GOBIERNOS ESTATALES

¿Y los gobiernos estatales dónde están?

La negligencia y omisión de las entidades federativas es la que ha provocado el desenfreno de la delincuencia. | César Gutiérrez

Escrito en OPINIÓN el

Las injurias y difamaciones están al orden del día. Sin duda muchos traidores al proyecto de nación se esconden bajo la máscara de Judas, mientras los hombres de verde olivo brindan seguridad a todos los mexicanos. Hay pigmeos que usan traje, atacan por la espalda con palabras llenas de traición. Hoy los valores son en sentido figurado, porque prevalecen más los intereses particulares y las redes de complicidad que pululan en los estados y laceran el interés público y social de los ciudadanos.

La negligencia y omisión de las entidades federativas es la que ha provocado el desenfreno de la delincuencia. Recordemos que estos fenómenos denominados macro-criminalidad y necropolítica están presentes en todo momento. La delincuencia no puede funcionar sola, se requiere de protección e impunidad para que los delincuentes puedan andarse paseando sin mayor problema por las calles. No es posible que sean tan ineficientes todas aquellas fiscalías que no pueden perseguir el delito; cuentan con presupuesto, personal administrativo, personal de policía de investigación, peritos, tecnología. Para qué sirven todos estos Centros de Comando, Control Comunicaciones, Cómputo y Contacto Ciudadano, mejor conocidos como Centro de Monitoreo C-4 y C-5, si no hay mantenimiento de las cámaras, si no hay un seguimiento y control de las bandas locales, de las bandas que son brazos armados, de las bandas dedicadas al asalto. ¿En dónde está el despliegue policiaco para prevenir y perseguir el delito?

Las autoridades civiles han hecho lo más fácil, pedir la ayuda del Ejército y que sean ellos quienes tengan los muertos y los enfrentamientos, que sean ellos los sacrificados, que sean ellos los que tengan que ir a la cárcel cuando existan excesos. Eso es alta omisión y no la deben permitir los secretarios de defensa y marina; sus soldados y marinos solo han servido para la perversidad de políticos que buscan denostar el trabajo de esos hombres que solo cumplen órdenes.

Ante esta perversidad, hoy las esposas, hijos, hermanos y padres de los militares, piden justicia. Justicia por esas órdenes de escritorio que no están ajustadas a la realidad, y de las falacias con las que se están conduciendo estas operaciones. Hace muchos años se estilaba la frase “si el mando se equivoca, vuelve a mandar”, esa era la mejor justificación de un mando ignorante que no sabe mandar, porque un error cuesta vidas y la libertad del personal cuesta material, equipo, armamento, vehículos y presupuesto. UN COMANDANTE QUE NO SABE MANDAR, NO LE SIRVE AL EJÉRCITO, porque si se van a hacer las cosas mal, si no se van a respetar las leyes, si no se sabe dar órdenes, estamos destinados al fracaso total.

Por consiguiente, de qué sirve tanta teoría y metodología en maestrías y doctorados, si en la práctica las órdenes escritas NO funcionan. De qué sirve el ego de un uniforme sin honor. No se comprende la necedad de no escuchar el asesoramiento de un subordinado. Porque hoy que han caído esos soldados, no solo es culpa de ellos, también lo es de quienes tienen la ineludible obligación de supervisar y verificar que las órdenes estén bien hechas. Imagínense cuando se lee “ …evite solicitar o decir que no cuenta con personal para cumplir con las órdenes del alto mando…” es una estupidez, es como si dijera no respiren, no coman, no vayan al baño porque tienen que estar en su puesto. La propia historia ya ha demostrado que un mal líder se engaña a sí mismo para escuchar sin novedad, lo cual es ilógico, porque quienes conocen un estado de fuerza, saben que diario hay enfermos, exceptuados, heridos, muertos, atropellados, etc. 

De ahí radica que los escogidos para el ascenso en cada escalafón sean verdaderos líderes en las unidades, responsables de conducir las operaciones con sus hombres. Es su trabajo crear en ellos el espíritu de cuerpo, hacer que esos soldados admiren a un comandante preparado y con conocimiento, no que los teman o respeten por su prepotencia o su ego. La vileza de aquellos que ven al soldado como una matrícula, no pueden ni deben ser comandantes, porque no sirven. El escritorio no da experiencia en la ejecución de las operaciones.

Existen muchos enemigos de todo tipo, tanto externos como internos, pero hay una frase vieja  que habla del equilibrio natural entre los miembros del ejército, “…donde hay parejura, no hay amargura…”. Para que el Ejército ya no tenga problemas se requiere que no inventen órdenes contrarias que contravengan a la Constitución, las Leyes Generales, el Código Penal, el Código Nacional de Procedimientos Penales, etc., para que no tengan que enviar a las tropas a hacer patrullajes o reconocimientos sin información y sin un objetivo claro. Los comandantes de alto nivel deben exigir a esos fiscales que hagan su trabajo de persecución del delito, porque de otra manera seguirán estas anomalías, las cuales no son culpa del soldado, sino de quien NO sabe mandar.