Clasificar, ordenar, jerarquizar o cualquier otro intento de buscar una cierta estructura ha sido una obsesión para la ciencia desde el siglo XVIII, cuando se propuso a la taxonomía como una rama de estudio de la biología para el agrupamiento de los seres vivos conforme a ciertas características. En la conformación de dicha clasificación no estuvo exento el ser humano y se buscó acomodar a toda la humanidad conforme a determinados valores, en apariencia, neutrales y con una mera finalidad científica, pero en el trasfondo, se sustentaron en ciertos prejuicios, estigmas, y por qué no, desconocimiento e ignorancia.
Dichos valores tomaban en cuenta factores como el color de la piel de las personas, al cual se asociaban la capacidad de raciocinio, el tamaño del cerebro, ciertas capacidades físicas, determinados comportamientos, algunos hábitos y estilos de vida, posibilidades de desarrollo, pasados históricos, conformaciones identitarias, rasgos definitorios, modos de alimentación, e incluso, prácticas sexuales.
El sustento de estos argumentos era de corte biológico, apelando a la diversidad humana con base en la supuesta evolución de los grupos humanos, encontrando diferencias mínimas, pero, con las cuales, se construyeron teorías sobre las diferencias humanas, llamándolas razas, concepto en el cual se han sustentado teorías, algunas aún vigentes entre ciertos sectores, sobre la supremacía de ciertos grupos humanos sobre otros o de exclusión de algunas personas por determinadas características, entre ellas, las tonalidades de la piel.
Sin embargo, muchos autores y muchas autoras se han preguntado sobre la vigencia del concepto de raza. Uno de ellos, el antropólogo Peter Wade, ha argumentado que “la raza es en realidad una construcción histórico-cultural que ha servido para justificar una jerarquía social basada en la supuesta inferioridad de unas personas o grupos por su fisionomía”. Por lo tanto, no tiene una existencia como tal, sino que, lo realmente existente es el racismo, que puede entenderse como “un sentimiento irracional de superioridad de una persona sobre otra”, sustentado en la raza, el color de piel, el origen étnico y la lengua o el idioma de la persona.
Dicho fenómeno se traduce en realidades como que en Alemania, según el informe “Racismo en Alemania”, elaborado por el propio gobierno germano, 22 por ciento de las y los habitantes del territorio teutón han sufrido algún acto de racismo y dos terceras partes de los delitos violentos registrados en la nación europea tuvieron como motivo “cierta diferencia racial”.
En el caso de nuestro país, 56.5 por ciento de los hombres y 51.3 por ciento de las mujeres han sido discriminadas por su apariencia; poco más de una tercera parte de la población piensa que la pobreza de las personas indígenas se debe a su cultura; casi la mitad de las personas autoidentificadas como indígenas consideran que no se respetan sus derechos y casi 80 por ciento de la población en general considera que las personas indígenas son poco valoradas. De igual manera, más de 60 por ciento de la población en general considera que a las personas indígenas o afrodescendientes no se les respetan sus derechos, según datos de la Encuesta Nacional sobre Discriminación 2017.
Otros datos más recientes, revelados por la Encuesta Proder (Proyecto sobre Discriminación Étnico-Racial en México), realizada por El Colegio de México, indican que las prácticas discriminatorias asociadas al tono de piel, contribuyen a la desigualdad en resultados socioeconómicos. Las personas con piel más clara tienen más del doble de probabilidades de alcanzar un nivel socioeconómico superior, con respecto a quienes tienen la piel más oscura En cambio, las personas de piel más oscura tienen 3.5 veces más chance de mantenerse en un nivel socioeconómico inferior, en comparación con otras.
Ante esos escenarios, señala Wade, uno de los grandes debates al respecto ha sido la continuación o no del uso del concepto raza o de las categorías raciales en los documentos oficiales de los países, sobretodo, en los textos legislativos pues el hecho que se les continúe utilizando podría provocar que las personas consideren que su uso es correcto o que los términos no están en desuso, y los repliquen, al vivirse un proceso de naturalización de este tipo de distinción.
En una revisión reciente de la temática, el antropólogo advierte que los avances genéticos también han reabierto el debate sobre los estereotipos raciales ante la posibilidad de seleccionar algunos rasgos físicos para futuras personas.
Sin embargo, Wade sostiene que, en términos de análisis de contextos socioculturales, es válido utilizar el concepto de raza para poder comprender la serie de vulnerabilidades y abusos a los que se han enfrentado ciertos grupos de población, así como las mermas que han padecido, las formas en que han sido sometidos y se ha justificado dicha acción, las razones por las que están en condiciones de desigualdad, los argumentos por lo que se les ha inferiorizado y discriminado y el impacto de todo lo anterior
En plena conmemoración del 75 aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos, este próximo 21 de marzo, se conmemora el Día Internacional para la Eliminación de la Discriminación Racial, que en esta ocasión, hace un llamado para combatir al racismo y a la discriminación racial para que todas las personas puedan gozar de sus derechos humanos, con énfasis en las libertades.
Una serie de acciones urgentes, ante realidades como las denunciadas por Reem Alabali-Radovan, comisionada federal de antirracismo en Alemania, quien considera que el racismo no solo se presenta como "odio y violencia", sino también en otras acciones, en forma de "microagresiones" rutinarias como la exclusión sistémica de los mercados laboral e inmobiliario, la falta de representación en espacios de poder, la brutalidad policial y la discriminación en la escuela o en los consultorios médicos o en el ámbito laboral.
Uno de los mensajes que deben quedar más claros a propósito de la efeméride es el de que las distinciones biológicas no justifican ninguna diferenciación ni menosprecio hacia ninguna persona. Por el contrario, la diversidad humana enriquece y permite un sinfín de expresiones culturales, de conocimientos y de tradiciones.