Carlos y Tomás montaron una motocicleta para dirigirse a recoger un teléfono. Al menos eso dijeron. Eran las 23:20 horas del 13 de abril de 2023, de acuerdo con la carpeta CI-FAZ/AZ-2/UI-1C/D/00284/04-2023, cuando enfilaron por avenida San Pablo Xalpa, en los límites entre Azcapotzalco y Tlalnepantla. Un Versa gris los seguía.
Dejaron atrás un par de calles y se detuvieron frente a una estética. El Versa gris se les emparejó. Como si se tratara de un drive-by shooting, propio de una escena de la película "Los dueños de la calle" (1991) una pistola asomó el cañón ante la mirada desorbitada de Carlos y Tomás. “En ese momento veo que el conductor baja el vidrio de la puerta del copiloto y nos dice algo, pero no oí ya que tenía el casco”, declaró Carlos. Un balazo impactó en Tomás, quien sangraba profusamente del cuello. El Versa arrancó y desapareció entre la noche, pero si algo recordaba Carlos era la sudadera azul del tirador y su corte de cabello tipo militar.
El ataque ocurrió en la colonia San Pablo Xalpa, Tlalnepantla, Estado de México. Sin embargo, Carlos cruzó la avenida Benito Juárez para tocar el botón de pánico de una cámara de Ciudad de México. Policías preventivos llegaron al sitio mientras Tomás era canalizado a un hospital en Azcapotzalco. Horas después, Carlos se enteró que habían detenido al presunto agresor: un individuo de corte de cabello tipo de militar y sudadera azul. Un Versa gris también estaba bajo custodia policial. Según el expediente, se trataba de Fernando Ayala Anaya, de 56 años de edad, conocido como el “Quinto”. Ya en el Ministerio Público de Azcapotzalco, al “Quinto” le tomaron fotos. Resaltaban dos tatuajes en los brazos, uno de la Santa Muerte y otro de una araña. Se le veía sereno, retador, pero lo que sorprendió a los uniformados es que estaba en silla de ruedas.
En Azcapotzalco opera uno de los narcomenudistas más buscados de los últimos años: Jonathan, el “Pegaso”, quien también está en silla de ruedas. Se dice que era jugador de futbol con aspiraciones al profesionalismo, que incluso hace muchos años estuvo en el Tapatío, filial del Guadalajara, pero en algún punto su carrera se frustró y quedó confinado a una silla de ruedas. Pese a haber cierto parecido, los policías no indagaron más. En este punto se suceden una a una las pifias para que el “Quinto” obtuviera, a la postre, su libertad.
Todo ocurrió en un contexto donde la violencia en Azcapotzalco y Tlalnepantla no para. Hace unos días, un joven fue asesinado en la colonia Reynosa por supuestamente vender “cristal”, droga que le encontraron a Cristian, el “Hamburguesa”, cabecilla de la Unión Tepito en esta alcaldía, detenido el miércoles pasado. Néstor Arturo López Arellano, el “20” es otro mafioso que busca clavar el diente en esta zona y por el cual hay una recompensa de 300 mil pesos. No obstante, la detención del “Quinto” se minimizó. Pasó desapercibida y eso dejó un terreno fértil para la corrupción. Resulta que el “Quinto” escondía en su prótesis de pierna el arma de fuego con la que atacó a Carlos y Tomás. Así consta en las fotografías que le tomaron los elementos de la Secretaría de Seguridad Ciudadana. Acorde con los policías, no se dieron cuenta de que allí la ocultaba sino hasta que el sospechoso estaba en galeras. Eso fue suficiente para generar desconfianza en un juez de control. Además, el mismo juzgador les recriminó que si los hechos habían tenido lugar en Tlalnepantla, por qué presentaron al “Quinto” ante la Fiscalía de Ciudad de México. Así como usted lo lee. Sin tomar en cuenta los antecedentes del “Quinto”, quien en 1998 fue detenido por robo a mano armada, el juez ordenó su libertad. El calibre del arma, incluso, coincidía con la lesión de Tomás y el testimonio de Carlos, quien reconoció al “Quinto” por su corte de cabello, sudadera azul y nariz ancha, no sirvió de nada. Tampoco el seguimiento del C2 al Versa gris.
El “Quinto” es conocido en San Pablo Xalpa y en San Pedro Xalpa, donde apenas el 1 de abril se informó sobre un cateo relacionado con drogas. Se le vincula con narcomenudeo, amenazas, lesiones y portación de arma de fuego. Esta alcaldía era controlada por Pedro Ramírez, el “Jamón”, uno de los principales capitanes de la Unión, pero luego de su aprehensión en mayo de 2019, muchos otros quieren levantar la mano. Fue en esta alcaldía donde este columnista dio a conocer que los panteones eran usados para enterrar, de manera clandestina, cadáveres que llevaba el narco, o para incinerarlos como pasó con Karla y Christopher, sacados del BarQuito en 2020. Todo con la complicidad de autoridades de la alcaldía. La liberación del “Quinto” parecería otro capítulo de la impunidad en México, pero no. Es una prueba de que no existe una lucha contra el narco. Es una simulación que va desde el nivel más bajo hasta el más alto. Una simulación que enmascara nuestra tétrica realidad.
Enterado está querido lector y recuerde: el infiltrado es usted.