La última entrega de la película “Guardianes de la Galaxia” ha removido sentimientos entre los amantes del Universo Cinematográfico de Marvel (MCU). Y es que, si bien el humor sigue presente en el largometraje, el cierre de la trilogía es emotivo y profundo al explorar la historia de Rocket Raccoon y mostrarnos la crueldad a la que son sometidos los animales en procesos de experimentación. Las escenas son perturbadoras, sin embargo, la realidad supera la fantasía y la película sólo muestra un poco de lo desgarrador que ha sido el maltrato animal, pero también la lucha que se ha librado para combatirlo. En este punto, vale la pena preguntarse desde cuándo empezamos a forjar este vínculo con los animales y qué motivaciones hubo detrás de la idea de protegerlos.
Ilustración 1 . Niños Pepe y Julia Iglesias Calderón, Juan Cordero, óleo sobre tela, Museo Nacional de Historia, 1855.Obtenido de Mediateca INAH.
Los primeros esfuerzos de protección animal
En 1848, en vísperas de las revoluciones que cimbraron a Europa, Karl Marx escribió que la sociedad burguesa deseaba “reparar los agravios sociales para asegurar [su] existencia continua”. Así, desde su visión, la labor de economistas, benefactores, reformadores y miembros de las sociedades para prevenir la crueldad animal, entre otros males, en el fondo buscaba alcanzar mejoras sin revoluciones ni procesos desintegradores. Es decir, deseaban un mundo sin proletariado donde se pudiera desaparecer los comportamientos feroces e ignorantes de la clase obrera y, así, extender la cultura burguesa. Salvo por algunos matices, las ideas de Marx, vertidas en el “Manifiesto del Partido Comunista”, no estaban lejos de la realidad y permiten comprender parte de las razones que llevaron a la sociedad burguesa a proteger a los animales.
Ilustración 2 . Arrieros, Carlos Nebel, Litografía acuarelada, 1839. Obtenido de Mediateca INAH.
Desde la Inglaterra del siglo XVII un sector de la sociedad procuró el cuidado de animales pequeños, como perros y gatos. Sin embargo, la lucha frente al maltrato animal fue tomada como estandarte con el propósito de criticar las prácticas de las clases bajas, a quienes se consideraba las principales instigadoras del desorden y, más tarde, la violencia. Así, los ingleses, pioneros en la causa, aprobaron la primera ley europea de protección animal (1654) con el objetivo de prohibir las peleas y lanzamientos de gallos en los pueblos y ciudades donde los pobres podían descontrolarse. Más adelante, durante el siglo XVIII, los burgueses de la Gran Bretaña impulsaron reformas para prohibir prácticas sangrientas que utilizaban animales y quebrantaban el orden público. Sin embargo, el verdadero impulso para castigar la crueldad animal llegó en las primeras décadas del siglo XIX. En 1824, los ingleses fundaron la primera Sociedad protectora de animales, cuyo modelo fue replicado en Alemania (1830), Francia (1835), España (1855), Estados Unidos (1866), Suecia (1875), Buenos Aires (1879) y México (1890). Todas ellas se asumieron como defensoras de las “depredaciones” hechas por las clases bajas, las cuales alentaban la crueldad entre los niños y trastocaban el progreso alcanzado en las ciudades. No obstante, mientras ello ocurría, la clase alta continuaba practicando la caza e impulsaba la experimentación científica con animales.
La ciencia y los horrores de la experimentación con animales
Al tiempo que los burgueses condenaban el maltrato que los carreteros daban a los caballos y otros animales de carga, o a los gallos utilizados en peleas y lanzamientos, también se escandalizaban ante los olores y enfermedades que los establos y cadáveres esparcían en el aire. Así, a inicios del siglo XIX se resolvió que las zahurdas debían colocarse a las afueras de la ciudad y que debían crearse depósitos para resguardar a los animales que deambulaban en las calles. De forma paralela, las principales escuelas de medicina impulsaron, como nunca, la experimentación con animales en aras del avance médico.
Aunque la vivisección gozaba de apoyo entre la comunidad científica y las clases altas, la burguesía no veía con buenos ojos que un animal (ranas, conejos, caballos, perros, gatos, entre otros) fuera colocado en una mesa para diseccionarlo vivo mientras agonizaba de dolor, máxime cuando no estaba demostrado que su método tuviera alguna utilidad o beneficio. Además, les parecía aberrante que seres inofensivos y leales, como los perros y gatos, tuvieran que ser torturados antes de someterlos a experimentos terroríficos que eran fruto de la ambición de sus practicantes. En ese sentido, la lucha que las sociedades protectoras de animales realizaban en contra de la vivisección no sólo era producto de un imaginario del progreso abrazado por la cultura burguesa, sino también de una actitud cambiante cargada de sentimentalismo y empatía.
Las mujeres y las sociedades protectoras de animales
Fundadas por hombres, las primeras sociedades protectoras de animales otorgaron a las mujeres un lugar simbólico entre sus socios. La mayoría de ellos consideraba que su bondad era necesaria para luchar contra la “fuerza física bruta”. Y si bien muchas abrazaron este discurso, también lo reconfiguraron al pasar de una posición superficial a ejercer un papel activo en la creación de discursos y prácticas para proteger a los animales de la “ciencia masculina”. Así, durante la década de 1870, las mujeres burguesas y de la clase alta discutieron con los defensores de la vivisección, apoyaron su debate en foros científicos y hacia 1880 fundaron una cantidad importante de refugios donde se protegía a los animales violentados y se resguardaba a perros y gatos perdidos. De acuerdo con sus estudiosas, la lucha contra la crueldad animal se había convertido en un estandarte para quienes también eran sometidas a la violencia masculina. En ese sentido, para las nacientes clases medias, la modernidad y la ciencia podían ser crueles y amenazar la aparente tranquilidad de su entorno. Por ello, había que defender la vida.
Ilustración 3 . Cocina poblana, José Agustín Arrieta, Óleo sobre tela, Museo Nacional de Historia, 1865. Obtenido de Mediateca INAH.
* Ángela León Garduño
Es doctora en Historia Moderna y Contemporánea por el Instituto Mora. Especialista en historia de la pobreza y la asistencia social. En 2021 el INEHRM le otorgó el premio “Gastón García Cantú” a la mejor tesis de doctorado de la reforma liberal. Además, en 2022 fue galardonada con el premio “Francisco Javier Clavijero”, del INAH, a la mejor tesis de doctorado en Historia y Etnohistoria. Actualmente es investigadora de la UAEMéx.