Lo que hemos visto en el Congreso en los últimos días confirma la deriva autoritaria del régimen. El gobierno y sus aliados avanzan a ritmo acelerado en el desmantelamiento de las instituciones democráticas y preparan una elección de estado para mantener, ampliar y prolongar el poder al precio que sea.
Los senadores de Morena aprobaron veinte reformas constitucionales violentando el proceso legislativo. Sin ningún escrúpulo, a la víspera del cierre del período legislativo se reunieron con el presidente de la República y con los aspirantes designados en un acto de provocación, luego, plegados al ejecutivo, consumaron un golpe autoritario de poder.
Luego de la abyección, lo senadores del oficialismo se atrincheraron en una sede alterna y aprobaron unilateralmente los cambios; así, la línea presidencial se impuso al parlamento y la facción al diálogo, los acuerdos y la pluralidad.
En tanto, las bancadas de oposición tomaron la tribuna, fijaron posición denunciando el atropello y anunciaron acciones de inconstitucionalidad en contra de las reformas que no alcanzaron el consenso antes de la ruptura.
Ni en los peores momentos del régimen priísta se vieron tales excesos. Es común al final de los periodos legislativos y del sexenio se presenten todo tipo de ocurrencias, pero la desesperación y el nivel de crispación de los legisladores del oficialismo ha generado suspicacias y contradicciones sobre su actuación, para unos, dominada por su ambición de poder, y para otros, una muestra de la desesperación por perderlo.
Cualquiera que sea la motivación, el resultado es desastroso para el país, la destrucción de las instituciones democráticas ha dejado en estado de indefensión a millones de mexicanos, en especial a los más pobres.
Para muestra, una quimio negada a los niños con cáncer. La quiebra del sistema de salud es uno de los daños más severos y dolorosos que se han cometido: el desmantelamiento del seguro popular, el saqueo del fondo de enfermedades catastróficas, la creación sin sustento del Insabi, ahora desaparecido para recrear el IMSS Bienestar, sin resolver el desabasto de medicamentos y la falta de servicios, acredita la voracidad del gobierno para disponer de todos los fondos y su incapacidad para garantizar el derecho constitucional a la salud.
A lo largo de la historia se ha demostrado que la concentración del poder, la fácil oferta populista y la imposición de una camarilla no es el camino para resolver las grandes demandas sociales, al contrario, la falta de contrapesos envilece al poder y la generación de pobreza se convierte en el sustento de la dictadura. El autoritarismo no es la solución.
Ante la consumación de los hechos, parece insuficiente el activismo social y el llamado a la participación ciudadana. Las próximas elecciones son una oportunidad para cambiar el rumbo, pero no basta esperar pasivamente la fecha para ejercer nuestro derecho al voto, es urgente fortalecer la organización y el movimiento ciudadano en favor de la democracia y las libertades.
Actuar de manera organizada y Unidos, es la única alternativa para preservar la democracia y las libertades. México necesita una nueva alternancia a gobiernos de transición y una propuesta social encabezada por un gobierno comprometido con las grandes necesidades de la población, para que nadie se quede atrás.
Marco Adame