acuerdo con las indagatorias que ha realizado la Fiscalía y un equipo especial de la Secretaría de Seguridad Ciudadana, a Ciro se le desmenuzó, primero, su vida personal. Horarios, rutinas, personas a las que frecuenta. La noche del atentado, el periodista iba a ver a su novia, una exdiplomática que lleva muchos años viviendo en el país. Se indagó a los hijos de ella, a su expareja, al hijo de Ciro que vive en Estados Unidos y a un círculo de entre diez y doce personas que forman parte de la intimidad de la víctima. No se les investigó como probables responsables, claro está, pero sí se rastreó hasta el más mínimo indicio que pudiera echar luz sobre el ensombrecido caso. Nada se encontró.
Se rebuscó en los estados financieros de Ciro y no se encontraron deudas importantes, tampoco movimientos bancarios o entradas de dinero sospechosas. La rutina del comunicador era más o menos lineal, sin cambios abruptos ni amistades nuevas. Incluso se revisó su rutina en el gimnasio, las personas con las que interactuaba. Aunque a dicho gimnasio acuden tanto servidores públicos y empresarios legítimos como presuntos mafiosos (uno de los cuales acaba de ser asesinado en el Estado de México) no se halló ningún nexo. Es más, a algunos ni la plática les seguía. Se detectó que, cuando Ciro salía temprano de la empresa donde trabaja en Avenida Universidad, solía marcarle a su pareja para quedar de verse, pero otras veces salía más tarde y solo le avisaba que ya iba para su casa. Todo este análisis fue reforzando la hipótesis de que al ataque a balazos no era una venganza personal contra Ciro Goméz Leyva.
No había un posible enemigo, al menos no uno con los motivos congruentes para pagar a una célula de sicarios con movilidad no solo en Cdmx sino en todo el país. En este punto, la hipótesis sobre una posible agresión política ganó peso. Es decir, probablemente Ciro y su equipo representan una oposición al poder y su discurso. Ese poder es representado por una figura que despierta fanatismo y que exige una fidelidad casi sectaria entre sus seguidores. ¿Un personaje de la política interpretó mal algún mensaje de su jefe, de su mesías? ¿Un comentario al aire se convirtió en una orden en clave?
Lo cierto es que el supuesto coordinador del atentado, un hombre apodado el “Patrón” recibió una cantidad importante de dinero cuyo rastro conduce a cuentas bancarias ligadas a ciertos personajes públicos. Se cree que se esconde en Estados Unidos, donde ha probado tener la suficiente capacidad económica para eludir cómodamente a la Interpol. Sus últimas señales las emitió desde Ohio. Bastante lejos como para un mafioso de poca monta que en estos momentos vale mucho para mercenarios y para sus perseguidores. Eso sí, no les quede la menor duda: el atentado fue financiado por gente poderosa. Fue ejecutado por profesionales y de los 13 detenidos, todo apunta a que ni la mitad tuvo una participación importante.
Al propio Ciro no se le ha detallado más porque la investigación policiaca aún no tiene solidez jurídica. El propio Ciro ha expresado su consternación por el poco avance de las pesquisas. Se cuestiona si existe mucha carga de trabajo o si ya no es del interés su caso, pero lo que no sabe es que la investigación sí ha avanzado en términos de Inteligencia policial y el resultado podría ser un premio mayor. Lo que arroje y salpique tendrá un costo político y será utilizado o no, dependiendo de la palanca que se quiera jalar, dependiendo el blanco al que se quiera apuntar.
Enterado está, querido lector y recuerde: el infiltrado es usted.