Desde 1975, cada ocho de marzo conmemoramos en todo el mundo, el Día Internacional de las Mujeres, fecha que nos brinda la oportunidad de recordar y reivindicar la lucha por los derechos y la participación política de las mujeres en los diferentes espacios de la vida pública y privada. Nos ayuda a reflexionar y visibilizar los avances logrados, los desafíos significativos a superar para lograr una verdadera paridad de género en todos los ámbitos de la sociedad y para alcanzar una vida libre de discriminación y violencia. Las Naciones Unidas este 8 de marzo, coloca en la agenda el tema: “por un mundo digital inclusivo” a lo que debemos demandar que el escenario democrático digital sea también libre de violencia para todos, y en particular para las mujeres.
En este 2023, en nuestro país, podemos hablar de paridad en todo y celebrar que es un mandato constitucional. Sin embargo, aún enfrentamos el gran reto de hacer realidad la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres para acceder a puestos de representación política en los municipios, así como en los sistemas normativos indígenas.
Es necesario recordar a Aurora Meza Andraca, quien en 1936 se convirtió en la primera mujer en ocupar la presidencia de un consejo municipal, por la sede de Chilpancingo, Guerrero. Si bien, desde 1947 las mujeres podían votar en los comicios municipales nos queda claro que a pesar de los años con derecho a votar, el derecho a ser votada es todavía una deuda pendiente.
Los números lo confirman, pues el sistema de indicadores de género del Instituto Nacional de las Mujeres del 2022 muestra que las presidencias municipales sólo son encabezadas en 25.90% por mujeres; es decir que aproximadamente de los 2,471 municipios de México, solo 525 mujeres son representantes del poder ejecutivo municipal.
La participación de las mujeres en la política municipal es fundamental para garantizar que sus necesidades y perspectivas sean consideradas en la toma de decisiones y en la aplicación integral de recursos. Además, el nivel municipal representa el ámbito más inmediato donde las mujeres pueden desarrollar sus habilidades políticas y de liderazgo, lo que les permite participar activamente en la vida política de sus comunidades y aspirar a cargos políticos; incentivando con ello a las siguientes generaciones.
Sin embargo, los datos del Registro Nacional de Personas Sancionadas por Violencia Política contra las mujeres en razón de género del Instituto Nacional Electoral, con corte al 1 de marzo de 2023, da cuenta de un total de 277 personas sancionadas. De estas sentencias, 226 corresponden al ámbito municipal, es decir, el 72.44%, factor que vislumbra los múltiples obstáculos que limitan seriamente la participación de las mujeres en la vida política y, particularmente, en el acceso y ejercicio de los cargos públicos a nivel municipal.
Las mujeres existimos en una amplia diversidad, pero todas nos unimos en una sola voz para hacernos escuchar, para reclamar y hacer valer nuestros derechos. La consolidación de una democracia igualitaria e incluyente exige la participación en condiciones de igualdad sustantiva entre mujeres y hombres.
En el 2022 Antonia Ramírez interpuso un Juicio Ciudadano Electoral ante el Tribunal Electoral del Estado de Guerrero, que derivó en una sentencia TEE/JEC/004/2022 por la cual impulsó que poco más de 800 mujeres indígenas nahuas de la comunidad de Ocotequila municipio de Copanatoyac pudieran votar en la elección de la comisaria municipal. Lamentablemente en nuestro país, todavía existen comunidades donde a las mujeres se les niega el ejercicio pleno de sus derechos humanos, incluido los político-electorales.
La lucha por conseguir paridad en todo continúa, y desde nuestros diferentes espacios las mujeres trabajamos para hacer realidad el disfrute pleno de nuestros derechos humanos, entre ellos los político-electorales, trabajo al que todas las personas deben sumarse, pues la igualdad no es asunto de mujeres, es una tarea de todas y todos. La igualdad entre los géneros debe dejar de ser una exigencia, la igualdad tiene que ser nuestra normalidad.