MUNDO

Cumbre de Hiroshima y nuevas formas de guerra global

Ningún lado puede aceptar el triunfo total del contrario. | Jorge Faljo

Escrito en OPINIÓN el

Se encuentran reunidos en Hiroshima, Japón, los lideres del G7, el grupo de los siete países más industrializados y ricos de la alianza occidental: Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido.

El encuentro destaca por sus incongruencias conceptuales. La primera sesión se nombró “Hacia una Comunidad Internacional Caracterizada por la Cooperación, no la División y la Confrontación/ la Economía Global”.  Si algo no se acordó fue cómo avanzar hacia un mundo en el que prive la cooperación. Quedó en claro que lo que los une es el ataque a sus enemigos comunes.

Dado que se encuentran en Hiroshima, una de las dos únicas ciudades en el mundo destruidas por bombas atómicas no faltó que depositaran ofrendas de flores blancas a las 140 mil víctimas de la bomba nuclear y sembraran un arbolito. De acuerdo al alcalde de la ciudad se trataba de recordar los terribles efectos de una bomba atómica. Algo ciertamente oportuno ahora que el mundo se encuentra en muy alto riesgo de que la guerra en Ucrania pueda, por cualquier error de cálculo o una mala decisión, convertirse en guerra atómica.

Lo más destacado de este encuentro supuestamente dominado por el espíritu de la cooperación internacional y la no confrontación es el anuncio de una nueva oleada de sanciones contra Rusia. El objetivo declarado es cerrar los mecanismos por los que Rusia ha logrado evadir las sanciones anteriores y de esa manera inmovilizar la maquinaria de guerra rusa.

Es difícil a estas alturas decir si estos países, los del G7 se encuentran o no en guerra con Rusia. Se ha vuelto complicado definir hoy en día el concepto guerra. Estos países y otros más han enviado decenas de miles de millones de dólares en armamento a Ucrania desde el golpe de estado de 2014, para vencer en la guerra civil a las provincias rebeldes de habla y cultura rusa.

Ese flujo de armamentos se multiplicó cuando el conflicto interno se convirtió en internacional. Prácticamente todos los días se anuncia el envío de nuevos tanques, nuevos misiles de mayor alcance, nuevas baterías antiaéreas, nuevos aviones de combate, el entrenamiento de soldados, conductores de tanques y pilotos de aviones. ¿El grupo del G7, está o no en guerra contra Rusia?

A la guerra por medio de un tercero, en este caso Ucrania, se añade otra manera de conflicto: las sanciones. Esta no es una forma novedosa de conflicto. Estados Unidos ha aplicado sanciones contra muchos países. Se dice que las sanciones van contra las elites dirigentes de esos países, mientras que muchos analistas señalan que esas elites logran evadir todo sufrimiento personal y son los pueblos los que sufren la escasez de alimentos, medicamentos, empleo y demás sufrimientos provocados por las sanciones.

La modalidad de guerra de sanciones subió de tono cuando se aplicó contra Rusia. Los primeros castigos surgieron tras el golpe de estado de 2014, que derrumbó al gobierno pro ruso de Ucrania y al que Rusia respondió invadiendo y anexándose Crimea, Crimea de población ruso parlante, para conservar en su poder la muy importante base naval de Sebastopol.

Ante esas primeras sanciones, las de 2014, Rusia reaccionó con un fuerte esfuerzo hacia la autosuficiencia alimentaria que la convirtió, varios años después en una potencia exportadora de cereales. Por cierto, hago un paréntesis, para decir que hace un par de días Rusia aceptó renovar el acuerdo de salida de granos de Ucrania por el corredor marítimo del mar negro. Por esa vía marítima han salido unos diez millones de toneladas de granos. Es curioso como en plena guerra ambos lados del conflicto aceptan establecer excepciones.

Las nuevas sanciones establecidas a partir de 2022 tuvieron como objetivo provocar que el pueblo ruso derribara a su líder, Vladimir Putin y que Rusia quedara prostrada e incapaz de continuar la guerra. Las sanciones fracasaron. Rusia reorientó sus exportaciones hacia otros países, entre ellos India y China. También encontró nuevos proveedores. Pero lo fundamental de su capacidad para evadir los peores impactos de las sanciones ha sido, de nueva cuenta, un esfuerzo de substitución de importaciones y autosuficiencia generalizada.

El pueblo ucraniano, tanto el de habla y cultura ucraniana, cerca del 70 por ciento de la población, como el de habla y cultura rusa, cerca del 30 por ciento, con otras minorías pequeñas, ha sido el que más sufre esta horrible e inútil guerra que es al mismo tiempo un conflicto civil e internacional.

Pero es también innegable que todo el planeta está afectado por esta guerra. La inflación que ha provocado en alimentos, fertilizantes, energéticos se suma a la enorme contaminación que genera el regreso a formas de energía más sucias como carbón y gas de esquisto. Todo ello sin olvidar el mayor evento de contaminación por metano de la historia, el ataque terrorista que destruyó los ductos de conducción de gas con los que Rusia abastecía a Europa.

En la guerra de sanciones la exigencia es que todos tomen partido; que se convierta en una guerra global en la que no se permite la neutralidad de nadie. Por ejemplo, Zelensky, el líder ucraniano acaba de criticar a los países árabes que se hacen de la vista gorda y continúan en tratos comerciales con Rusia.

Al parecer y como chiste podríamos decir que la humanidad es ingeniosa. Sabemos que una guerra nuclear internacional acabaría con la vida en el planeta; tal vez sobrevivirían las cucarachas. Así que se han inventado nuevas formas de agresión que adoptan otros nombres.

En la guerra tercerizada, donde se combate en otro territorio y con tropas ajenas, el sufrimiento y muertes se puede limitar a un país en el que, en nombre de la solidaridad y la ayuda, se concentran los esfuerzos militares de países que le envían armamentos a una de las partes en conflicto.

Luego vienen las guerras de sanciones que intentan destruir economías y cambiar gobiernos mediante el ahogamiento del comercio de algún país. Han sido exitosas en contra de países de mediano y pequeño, tamaño, pero hasta el momento las sanciones contra Rusia no han logrado doblegarla y más bien parecen revertirse en contra de Europa, donde la población parece estarse cansando de su costo en forma de inflación y caída de su nivel de vida.

Podría decirse que estamos ante un enorme y arriesgado experimento. ¿La guerra tercerizada y la guerra de sanciones podrán seguir adelante sin que detonen una guerra nuclear? Esa es la gran apuesta de ambos lados del conflicto. Y es muy probable que se pueda continuar así en tanto que la batalla en Ucrania no tenga un vencedor claro.

Sin embargo, ese conflicto parece entrar en una fase decisiva que puede cambiar su actual estancamiento. Ucrania anuncia una contraofensiva ambiciosa que incluye recuperar a Crimea. Esto es radicalmente inaceptable para Rusia. Por otra parte no se sabe si Rusia se limitaría a anexarse las provincias de habla rusa o intentaría conquistar toda Ucrania, lo que sería inaceptable para la alianza occidental. Ningún lado puede aceptar el triunfo total del contrario.

Así que el mayor riesgo de guerra nuclear es que haya un vencedor definido. La única salida realmente pacífica es mantener la situación actual en una guerra interminable, estúpida e inútil, o mediante un armisticio sin un ganador. Solo así la ganadora sería la humanidad.