El Plan C del presidente Andrés Manuel López Obrador tiene pocas probabilidades de éxito. Para alcanzar dos tercios más uno en el Congreso tendría que producirse un “efecto dominó”, en el que una abrumante mayoría vote por el mismo partido o coalición en todas las boletas que cruzará.
El voto alineado es un comportamiento excepcional en la mayoría de los países democráticos. Aunque en el México dominado por el PRI esto sucedía con frecuencia, en el periodo de alternancia ha prevalecido el voto diferenciado, incluso en las elecciones de 2018.
Obtener el 50% + 1 es una meta más realista. La simpatía que logran algunos candidatos o candidatas a veces se impone al voto razonado de la gente que busca también, con una actitud pragmática, la satisfacción de necesidades personales o familiares.
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Al voto diferenciado también se le conoce como voto estratégico. La decisión de la ciudadanía de no alinear es significativa porque pone en su justa dimensión a las y los votantes ideológicos, porque demuestra el pragmatismo de cumplir expectativas más cercanas a su realidad o para favorecer el modelo de contrapesos en el sistema político.
Los análisis disponibles demuestran un comportamiento razonado por parte de la ciudadanía. Tanto es así, que si Morena y sus aliados revisan con detalle las tendencias de los últimos 23 años podrán corroborar que el presidente López Obrador y los partidos que lo han respaldado obtuvieron ventajas electorales en varias ocasiones gracias al voto diferenciado.
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Por si fuera poco, es evidente que ninguno de las y los aspirantes para las próximas elecciones posee el carisma que tuvieron como candidatos, por ejemplo, Fox en el 2000 y López Obrador en 2018. Si bien ambos incrementaron los porcentajes de voto alineado, lo cierto es que ninguno logró la proeza de superar los dos tercios más uno.
En virtud de lo anterior, es posible especular que el presidente esté considerando convertirse en el factor que podría modificar el paradigma. Por un lado, debido a la confianza que le dan sus niveles de popularidad. Por el otro, al imponer los temas de su interés en la agenda pública.
Desde esta perspectiva, es evidente que el primer mandatario tratará de contrarrestar la polarización que habrá en torno a la llamada 4T. De hecho, casi ha pasado desapercibido su argumento en el sentido de que podría haber “un corrimiento” hacia el centro con su movimiento de transformación.
En contraste, el presidente retomará durante las campañas sus cuestionamientos al Instituto Nacional Electoral, al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y, de manera particular, a la Suprema Corte de Justicia de la Nación bajo el argumento de que su movimiento necesita la mayoría calificada en el Congreso.
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Tratar de conseguir el voto alineado es un objetivo legítimo. Pero en México la presencia del voto diferenciado ha sido una realidad contundente e inobjetable. Y ni con la polarización que se ha impulsado desde hace años no se ve factible ni viable que dé resultados un golpe de timón en el 2024.
Para alcanzar el triunfo electoral con un efecto dominó, el próximo presidente o presidenta tendría que superar los niveles de votación de su antecesor. Las condiciones no están dadas. Por el contrario, en el nuevo ecosistema de información, es factible esperar el voto de una ciudadanía mejor informada, más racional y menos manipulable.
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Aún más. Hasta ahora, tampoco queda claro aún si la estrategia y la narrativa particular que tendrá la candidata o el candidato de Morena abonarán al voto alineado. ¿Cómo se alinearán sus acciones de comunicación con los del presidente para no confundir? ¿Cómo interpretará la ciudadanía —y de manera particular sus simpatizantes— si el presidente les termina imponiendo su agenda?
Pretender el voto alineado y un triunfo tanto o más contundente que el obtenido en 2018 parece un objetivo inviable y desproporcionado. Por lo tanto, la estrategia se tiene que corregir. Si bien la oposición no logra aún posicionar ante la ciudadanía todavía ni un proyecto ni un aspirante con la fuerza suficiente para ser competitivo, la división social tampoco permite augurar éxito en el objetivo de que arrase una sola fuerza.
Recomendación editorial: Alejandro Moreno. El cambio electoral. Votantes, encuestas y democracia en México. México: Fondo de Cultura Económica, 2018.