El relevo, este año, de directivos en tres de los institutos de alta especialidad de la Secretaría de Salud colocó la arena para una batalla al interior del sector, entre el secretario del ramo, Jorge Alcocer, y una facción que utilizó el caos agudizado por la pandemia para controlar posiciones clave, encarnada en Gustavo Reyes Terán, coordinador de dichos institutos, respaldado por Raquel Buenrostro, actual secretaria de Economía, quien ha estado dotada de una enorme dosis de poder durante el gobierno López Obrador.
La puja de alto nivel abortó, el pasado lunes 15, la designación de un nuevo director en el Instituto Nacional de Medicina Genómica (Inmegen), luego de una cascada de protestas de la comunidad médica, dentro y fuera del organismo, ante evidencias de que Reyes Terán busca imponer en ese cargo a un protegido, el doctor Félix Recillas, sobre el que existen señalamientos de presuntos desvíos financieros y encubrimiento de al menos un caso de acoso sexual por parte de subordinados en otra institución.
Haber puesto en vilo el relevo en el Inmegen –por determinación de las secretarías de Salud y de la Función Pública– supuso una bofetada política para Reyes Terán y atrajo viento fresco sobre el proceso, que se tornó tóxico luego de que incondicionales suyos fueron colocados tanto en la Junta de Gobierno como en el Comité de Auscultación del Inmegen para perfilar su nueva cabeza, tras la salida del anterior director, Luis Arturo Herrera, en febrero pasado. Se generó, igualmente, una atmósfera de mayor certidumbre para los próximos relevos, este mismo año, en dos centros más de alta especialidad: el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER) y el Instituto Nacional de Cancerología (InCan).
Reyes Terán, un especialista en infectología que goza de prestigio en la comunidad que combate la epidemia de VIH-Sida en el país, fue nombrado en octubre de 2019 titular de la Comisión Coordinadora de Instituto Nacionales de Salud y Hospitales de Alta Especialidad, que reúne a más de 25 instituciones en este campo, nacionales y regionales, con el mayor rango dentro de la Secretaría de Salud. Sin duda, sus catedrales de la ciencia médica.
Su arribo al cargo se le atribuyó a Raquel Buenrostro, la entonces poderosa oficial mayor de la Secretaría de Hacienda, a quien al presidente López Obrador le confió desde el arranque del gobierno –entre otras múltiples atribuciones– el control directo de gastos y compras de todo el sector salud, bajo la presunción de que el mismo estaba secuestrado por una enorme mafia de corrupción.
El estilo férreo de trabajo de la funcionaria acabó desbordado por una virtual paralización del sistema sanitario federal –y sin acción penal alguna contra los presuntos corruptos–. A ello se sumó Reyes Terán mediante acciones calificadas como cacerías de brujas, recortes draconianos –se estima que solo en su área hay 9,000 plazas sin cubrir– y creación de grupos de intereses políticos y económicos.
Otra figura que respaldó a Reyes Terán fue el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, cuyo renombre durante la crisis sanitaria lo llevó a cabildear para que su jefe, el secretario de Salud Alcocer Varela, fuera removido y suplirlo en el puesto. Una aliada más fue la también poderosa exsecretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval.
Sin embargo, el escenario ha cambiado mucho. El modelo de la señora Buenrostro –bautizada la “dama de hierro”– devino en desastre durante la pandemia por el covid-19. En enero de 2020 fue designada titular del SAT, y en octubre de 2022, secretaria de Economía. Ella no tiene ya bajo su mano los resortes financieros de antaño, que ahora reposan en el escritorio del titular de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, con quien sostuvo sordas pugnas. Irma Eréndira Sandoval fue expulsada del círculo presidencial y regresó a su cubículo académico en la UNAM. López-Gatell se ha diluido y se le reporta en busca de una posición en el próximo Congreso federal que le aporte algo de brillo –y fuero–. Tras la muerte del Insabi, la estrategia para el sector salud partió casi de cero bajo el eje del IMSS Bienestar.
En consecuencia, la crisis por el nombramiento del nuevo director en el Inmegen tiene un contexto más complejo. Hoy los secretarios de Salud, Jorge Alcocer, y de la Función Pública, Roberto Salcedo, tienen bajo su responsabilidad afinar en el sector un nuevo modelo para armar. Y para ello deben cerrar los expedientes abiertos en cinco años de ensayos y errores.
Bajo ese panorama, el despliegue de imposiciones del señor Reyes Terán sólo puede ser descrito –con sus alardes y filtraciones a la prensa– como una provocación o una apuesta final. Es de esperarse que ello no prospere y que, en contraste, se asome el término de su oscuro ciclo, que casi nadie echará de menos. Habrá que estar atentos al final de esta trama.