Resulta no sólo de risa, sino de risa loca, que todos aquellos que por años cuestionaron “los peligros” de una supuesta “militarización”, hoy se comporten como energúmenos porque la Suprema Corte limitó la dictatorial “militarización” decretada por López Obrador.
Y no hace falta más que recordar las ridículas campañas “contra la militarización” y en repudio a los crímenes de militares, que por todo el país y a través de todos los medios realizaron fanáticos “lopistas” de antaño, quienes hogaño crucifican a ministros de La Corte que, curiosamente les dieron la razón; cancelaron “la militarización” de la Guardia Nacional.
¿Quién no recuerda a López Obrador, Mario Delgado, Manuel Bartlett, además de los “ridiculistas” –que no cartonistas–, motejados como El Fisgón y Hernández Rape, además de decenas de “narco-morenistas” que en los tiempos de Calderón y Peña exigían rabiosos el regreso de militares y marinos a sus cuarteles?
¿Quién no recuerda, por ejemplo, miles de cárteles por todo el país de: “¡No a la militarización!” y las ridículas campañas de: “¡No más sangre!”, que salieron del odio y el fanatismo “anticalderonista” y de los delirantes dibujantes de La Jornada?
Pues resulta que hoy, todo ese odio, ese fanatismo y esa polarización ya quedaron en el olvido y todos esos lopistas están de vuelta más rabiosos y más delirantes que nunca… pero en defensa de “la militarización” que impugnaron por años y que hoy propone el tirano de Palacio.
¿Qué fue lo que pasó? ¿Por qué ese cambio de 180 grados en aquellos que ayer repudiaban la militarización y hoy la aplauden? ¿Acaso perdieron la razón? ¿O será que el poder los enloqueció?
No, la verdad es que la respuesta la conocen todos quienes han estado atentos a la evolución de la impostura llamada Cuarta Transformación y aquellos que han seguido la historia del impostor López Obrador.
En efecto, hoy queda claro que la lucha contra la militarización no era más que “una patraña engañabobos”; un recurso para golpear a los gobiernos de Calderón y Peña; una estratagema para engañar a los incautos sobre los supuestos valores democráticos de López Obrador y su claque.
Patraña igual de mentirosa que la “honestidad valiente” que hoy se desmorona con el derrumbe del INAI, provocado desde Palacio para justificar el descomunal saqueo de dinero público.
Engaño igual de monstruoso que el “primero los pobres”, que terminó en la depredación de los que menos tienen a cambio de dádivas y votos; igual que cientos de promesas falsas del mitómano López Obrador.
Pero acaso el mayor ridículo de todos –un auténtico insulto a la historia, a las luchas estudiantiles de 1968 y 1972 y al periodismo y la literatura–, sea hoy la entrega de la Medalla Belisario Domínguez a esa parodia del 68 mexicano llamada Elena Poniatowska, a quien utilizaron desde el presidente López Obrador hasta los senadores de Morena y medios como La Jornada.
En efecto, “Elenita” –como es motejada en la jerga del periodismo y las letras–, por años fue emblema de las luchas estudiantiles de 1968 y 1971 y del repudio contra la represión, al extremo de ser la responsable de ese otro mito de la represión, llamado Rosario Ibarra de Piedra.
Sin embargo, “La Poni”, como también le llamaban por el apocope de su apelativo, en realidad siempre fue una consumada plagiaria de la narrativa más emblemáticas de las causas estudiantiles del 68 y el 71.
Y sólo basta recordar que Luis González de Alba, el escritor, periodista, luchador social, además de crítico feroz de AMLO, no mostró comedimiento alguno cuando investigó y probó que todos los escritos de Elena Poniatowska sobre el 68 mexicano no eran más que vulgares plagios.
Sí, una plagiaria más aliada de López Obrador. Peor aún, a pesar de la dureza de las pruebas aportadas por González de Alba, “La Poni” nunca dio la cara y siempre fue defendida por la claque del periodismo militante de los diarios unomásuno y La Jornada, en donde fue catapultada como lo que nunca fue; periodista y menos escritora.
Y la mejor prueba de que “Elenita” fue usada como vulgar parodia de las gestas estudiantiles del 68 mexicano, es que el tirano López Obrador no se atrevió a acudir al evento de la entrega de la Belisario Domínguez en el Senado para encabezar la ceremonia.
En su lugar mandó a un sirviente como Jesús Ramírez Cuevas, quien orquestó un escándalo en donde una senadora defendió la militarización lopista desde la tribuna, al tiempo que repudió el resolutivo de La Corte, contra la militarización.
Sí, desde Palacio usaron y desecharon a Elena Poniatowska, la “escritora” y “periodista” plagiaria no fue capaz de protestar; hizo lo único que sabe hacer; comparsa del dictador López Obrador.
Y si dudan de la impostura de “Elenita”, vale recordar que la CNDH fue secuestrada por Rosario Piedra y que “La Poni” nunca se atrevió a cuestionar la muerte del máximo órgano defensor de los derechos humanos.
Así la impostura de quien recibió la Medalla Belisario Domínguez.
Al tiempo.