Como es su costumbre y su cultura política –y ante la sorpresa de propios y extraños–, López Obrador se encargó de hacer público el control que tiene sobre la sucesión presidencial.
Es decir, confirmó lo que aquí hemos dicho durante décadas: que López Obrador aspira a instaurar un “Maximato” en México, al más puro estilo de los populistas del siglo pasado.
Sí, un “Maximato” que relevará las dificultades de una reelección, que es la verdadera aspiración lopista.
Y por esa razón primero seleccionó a los cuatro preferidos: la señora Sheinbaum y los señores López Hernández, Ebrard y Monreal.
Luego dictó las reglas de comportamiento político de cada uno de ellos y, al final, se encargó de que esas exigencias se filtraran a los medios, igual que el diseño de las reglas para imponer su peculiar “Maximato”.
En pocas palabras, resulta que de los cuatro señalados por “el dedo del señor”, –Claudia, Adán, Marcelo y Ricardo–, sólo uno será candidato presidencial, en tanto que los restantes tres tendrán un “premio de consolación”, que decidió y diseñó el propio AMLO.
Sí, según “el dedo divino”, sólo una o uno de ellos será presidente, en tanto dos de ellos serán jefes de las cámaras del Congreso –en un sometido Poder Legislativo–, y el último se encargará de la titularidad de la desprestigiada secretaría de Gobernación.
Sí, un reparto de poder al mejor estilo del pedestre tabasqueño.
Dicho de otro modo, López Obrador anunció el diseño de lo que será su desempeño como “jefe máximo”. O si se quiere, el presidente mexicano avisó a los ciudadanos mexicanos y al mundo que él y sólo él será el poder detrás del trono.
Pero si lo han olvidado, ese “mexicanísimo” poder transexenal no tiene nada de nuevo en la historia nacional y menos en el mundo.
¿Y por qué no es nuevo?
Porque la historia mexicana lo exhibe con toda claridad.
Sin embargo, frente a la peculiar honestidad mostrada por López Obrador, son muchos quienes se llaman a sorpresa por las formas y los modos empleados por AMLO para dibujar la mal llamada “sucesión presidencial”.
Sin embargo, “los sorprendidos” –y los dizque analistas políticos que se llaman a sorpresa por las formas y los modos utilizados por AMLO–, olvidan que en la genética del dictador de Palacio siempre ha existido la tentación del “Maximato”, como regla básica de control político del poder.
Pero vamos por partes.
La ciencia política define el “Maximato” como “aquella etapa de la historia en donde un Estado pierde su autonomía a manos de un círculo político que atrapó el poder total”.
En otras palabras, el llamado “Maximato” político no es más que “el poder detrás del trono”.
Y esa misma fórmula es la que diseñó López Obrador en su reciente encuentro con las cuatro “corcholatas” que él mismo seleccionó, diseñó y alentó, y cuya lealtad ha puesto a prueba en los últimos cuatro años.
Pero tampoco asistimos a una novedad en el comportamiento del líder social y presidente de los mexicanos.
No, la verdad es que el “Maximato” mexicano es una pieza clave de la historia en los populismos mexicanos.
Por ejemplo, luego de la salida de Plutarco Elías Calles del poder y la llegada de Cárdenas, se dio el Maximato durante los dos gobiernos interinos que siguieron a esa etapa de la historia mexicana.
Calles, como todos saben, se convirtió en “jefe máximo” de la revolución mexicana, igual que hoy AMLO pretende ser el jefe de la “Cuarta Transformación”, que será defendida y custodiada por militares y marinos que son el segundo poder real en México.
De esa manera, el Maximato de López Obrador intenta repetir la historia mexicana y pretende colocar a López Obrador a la altura de los más reputados líderes de la historia nacional, a pesar de que el de AMLO no es más que un remedo de gobierno y un fracaso a los ojos de todos.
Lo curioso del tema es que el fracaso en la gobernabilidad de la gestión de AMLO puede ser la coartada perfecta para llegar un paso más allá en las incontenibles ambiciones de poder de López Obrador.
Y es que casos como los de la ingobernabilidad en Chiapas y Guanajuato pueden acelerar las ambiciones de poder sin límite y desembocar en un intento “lopista” de reelección.
Sí, es tal el maniqueísmo y el fanatismo a favor de López Obrador que mañana podríamos escuchar una declaración de López Obrador a favor de la reelección, por razones de seguridad nacional.
Y frente a esa nueva locura sus seguidores aplaudirán sin chistar, como si se tratara de un nuevo mandato divino.
Por lo pronto el Maximato parece el mejor camino del ambicioso sin límite llamado López Obrador.
Al tiempo.