Por un largo periodo del siglo XX, México fue referencia de apoyo y solidaridad para muchos países latinoamericanos. Era el refugio de muchos perseguidos políticos que buscaban protección y acá llegaban a vivir quienes huían de los horrores de las dictaduras militares en el “cono sur”, como se decía antes, para encontrar refugio seguro.
En conflictos entre países de la región latinoamericana, la voz de México era la voz autorizada para intentar la solución de las diferencias entre partes. Muchas reuniones de avenencia se llevaron a cabo en México por años. Y así era. La voz de México era potente, autorizada y cordial.
No intentaba ser parte en los conflictos ni metía su cuchara en asuntos de política interna de otras naciones por aquello de la Doctrina Estrada y su no intervención en los conflictos externos y mucho menos en la manera de gobernar y mucho menos en ideologías ajenas a la propia.
Pero aquella jerarquía regional que México ostentó por años devino en rechazo y en algunos casos repudio. Acaso los países de Latinoamérica se sintieron traicionados por México cuando en enero de 1994 se firmó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte con Canadá y Estados Unidos haciendo a un lado los intereses latinoamericanos y las opciones de asociación estratégica, comercial y política con la región.
Así que poco a poco los latinoamericanos –sin México– comenzaron a tomar decisiones unilaterales o a resolver sus conflictos buscando otras opciones mediadoras: Brasil, por ejemplo o más lejos, Europa, por ejemplo.
Así que por lo menos en unos veinte años a México comenzaron a hacerle el feo los ‘países hermanos del sur’. De aquellas viejas glorias, como “el chorro de voz”, sólo quedaba un chisguete. México había perdido el liderazgo latinoamericano.
Pero tampoco parece haberles importado mucho a los gobiernos que corren de fines de los noventa y hasta 2018 cuando el presidente mexicano de la 4T decidió que había que mirar hacia el sur y defender las causas del socialismo latinoamericano…
Y por tanto buscó las simpatías y los buenos saludos de gobiernos como el de Nicaragua, Bolivia, Argentina, Chile, Honduras… y sobre todo Cuba, digamos que sus afinidades electivas. Y está bien, de hecho esto mismo habían hecho los gobiernos priistas de tantos años, cuando recibieron aquí a exiliados que –decíamos– huían de dictaduras militares o de confrontaciones internas de todo tipo.
Aunque esta vez el tono de defensa latinoamericana es más del orden ideológico que del orden plural y democrático. Más en tono de confrontación con Estados Unidos que de organización y defensa de lo latinoamericano, no sólo en contra de cualquier intervencionismo como tampoco en defensa de los derechos humanos y mucho menos de los procesos democráticos.
Si, defender el socialismo latinoamericano es bueno y justo; pero también defender la pluralidad y el derecho de las naciones a decidir en lo interno su futuro político y su destino como nación. No es el caso por ejemplo la defensa que hace el presidente mexicano de Pedro Castillo, ex presidente peruano acusando al actual gobierno del Perú de represor y de espurio. O cuando ha defendido a Evo Morales de Bolivia y lo ha traído a México; o al presidente cubano Miguel Díaz–Canel a quien ha otorgado todas sus simpatías. Y está bien. Pero ¿lo han pedido los países latinoamericanos? No.
Pero en todo caso ese apoyo a los gobiernos y a los pueblos de Latinoamérica está a prueba hoy mismo. El 27 de marzo pasado murieron en Ciudad Juárez, México, 40 migrantes de diferentes nacionalidades de América Latina. Muchos otros están gravemente heridos: guatemaltecos, hondureños, salvadoreños, colombianos, venezolanos.
El gobierno de México reaccionó mal y de malas. El presidente mexicano en su primer mensaje luego del incendio en el albergue del Instituto Nacional de Migración (INM) dijo que ellos mismos se habían causado el daño mortal porque supieron que serían expulsados a sus países de origen…
Al día siguiente ya la cosa era distinta y se reconoció la negligencia criminal de los vigilantes que tenían la custodia de los sudamericanos.
Al mismo tiempo el presidente negó enfático que por lo pronto hubiera que despedir a los funcionarios responsables de la tarea migratoria: Adán Augusto López –Gobernación–; Marcelo Ebrard –Relaciones exteriores–; pero sobre todo el presidente mexicano defiende a capa y espada al Dr. Francisco Garduño Yáñez, Comisionado del INM: todos ellos autoridad responsable.
Afirma que la investigación está en curso, como si hubiera mucho que investigar frente a lo que ocurrió a ojos vista a través de videos conocidos.
¿Quién es responsable? Acusó a la prensa de querer quemar con leña verde a diestra y siniestra sin conocer los resultados “de las investigaciones”. Una píldora que los países de Latinoamérica que perdieron a sus connacionales no aceptan. Y ya exigen la destitución y puesta en ley de los responsables últimos…
El presidente aseguró el 10 de abril que “El Salvador, Guatemala, Venezuela y Colombia tienen razón en pedir la renuncia de autoridades migratorias mexicanas por la muerte de 40 migrantes por el incendio en una estación provisional de Ciudad Juárez, Chihuahua, pero aún no concluye la investigación para castigar a los responsables”.
¿Cuándo concluirá esta investigación? ¿Sólo los cuatro detenidos tienen la culpa? ¿Se alarga el tiempo para dar a conocer a los responsables finales como ha ocurrido con la tragedia en la línea 12 del metro de Ciudad de México y decir que nadie –no los responsables principales– fueron culpables?
Es el momento para que el presidente mexicano muestre esa pasión latinoamericana y cumpla y haga cumplir la ley para castigar a los culpables de lo ocurrido en Ciudad Juárez, sean del nivel que sean, sin mentiras ni perdones o defensas políticas. De otra manera no se podrá confirmar esa pasión por los ‘países hermanos del sur’ algunos de los cuales hoy exigen justicia en México. Sólo eso: Justicia.