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¿Prohibido editorializar?

La editorialización de la información no debe ser motivo de estigmatización, descalifi-cación o censura. | José Antonio Sosa Plata

Escrito en OPINIÓN el

El debate sobre si se debe editorializar o no la información noticiosa sigue entre el gobierno federal y algunos medios de comunicación. El presidente Andrés Manuel López Obrador lo reactivó la semana pasada durante la participación del secretario de Marina, José Rafael Ojeda, al exponer en la conferencia matutina las presuntas falsedades de un reportaje sobre la producción de fentanilo en nuestro país.

Mantener la discusión sobre el tema es importante, pero no debería ser motivo de estigmatización, descalificación o censura por parte de ninguna autoridad. Con el nuevo ecosistema de comunicación, asistimos a una transformación y evolución acelerada de los géneros periodísticos, que sin duda están abriendo nuevas ventanas de oportunidad para fortalecer la libertad de expresión y el derecho a la información.

Si nos ajustamos a las definiciones convencionales editorializar es, en sentido estricto, publicar un editorial. Sin embargo, la palabra también aplica cuando se incorporan en forma premeditada opiniones personales o de la empresa de comunicación en informaciones noticiosas, ya sea a través de sesgos, comentarios o críticas. En la actualidad, la realidad demuestra que separar información de opinión resulta muy difícil.

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Desde que surgieron los primeros medios de comunicación masiva, los géneros periodísticos se fueron imponiendo hasta conformar un modelo profesional que pretendía ser atractivo, objetivo, imparcial y equilibrado. Sin embargo, la división tajante que establecía entre los conceptos relacionados con la información y la opinión se fueron desdibujando con el paso del tiempo, porque no se adaptaban a la realidad política ni a las características esenciales de la lucha por el poder.

La editorialización de la información se concibió desde un principio como una interpretación subjetiva que ha servido a los editores de los medios y a los profesionales de la comunicación para organizar su trabajo, orientarlo y lograr efectos políticos y emocionales distintos en las y los receptores. No obstante, en distintos países, momentos y circunstancias algunas autoridades han pretendido la separación absoluta entre dar información objetiva y emitir opiniones con el supuesto fin de evitar cualquier proceso de manipulación.

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El objetivo principal de los géneros periodísticos ha sido, es y será crear productos diversos de comunicación atractivos, confiables, creíbles y monetizables. Al reunir estas características, dichos géneros no solo cumplen con el mantenimiento de un negocio legítimo y lícito, sino también se mantienen como la base para conformar un poder que sirve de contrapeso a los poderes institucionales de cualquier sistema político.

Por lo anterior, la democracia moderna no se puede concebir al margen de los medios de comunicación. Tampoco de los medios digitales y redes sociales. Pero también es cierto que se han agudizado algunas expresiones negativas que no se pueden ignorar. Por un lado, está la circulación de noticias falsas, la apología de la violencia y el incremento de la violencia verbal. Por el otro, los delitos de acoso, bullying o violencia de género —entre muchos otros— que se llevan a cabo desde las redes sociales.

Consulta: Susana Domínguez Quintas y Montserrat Duval Avendaño. "La necesaria transformación de los géneros: del papel al ciberperiodismo", en Historia y Comunicación Social, número 18, 2014, pp. 187-197.

La transformación de los géneros ha sido profunda y por lo mismo ha tenido diversos efectos en los medios y en la sociedad. Hoy los medios pueden informar y entretener al mismo tiempo. También tienen el derecho y la libertad de difundir cultura y educar de manera simultánea con formatos entretenidos o divertidos, que antes no se justificaban. Sobre todo en los medios públicos.

En el mismo sentido, hoy no tendría que haber ningún problema para nadie por el simple hecho de informar y editorializar al mismo tiempo. Los sesgos para influir desde los espacios noticiosos, sujetos a la objetividad y veracidad, siempre han existido. Aunque antes eran más sutiles. La distinción entre la información y la opinión que se ha buscado en México en fechas recientes es absurda y regresiva.

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En una sociedad democrática avanzada no hay razón para subestimar a la sociedad bajo el argumento de que se le puede manipular por no tener la capacidad de diferenciar entre un dato o hecho objetivo y una opinión. Editorializar es una acción legítima, a la que todas y todos tenemos derecho. Por si fuera poco, editorializar no significa engañar ni falsear la información.

Editorializar es sano para la democracia. Es conveniente. Lo es para la sociedad pues las opiniones personales también son útiles para dar contexto a la información noticiosa que se presenta. Insisto. Los enemigos de la libertad de expresión son las noticias falsas, las campañas sucias y la manipulación informativa, de manera particular la que se aleja de los más elementales valores de la ética.

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¿Se les puede exigir a los personajes políticos que al momento de dar una conferencia de medios se circunscriben en forma estricta a la información veraz, objetiva e imparcial basada exclusivamente en hechos inobjetables y datos duros? ¿Se puede aceptar la opinión de los comunicadores o de las y los ciudadanos que utilizan las redes sociales solo para los temas y objetivos que más convengan a las autoridades?

Con las nuevas tecnologías emergió un nuevo periodismo: más dinámico, más provocador y más audaz. Los géneros periodísticos como los conocimos el siglo pasado ya no nos sirven. Sus definiciones, funciones y alcances dejaron de ser útiles. Estamos frente a un nuevo paradigma y la mayoría de quienes dirigen y trabajan en los medios lo saben. Es hora de que lo terminen de entender también quienes, desde el poder público, aún se aferran a las ataduras del pasado.

Recomendación editorial: José Luis Zurita, Javier Serrano-Puche y Marta Gil Ramírez (coordinadores). Comunicación periodística ante los nuevos retos. Madrid, España: Editorial Gedisa, 2018.