Varias cosas están coincidiendo en los últimos días sobre petróleo y transición energética en México, desde la conferencia sobre “Mercado Mundial del Petróleo” y comentarios favorables sobre el futuro de las inversiones en energías renovables en nuestro país, hasta la visita del Enviado Especial para el Clima de Estados Unidos. Pero esta serie de eventos, más que una casualidad hace reflexionar sobre qué es cierto y qué podría estar en duda sobre la importancia del petróleo y la transición energética en México.
El hecho de que el máximo directivo de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), Haitham al-Ghais, haya visitado territorio mexicano con motivo de la conferencia del Mercado Mundial del Petróleo y aprovechado para dejar claro que el petróleo seguirá jugando un papel relevante durante las próximas décadas, al tiempo que felicitó a la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador por su política energética, por la gran dotación de hidrocarburos de México y por la capacidad de refinación del país, no quiere decir que México esté del todo por la senda correcta hacia la autosuficiencia energética, parte fundamental para lograr la seguridad energética.
Una cosa muy cierta es que el petróleo seguirá siendo importante para la producción de energía en el mundo y en México, basta con pensar que los petrolíferos y petroquímicos aún son necesarios para el consumo energético residencial y esenciales para sectores tan sensibles como el eléctrico, el agrícola y la movilidad, así como para la elaboración y puesta en marcha de maquinaria, pero de eso a que tengamos que seguir esclavizados e inmersos en una producción energética fósil es otra cosa.
En el caso de México, el mensaje del secretario de la OPEP es una verdad a medias; primero porque en términos de política energética el gobierno de López Obrador ha cambiado la narrativa constantemente y en ocasiones de forma contradictoria. Toda vez que la actual administración mexicana no emitió un documento oficial sobre el sector energético, esta política nacional quedó inmersa en la política general de desarrollo delineada conforme a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) tal como se desprende del Plan Nacional de Desarrollo en el que, cabe decir, uno de los principios rectores es el de que «el mercado no sustituye al Estado», pero las cinco veces que se menciona a la seguridad energética se le relaciona con la soberanía del país y los pilares son las empresas Pemex y la CFE. En lugar de una política energética específica, AMLO optó por emitir planes nacionales fragmentados en los que destacan el Plan Nacional de Refinación, el Plan de Negocios de Pemex, el Programa de Desarrollo del Sistema Eléctrico Nacional (PRODESEN) y el Plan Nacional para la Producción de Hidrocarburos. En este último, la meta principal es alcanzar una producción de 2 millones 624 mil barriles de petróleo diarios a finales de 2024 y el aumento de la producción de gas natural a mil 200 millones de pies cúbicos diarios.
Respecto a la gran dotación de hidrocarburos, en términos de números, la Base de Datos Institucional de Pemex muestra que en 2022 las reservas 3P de petróleo de México llegaron a 13.889 millones de barriles de petróleo crudo equivalente (mmbpce), lo que significa una reducción total del 60% con respecto a 2004, año en que se registró un promedio anual de 3.383 mil barriles diarios (mbd) de crudo, el nivel más alto de la producción petrolera mexicana en los últimos 20 años. En el caso del gas natural, la reservas 3P redujeron un 55% de 2012 al 2020, al pasar de 46 billones de pies cúbicos (bpc) en 2012, año del pico de producción de gas natural en México, a 20 bpc en 2020, año del último registro de Statista.
Los datos de las reservas de crudo y de gas natural, pese a los buenos vaticinios del secretario de la OPEP, han llevado al país a reducir la producción de esos combustibles fósiles; tan sólo en 2022, la producción de petróleo llegó a los 1.944 miles de barriles diarios y la de gas natural a 4.768 millones de pies cúbicos, cifras que están lejanas a las metas del gobierno de López Obrador.
Finalmente, si bien tras un esfuerzo de inversión tanto de capital económico como político la administración de AMLO logró elevar un 33% el proceso de refinación de petróleo de México de 2018 a 2022; al cierre del año pasado el Sistema Nacional de Refinación utilizó sólo el 50% de su capacidad instalada, al alcanzar 816 mil barriles diarios de petróleo procesado, lo que evidencia que continúa una fuerte dependencia externa para abastecer el mercado nacional de productos refinados.
A modo de reflexión se puede decir que a pesar de que México se sitúa como el 11º principal productor de petróleo a nivel mundial, lo cierto es que el país ya no cuenta ni con los recursos fósiles ni con el peso que tenía décadas atrás en el mercado internacional del petróleo. En México es necesario virar a otras estrategias; las energías renovables son una opción y no porque el mundo tienda a ellas sino por la necesidad de llenar el vacío que en el futuro dejarán los hidrocarburos. Justo hoy, 21 de marzo, el Enviado Especial para el Clima de Estados Unidos, John Kerry, está de visita en nuestro país para abordar, entre otras cosas, el desarrollo del Plan Sonora, así como la instalación de parques eólicos y fotovoltaicos en Oaxaca. Quizá el compromiso de México con Washington en la lucha contra el cambio climático constituya un buen arranque para iniciar un camino seguro hacia la transición energética y reducir la dependencia de los combustibles fósiles.