INTELIGENCIA ARTIFICIAL

Inteligencia artificial, GPT-4 y sus dilemas

Hay que aprovechar los desarrollos tecnológicos, como la IA, con un alto grado de conciencia, sin maleficencia, ponderando la beneficencia, la igualdad y la justicia social. | Leonardo Bastida

Escrito en OPINIÓN el

Todas las noches, Theodore llega a casa e inicia una conversación con Samantha, un sistema operativo que está programado para poder entablar un diálogo con una persona en tiempo real, abordando cualquier temática y con la capacidad de constante retroalimentación para que las conversaciones fluyan sin obstáculos. Dedicado a escribir cartas de amor a personas que así lo solicitan en línea, Theodore está a punto del divorcio por lo que su vida tuvo un trastocamiento y encontró la forma de entablar un vínculo con un sistema operativo con voz de mujer. En esas charlas, el mecanismo digital le plantea cuestionamientos sobre su actuar, le da consejos, lo escucha, se divierten y se genera un intenso vínculo entre ambos.  

Lo anterior es el argumento principal de la película “Ella”, estelarizada por Joaquin Phoenix, estrenada hace una década, trazando un escenario que parecía lejano, capaz de cumplirse en algunas décadas. Sin embargo, en las últimas semanas, uno de los temas que más han llamado la atención a nivel global es el del GPT-4, cuyo lanzamiento oficial fue el pasado marzo.

Este es un sistema de inteligencia artificial, que funciona por medio de una aplicación denominada ChatGPT, un modelo de lenguaje que se mantiene en constante evolución, entrenado para mantener comunicación con cualquier persona y en cualquier idioma. Su mecanismo de funcionamiento analiza las palabras que se le escriben, las ordena, les otorga un sentido, las interpreta y luego genera una respuesta conforme a la información con la que fue configurada. El grado de precisión que ha alcanzado en esta nueva versión, pues ya se contaba con el GPT-3 en diciembre, es tal, que puede resolver problemas más complejos. 

En su propio sitio de internet se muestra, a través de un video, como el sistema es capaz de ordenar la agenda del día de una persona; escribir un haiku sobre un bosque tranquilo, responder a preguntas concretas sobre escenarios no conocidos, ser un tutor académico personalizado, entre otras funciones, y se jacta en ser la primera experiencia de este tipo de gran escala y accesible para las personas. 

Su culminación es producto de un largo devenir de la inteligencia artificial, un concepto irruptor en el imaginario colectivo desde que el escritor Issac Asimov escribió sobre Robbie, ese robot cuya función era cuidar menores, pero que genera vínculos afectivos con los mismos o sobre ese robot que determina que no pudo haber sido creado por los seres humanos y entra en un debate existencial, o aquel que puede leer el pensamiento humano o ese que se rebela a la autoridad humana. Todas estas historias conglomeradas en “Yo Robot”, una obra no sólo literaria, sino también ética, pues a la par de esas historias, todas ellas hiladas por problemas morales y éticos, propone tres principios para la interacción entre seres humanos y robots: un robot no debe dañar a un ser humano o, por su inacción, dejar que un ser humano sufra daño; un robot debe obedecer las órdenes que le son dadas por un ser humano, excepto cuando estas órdenes se oponen a la Primera Ley y un robot debe proteger su propia existencia hasta donde esa protección no entre en conflicto con la Primera o Segunda Ley.

Durante la década de los 50, a la par de la publicación de la obra literaria de Asimov, Alan Turing desarrolló un test para corroborar si las máquinas tenían la capacidad de dar ciertas respuestas. A la par, un grupo de especialistas se congregó en la Universidad de Darmouth y propuso el término de inteligencia artificial y abrió un campo de estudio al respecto bajo la hipótesis de que el pensamiento no es una actividad exclusivamente humana y puede ser replicada a través de mecanismos computacionales. 

Así, en la década de los 60 se introduce al primer robot a una línea de producción en la compañía General Motors y se desarrolla el primer chatbot capaz de sostener una conversación en inglés. Tras un ligero estancamiento, en los 80, se propone el concepto de retropropagación, consistente en un algoritmo capaz de encontrar parámetros a fin de minimizar errores y se comienzan a hacer pruebas de aprendizaje supervisado para que los mecanismos con este tipo de inteligencia disminuyan sus errores. 

El siglo XX termina con el desarrollo de Deep Blue, una computadora capaz de jugar ajedrez por sí sola, y que gana a los mejores jugadores del deporte ciencia del mundo. El nuevo siglo arranca con Roomba, un robot aspiradora e ImageNet, un cúmulo de millones de imágenes para entrenar redes neuronales artificiales a fin de que pudieran clasificarlas e identificarlas por sí solas, con un mejor rendimiento que el ojo humano. 

Posteriormente se desarrollarían las redes generativas adversarias, consistentes en el uso de dos redes diferentes para su confrontación y generación de nuevos datos, permitiendo la mejora de los dispositivos de imagen y sonido. Un par de años después, sale al mercado el primer dispositivo de asistencia virtual inteligente con interfaz de voz, Alexa. Así como códigos base para la creación de proyectos de aprendizaje automático. 

El siguiente paso fue la aparición de BERT, un modelo de lenguaje capaz de responder preguntas utilizando lenguaje natural y sin supervisión y la creación de Open AI, un conglomerado de inversionistas que buscan poner a disposición del público en general las herramientas de la inteligencia artificial para mejorar la calidad de la información disponible en internet. De esta iniciativa salen GPT4 y el Chat GPT.

Desde algunas décadas se vive una revolución informática, que ha transformado al mundo a tal grado que ha colocado computadoras o dispositivos similares portátiles en cada hogar y en muchas personas, ha reducido las distancias comunicativas de manera sustancial, ha generado espacios digitales alternativos como el metaverso, ha modificado a los medios de comunicación y otros mecanismo, y ahora, apuesta por el uso de ciertas formas de inteligencia. Los debates éticos han sido, y continuarán siendo amplios, por mucho tiempo. 

Las preguntas son múltiples, desde el impacto ambiental del uso de dicha tecnología, pasando por la suplencia del ser humano en ciertas tareas, el uso incorrecto de los datos y la información, la manipulación de la información, la inequidad en el acceso a las mismas, la posibilidad de utilizarla en contra de seres humanos, la generación de mecanismos de control, la vulneración de la privacidad y la confidencialidad, la falta de corroboración de la información, entre muchos otros cuestionamientos.  

Como señala Roberto Calasso en “La actualidad innombrable”, la inteligencia ha sido absorbida por los algoritmos, más no así, la conciencia. Y he ahí, nuestro gran reto como humanidad, aprovechar los desarrollos tecnológicos con un alto grado de conciencia, sin maleficencia, ponderando la beneficencia, la igualdad y la justicia social.