Dos sexenios incapaces de ponerle unos semáforos a accesos peligrosos al Periférico, mucho menos de concluir un puente atorado en los reclamos de pago de comuneros por ocupación de sus tierras.
Dos sexenios en el intento vano de construir una de las doce líneas de metrobús que se proyectaron con Banobras y su fondo de infraestructura. El logro no fue más allá de unas paradas a medio hacer, abandonadas, y un tramo tan sin idea que se malheredó a la Zona Industrial como vía interna.
Un par de gobernadores que no lograron una sola obra de impacto urbano para un área metropolitana que ya no cabe en sus vialidades esclerotizadas. Doce años de vacío después de una administración de seis que buscó distinguirse, y lo consiguió, por el hacer. “Hechos”, subrayó la propaganda del gobierno del panista Marcelo de los Santos. Lo llamaron “faraónico” por realizaciones como el Museo El Laberinto, el Centro de las Artes en la ex penitenciaría porfiriana de la Calzada de Guadalupe y el Centro de Convenciones, inmuebles que ahora son espacios de eventos oficiales de diversa índole. El hoy jefe del Ejecutivo, Ricardo Gallardo Cardona, prefirió habilitar la torre junto al recinto convencionista del marcelato, destinada a oficinas de la Secretaría de Desarrollo Económico, que encerrarse en los amaderados despachos del Palacio de Gobierno.
Que la vanidad del panista no hallaba suficiente espacio en las planas de los periódicos ni en los tiempos de los noticieros, va. La vanidad es un motor. Que se sepa, sus “humildes” sucesores no prescindieron de ese gusto por el autobombo, lo dicen sus presupuestos ejercidos en propaganda. Probablemente el impacto fue menos porque… les faltó mucho que contenido que insertar en esos espacios pagados.
El sucesor de Marcelo, su ex empleado y crítico recurrente una vez que fue gobernador, Fernando Toranzo Fernández, a lo mucho se montó sobre una obra con recursos municipales, el deprimido de Muñoz, para decir que su administración “hizo” algo. Al alcalde Mario García no le quedó más que un prudente paso a un lado. El proceso de obra fue un margallate de protestas vecinales porque los dejó sin espacio para estacionar, retrasos e incomodidades. El sexenio gemebundo de Toranzo, pues se la pasó en quejas por los problemas “heredados”, se fue en cocinas de leña como mantra de desarrollo social. Recibió de Banobras el proyecto de las doce líneas del metrobús, pero no hizo una sola.
Y a su sucesor, Juan Manuel Carreras, el tiempo se le fue en nada. Se entercó en mantener a un secretario de Desarrollo Urbano, Vivienda y Obra Pública para el olvido. El señor está bajo proceso en su domicilio, en consideración a su edad. Lo ocurrido con la única línea de metrobús que intentaron hacer dibuja las dimensiones de la incompetencia de esa administración para realizar obras: estuvo en manos de tres dependencias y ninguna pudo.
Después de dos sexenios en los que una pavimentación era un evento inusual, el campo de oportunidad está mejor que puesto para un gobernante dispuesto a hacer. Haya sido como haya sido, pero hacer. Importa el resultado, no el proceso, es una vieja escuela. Los potosinos tienen en mente el inigualable Parque Tangamanga 1 de 400 y pico hectáreas que dejó Carlos Jonguitud; los negocios inmobiliarios que se hicieron a un lado, se recuerdan mucho menos.
Apenas llegar, el gobernador Ricardo Gallardo Cardona no tuvo más que poner semáforos en el Periférico, donde los pedían a gritos desde hace una década, y repavimentar la vialidad, para “hacerse notar”. El arranque en imagen como “gobernador realizador” tuvo un referente invaluable: el pobre kardex de obra de sus antecesores.
Gallardo entró en un frenético hacer obra por encima de leyes de adquisiciones, de transparencia y de presupuesto y gasto público. Se hace porque se hace. La planeación es lo de menos. Y como la oposición ni merece ese nombre, calladita en un rincón, peleada consigo misma, moralmente jodida, ni quién exija que se cumpla la exposición pública de los datos de obras, gasto, asignaciones, origen de los recursos y demás.
Gastar 500 millones de pesos del erario en una arena para charrería y espectáculos populares, mejor que aplicarlos en urgente infraestructura hidráulica, habla de las prioridades verdaderas de este gobierno. Y anunciar como “atirantado” un puente al que le han adosado unas estructuras externas de metal y unos tendederos con tubos de luz con meros fines decorativos, pasa a los terrenos de lo ridículo.
Nada que ver con la estructuración de un puente atirantado, como El Baluarte, en la autopista Durango-Mazatlán, o el Mezcala en la Autopista del Sol. En los puentes atirantados, las cargas del peso son transmitidas directamente a las torres de soporte a través de cables o “tirantes” anclados en la plataforma del puente. Los cables son elementos estructurales clave; en el puente de Gallardo, los cables no tienen ninguna función estructural y el puente no puede ser llamado “atirantado”. No hay “cables” de soporte, sólo una maya de focos-tubo. Es una simulación llamativa, nada más. Desde luego que de inmediato resultó tentador para los ladrones de cableado que nadie controla. Es el “atirantado fake”, puente charrasclano, guarrete, nacarando, o si se quiere, sólo ornamentado (y de muy discutible gusto), eso es.
Lo demás es tratar de confundir lo luminoso con los foquitos.