#RETRATOHEREJE

¿Qué “corcholata” es más apoyada por gobernadores?

Integrantes de los propios equipos de los precandidatos aseguran que a ellos les resulta claro que es el secretario de Gobernación quien más ha logrado cerrar pactos con mandatarios estatales | Roberto Rock

Escrito en OPINIÓN el

Ser gobernador hoy y tomar partido en favor de uno (o una) de los finalistas para la sucesión presidencial del próximo año se antoja un deporte de alto riesgo. Al menos desde enero pasado, las señales de Palacio son confusas en el mejor de los casos, si es que no contradictorias.

Gobernadores de diversos partidos políticos -incluso opositores- consultados por este espacio aseguran que las reglas del juego parecen ser expresar simpatías y extender apoyos en metálico lo mismo a (mencionados en orden alfabético) Marcelo Ebrard, Adán Augusto López, Ricardo Monreal, que a Claudia Sheinbaum, jefa del gobierno capitalino.

Sin embargo, integrantes de los propios equipos de los precandidatos, que han aceptado el triste papel de “corcholatas”, aseguran que a ellos les resulta claro que es el secretario de Gobernación quien más ha logrado cerrar pactos con mandatarios estatales, seguido por la jefa del gobierno de la ciudad de México, luego el canciller y finalmente el líder senatorial.

De acuerdo con estos reportes analizados, que han sido nutridos con bitácoras de viajes de los aspirantes y otros informes, López Hernández cuenta con el respaldo cada vez más abierto de los gobernadores morenistas de Baja California Sur, Manuel Castro; de Sinaloa, Rubén Rocha; de Nayarit, Miguel Ángel Navarro; de Chiapas, Rutilio Escandón, y de Tabasco, Carlos Merino.

El político tabasqueño ha cultivado nexos con diversas regiones del país desde que llegó a la gubernatura de su estado, en diciembre de 2018, y esta labor la reforzó, con una plataforma muy favorable, luego de que en agosto de 2021 fue designado al frente del palacio de Bucareli. En toda ocasión en que el presidente López Obrador se refugiaba en el rancho familiar de Palenque, siempre estuvo ahí la presencia de López Hernández, con quien comparte una larga y estrecha relación desde que ambos eran adolescentes.

Personaje de mecha corta y lengua dura, como todo originario del trópico mexicano, el titular de Gobernación no ha dudado en lanzar ataques feroces y públicos contra algunos gobernadores, de casa o de oposición. Pero luego concilia, apoyado en las destrezas políticas y la experiencia como comunicador de su principal operador, el subsecretario César Yáñez, quien durante más 20 años acompañó como vocero y aliado a López Obrador y sin duda uno de los más capaces de descifrarlo a profundidad.

Claudia Sheinbaum ostenta también cartas credenciales de lealtad y eficacia con el Presidente, aun a costa de cargar costos político ajenos. Hasta mediados de enero pasado lucía caminando sin sobresaltos hacia la candidatura, pero la reunión con gobernadores de Morena convocada entonces por López Hernández y por el dirigente de Morena, Mario Delgado, insólitamente en el salón principal de Gobernación, sacudió el tablero del proceso que, hoy sabemos, tuvo que ser despresurizado pues corría el riesgo de una implosión.

Los letreros de “#EsClaudia” que empezaban a menudear por todo el país se diluyeron rápidamente, menos en Veracruz, desde donde el gobernador Cuitláhuac García encabeza la lista de mandatarios estatales favorables a Sheinbaum. Él ha intentado atraer para esta causa a varios de sus homólogos, que sin embargo lo ven como un político bisoño, sin control siquiera sobre su equipo y con riesgo de que el oficialismo pierda la gubernatura local en 2024.

La cosecha de simpatías hacia la doctora Sheinbaum ha provenido del propio trabajo de ésta y se concentra en especial entre sus colegas compañeras de género, entre ellas las gobernadoras de Colima, Indira Vizcaíno; de Tlaxcala, Lorena Cuéllar; Layda Sansores, de Campeche, y en buena medida, Marina del Pilar, de Baja California.

Varios de los mencionados, en uno y otro bloques, han expresado pública y privadamente -pero con menor activismo- simpatías hacia Marcelo Ebrard y para Ricardo Monreal. En este último caso, en especial los que llegaron a la gubernatura teniendo al Senado como plataforma de lanzamiento y al zacatecano como un entusiasta promotor.

Existe, en forma adicional, dos bloques de mandatarios que difícilmente pueden ser identificados abiertamente en la fila de alguno de los simpatizantes, por motivos del todo diferentes. El primer grupo lo forman aquellos que abiertamente eluden toda señal de alienación, cada uno con sus propios argumentos. Ahí están los mandatarios gobernadores de Hidalgo, Julio Menchaca; de Tamaulipas, Américo Villarreal; de Oaxaca, Salomón Cruz, y el recién llegado, Sergio Salomón Céspedes, de Puebla.

El último bloque arrastra una imagen tóxica entre los principales círculos de Morena. Se trata de Alfonso Durazo, que desde el inicio del sexenio exhibió la obsesión de ser primero gobernador y de ahí brincar a la Presidencia. En las mismas anda aún, desentendido de que su estado se ahoga en la violencia. Le siguen dos actores a los que se les ve lejanos, por sus simpatías con el Partido Verde y por algunos aliados impresentables. Se trata de Ricardo Gallardo, de San Luis Potosí, y María Elena (Mara) Lezama, de Quintana Roo.