Realizadas las elecciones locales de 2023, se entra ahora de lleno a los procesos de selección de candidatos y los prolegómenos al proceso electoral 2023-2024, que culminará con la definición de un nuevo Ejecutivo federal, de un nuevo Congreso de la Unión y de múltiples nuevas gubernaturas, congresos locales y autoridades municipales.
El peor escenario
Al margen de lo que ocurra en los comicios locales, en el ámbito federal la contienda presenta en principio a tres bloques: el mayoritario, encabezado por Morena; una coalición opositora integrada por PAN, PRI y PRD; y un Movimiento Ciudadano que participará sin alianza.
La definición fundamental del resultado será no sólo lo referente al ganador de la Silla Presidencial, sino de la composición que se dé en el legislativo federal, primordialmente en lo que corresponde a si se da una mayoría calificada para alguno de los bloques, en principio el encabezado por Morena, o no.
Pudiera ocurrir que una victoria contundente por más de cincuenta por ciento del voto para la coalición de Morena le permitiera a la vez, eventualmente, alcanzar más de dos tercios de los asientos en ambas cámaras federales. De ser ese el caso, no se estaría solamente ante la más contundente victoria de una opción política en México desde hace décadas, sino que se abriría la puerta a reformas constitucionales que afectarían de manera esencial el carácter propiamente democrático del sistema, al permitir la reducción de las cámaras mediante la desaparición de puestos de representación proporcional, lo que favorecería la perpetuación de una mayoría vuelta hegemónica; un cambio en las reglas electorales a tono con la reforma que no se dio ahora y que desmantelaría las instituciones electorales, dejándolas como instancias administrativas no reguladores e incluso llevando a la elección mediante voto popular de los integrantes de su máximo órgano, cono todos los riesgos conocidos que ello supone; y el desmantelamiento del Poder Judicial, iniciando por el recambio de los integrantes de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, cuyos relevos serían producto de mecanismos de elección popular. De ser este el caso, se sembrarían las condiciones para que una alternancia fuera casi imposible, pero además se daría paso a la aprobación de reformas en otros ámbitos que respondan a la lógica de consolidación de un régimen de corte autoritario. Vaya, sería el entierro de la democracia en México.
Un escenario alterno
Un escenario alternativo se daría si resultara que ningún bloque electoral alcanza la mayoría calificada en el Congreso de la Unión. En tal caso, si la mayoría relativa la detentara Morena y sus aliados, no habría espacio para reformas radicales en el sistema, lo que permitiría la continuación del juego democrático más allá de 2024 y taponaría la posibilidad de cambios contrarios a la Constitución en otras materias. Ante esa situación, Morena podría mantener una posición aguerrida, aunque poco útil, e impedir acuerdos legislativos, menos probable sería que decidiera establecer mecanismos de intercambio político. Si la mayoría relativa fuera para fuerzas opositoras, al margen de si lograrían juntar sus esfuerzos para promover reformas no constitucionales que revirtieran al menos en parte los cambios realizados por la presente administración y sus legisladores, podría llevar al endurecimiento de posiciones desde un Ejecutivo que recurriera a sus poderes de veto o a un entendimiento de que la vía natural de convivencia en democracia es el diálogo y la negociación.