#LACÁBALA

El agujero verde

Los alcaldes y demás políticos más o menos conspicuos que se pasan al verde no son precisamente unas víctimas de reclutamiento forzoso; el interés político no sabe de inocencias. | Adriana Ochoa

Escrito en OPINIÓN el

En enero de 2021, la exdiputada local y entonces representante del Gobierno del Estado en la Zona Media Rosa María Huerta, se ganó una denuncia pública del Partido Verde Ecologista de México por el reparto descarado de despensas a cambio de copias de la credencial de elector. Los apoyos alimentarios eran unas cajitas paupérrimas, tachonadas de logos del gobierno estatal y demás cacharrería de programas sociales oficiales. Se le acusaba de uso indebido de recursos públicos con fines electorales.

Colorida, intestinal, en esos días dedicó en su perfil de Facebook comentarios insultantes para compañeras de gobierno y de militancias que decidieron tomar caminos diferentes, ante la cita electoral de ese año. Literal, las tachó de “traidoras”, “arribistas” y “malagradecidas” que mordían “la mano de quien les da y les dio de tragar”. 

A la vuelta de 26 meses, la misma y rotunda Rosa Huerta, regidora del Ayuntamiento de Rioverde, anunció su ingreso al Verde con una foto junto a un cartel del partido del tucán, la “V” con la diestra y asida con la mano izquierda a la correa de un aparatoso maxibolso con un logo de Chanel (el modelo original cuesta, seminuevo, entre 3 mil 200 y 3 mil 700 dólares). 

Priista y operadora política esperpéntica del gobierno de Fernando Toranzo Fernández, doña Rosa y su anunciado chaquetazo dio para el humor. Para muchos tricolores fue el tipo de partidas que hacen levantar los brazos al cielo y agradecer la gracia recibida. Que este abandono sea también un indicador de las horas bajísimas del PRI, ni comezón les dio. 

Algunas de las muchas cosas de las que está hecha la política, legítimamente, tienen que ver con aspiraciones y búsqueda de espacios. Se ve poco elegante, pero si no se ve horizonte en un proyecto o instituto político, se cambia de ruta. Es normal, natural, y se diría que incluso justo. Hasta es posible que, como doña Rosa, el cambio la ubique en algo más afín al perfil propio. 

Lo que no es tan normal es el chaqueteo serial de alcaldes al partido gobernante, 13 en la suma y siguen contando, con una versión previa de presiones relacionadas con el uso de recursos públicos, las obras y la traílla que el gobierno de Ricardo Gallardo Cardona y su dominio aritmético del Congreso le ha colocado a la Auditoría Superior del Estado. 

Hay una clara depredación de la pluralidad política que muy tarde sale a reclamar el panismo, cuando la alcaldesa de Catorce, Guadalupe “La Chiquis” Carrillo Rodríguez, renuncia al partido que la llevó dos veces al cargo para “sumarse” al partido del gobernador. 

“La Chiquis” era la cara política de un esquema de control panista en Catorce, con su hermano Juan detrás, sí, pero a la cabeza. Exfuncionario municipal, Juan devino en empresario hotelero en Real de Catorce, restaurantero, inmobiliario y constructor, a la vez que mentor y financiador de campañas panistas. 

Con todo y las presiones gallardistas, los alcaldes y demás políticos más o menos conspicuos que se pasan al verde no son precisamente unas víctimas de reclutamiento forzoso. El interés político no sabe de inocencias. 

En el caso de la alcaldesa catorceña, los primeros en protestar por su cambio fueron los incipientes militantes del Verde que la dirigencia estatal había empezado a atraer, precisamente con la oferta de un proyecto opositor viable al dominio político de los hermanos Carrillo Rodríguez, alcaldesa y empresario. Vivos como el hambre, la dupla que gobierna Catorce midió el espacio disponible para prolongar su proyecto y la muda de piel estaba hecha. 

Los militantes verdes en Catorce se sintieron traicionados y reclamaron. La dirigente estatal del PVEM que los enroló para acabar con la hegemonía de los hermanos Carrillo, Araceli Martínez Acosta, ya no podrá responderles: fue llamada de emergencia a ocupar la Secretaría de Comunicaciones y Transportes que dejó el morenista Leonel Serrato Sánchez.

Desde los primeros meses del gobierno de Gallardo, hubo alcaldes que buscaron el apoyo de sus partidos, procedentes de PRI y el PAN, pero encontraron como respuesta dirigencias en pánico y pérdidas en divisiones internas. En el PAN las quejas llegaron hasta el dirigente nacional Marko Cortés y éste nada movió. ¿A qué se queda un alcalde en un partido dirigido por un tipo con el registro empático de una endivia?

Verónica Rodríguez Hernández, presidenta del Comité Directivo Estatal del Partido Acción Nacional (PAN), se hizo cuerpear de diputados locales y federales para exigir “al Partido Verde para que no aproveche el debilitamiento de recursos que ha propiciado el gobierno federal a los municipios del país para convencer a alcaldes y alcaldesas de sumarse al Partido Verde y recibir apoyo estatal”. Al Partido Verde, que en San Luis no es otra cosa que una franquicia en manos del gobernador Ricardo Gallardo Cardona. Exigió también “al Gobierno del Estado que no permita al partido que lo abandera estos convencimientos”.

De salir, los jefes panistas locales salen tarde. Y lo hacen cuando el Verde gallardista hace festinar que ya tiene 29 ayuntamientos, 13 de ellos por cambio de chaqueta del PAN, PRD y PRI, algunos muy importantes, como Villa de Reyes, sede de parques industriales y de armadoras automotrices, o Rioverde, cabeza de la agrícola región Media.

Los jefes panistas no tienen cara para reclamar: reaccionan tarde porque perdieron un tiempo valioso en resolver sus disputas internas… precisamente buscando la colaboración externa del gobierno gallardista al que no molestan ni con el pétalo de una crítica, ni una expresión de disenso, así sea el Gobernador le dispense un trato faltón y de matoncete escolar a la alcaldía que tiene en la nómina a muchos enchufados de la dirigencia panista, la de San Luis Potosí que preside en alianza con el PAN el priista Enrique Galindo Ceballos. 

Las referencias y alusiones al trabajo del ayuntamiento capitalino, del alcalde, de la policía preventiva y del organismo intermunicipal de agua han escalado en insultos, descalificaciones y reproches. Va a peor, aupado el gobernador en la inevitabilidad de un estiaje difícil para la capital, pero ni la dirigencia panista, ni los difusos diputados federales ni los locales se dan por enterados. 

En cuanto al PRI, en San Luis es un cadáver viviente con derecho a que los ciudadanos le mantengamos una nómina de mediocres premium, vía prerrogativas. Un montón de materia coagulada de diversa procedencia, gelatinosa y sin vértebras. 

Alcaldes de PRI y PAN descubren que quienes manejan sus partidos no sólo son una cáfila de coyones, sino que además ni proyecto claro tienen, pasmados por el miedo. Y los espacios en política se ocupan, más con un electorado difuso al que ya muy poco le dicen las fórmulas electorales.

Algunos se van por vivos, porque sí ven rumbo, aunque sea un espejismo o la puerta a una dimensión desconocida; otros son menos entusiastas, pero de alguna manera todos, todos, por mera necesidad de sobrevivir políticamente.

El agujero verde se lo traga todo.