El gobierno de Nayib Bukele, que ha emprendido radicales medidas contra la delincuencia, ha polarizado El Salvador donde sus seguidores leales respaldan sus medidas y los oponentes critican su presunto estilo autoritario y dictatorial.
La crítica mayor es su supuesta falta de respeto a las instituciones democráticas que, según sus oponentes, las pisotea.
El actual presidente de El Salvador, y su gobierno emanado de una coalición entre el partido político Nuevas Ideas, fundado por Bukele, y la Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA) rechaza la visión de representantes de organismos humanitarios que lo cuestionan por encarcelar a miles de miembros de las bandas de los Maras.
Desde que asumió el cargo en junio de 2019, Bukele ha implementado una serie de políticas y programas, algunos de los cuales han sido ampliamente elogiados, mientras que otros han generado controversia.
Entre los éxitos de su gobierno se encuentran: El lanzamiento del programa "Territorios Libres de Violencia", que ha reducido significativamente la tasa de homicidios en el país.
También destaca la implementación de medidas para hacer frente a la pandemia de covid-19, que fueron muy eficaces en la contención del virus en el país.
Entre sus éxitos destacan el lanzamiento de programas sociales y económicos destinados a apoyar a los ciudadanos más vulnerables, incluyendo el programa de ayuda alimentaria "Quédate en Casa".
Sin embargo, también ha habido críticas sobre ciertas políticas y acciones de su gobierno, como la destitución de los magistrados de la Corte Suprema de Justicia y del fiscal general en 2021, lo que fue considerado por muchos como una violación a la separación de poderes y al estado de derecho.
La detención y deportación de migrantes salvadoreños de otros países, sin garantizar sus derechos y la atención debida ha sido el detonante en las críticas.
El uso de la fuerza militar para imponer medidas de cuarentena durante la pandemia generó preocupaciones sobre la militarización del país y de ahí la andanada de críticas no ha cesado contra este joven gobernante centroamericano que concita admiración, de un lado, y preocupación del otro por parte de quienes defienden las garantías del hombre.
En términos de seguridad, el gobierno de Bukele ha implementado medidas agresivas contra las pandillas o "maras" en El Salvador. Por ejemplo, en 2019, el presidente Bukele lanzó la "Operación Control Territorial", que involucró a la Policía Nacional Civil y al Ejército salvadoreño en esfuerzos para combatir la violencia y reducir la presencia de pandillas en las comunidades.
Desde entonces, se ha informado de una disminución en la tasa de homicidios en el país.
Respecto a las medidas tomadas por el gobierno para combatir a las maras, ha habido algunas críticas de organizaciones internacionales de derechos humanos sobre la efectividad y la posible violación de los derechos humanos.
Amnistía Internacional ha expresado preocupación por la posibilidad de que las medidas implementadas por el gobierno puedan llevar a más detenciones arbitrarias y a la tortura de los presos.
Bukele se ha consolidado, más allá de sus fronteras, como un líder político latinoamericano. Y frente a las críticas ha cuestionado a quienes lo consideran un dictador y les ha pedido que si tanto les preocupa los derechos humanos de los delincuentes que se los adopten y se los lleven de El Salvador.
El éxito de su gobierno, de acuerdo a la percepción de la mayoría de los ciudadanos que estaban cansados de la delincuencia, es la efectividad de sus medidas y la verdadera disminución en la tasa de criminalidad en El Salvador lo que ha generado debate.
Nayib Bukele, que nació el 24 de julio de 1981 en San Salvador, y se graduó de la Universidad Dr. José Matías Delgado con una licenciatura en comunicaciones y publicidad es un estratega que ha manejado eficientemente su imagen.
Antes de convertirse en presidente de El Salvador, Bukele ocupó varios cargos políticos en el país. Fue alcalde de Nuevo Cuscatlán de 2012 a 2015 y luego alcalde de San Salvador de 2015 a 2018. En 2018, Bukele renunció al partido político por el cual fue elegido alcalde de San Salvador y anunció que se postularía como candidato independiente en las elecciones presidenciales de 2019.
Bukele ha sido descrito como un líder joven, carismático y populista, con un enfoque en el uso de las redes sociales para conectarse con la juventud salvadoreña. Ha sido elogiado por algunos por su enfoque en la transparencia y la lucha contra la corrupción en el gobierno, así como por sus esfuerzos para mejorar la infraestructura y el turismo en El Salvador.
También ha sido criticado por otros por su estilo de liderazgo autoritario y su confrontación con algunos sectores de la sociedad civil y los medios de comunicación.
Su gobierno ha sido acusado de violaciones de derechos humanos, incluyendo la detención arbitraria de críticos y la violencia policial contra manifestantes.
El perfil de Nayib Bukele es complejo y polémico, y es objeto de debate y controversia en El Salvador y más allá de sus fronteras. La revista latinoamericana de ciencias sociales “Nueva Sociedad” indica que el mandatario salvadoreño es presentado como un superhéroe tras levantar una megacárcel bautizada Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot).
Pese a las denuncias de violaciones de los derechos humanos, una población cansada de la extorsión y violencia de las pandillas aclama a Nayib Bukele, cuya popularidad ronda el 90%, refiere en un artículo.
La mega cárcel construida por Nayib Bukele, cuyas fotos recorrieron el mundo, es un calco en papel carbón de cómo el presidente salvadoreño gobierna el país: la obra, promocionada como un gran logro del gobierno, refleja la indiferencia hacia los derechos humanos, la improvisación como respuesta a problemas estructurales, la opacidad de la información y una clara apuesta por sus prioridades populistas.
“Bukele dejó hace tiempo la imagen de presidente cool y suave –famoso fuera de El Salvador por la incorporación del Bitcoin como moneda de curso legal y por su aspecto millennial–; en su lugar, sus políticas cuestionables y autoritarias han provocado que diferentes instituciones internacionales consideren que en El Salvador hay un gobierno de régimen híbrido”, indica Nueva Sociedad.
Bajo un cínico maquiavelismo, el gobierno pretende que va a alcanzar la “verdadera paz” violando sistemáticamente los derechos de miles de personas bajo la justificación de que “los derechos de la gente honrada valen más que los de los pandilleros”.
Pero ¿quién va a diferenciar al Estado violador de derechos humanos de una pandilla de criminales? Por ahora, eso no parece un problema: la popularidad de Bukele supera el 90% en varias encuestas.