En Matamoros no se mueve un dedo sin que el cártel del Golfo se entere. Y la tarde del 3 de marzo pasado sabían que cuatro narcotraficantes estadounidenses cruzaban la frontera para comprar fentanilo.
Hace un par de semanas, el cártel del Golfo distribuyó un video donde aparecían seis vendedores de fentanilo y cristal que, se presume, fueron asesinados para que sirviera como escarmiento. Los verdugos fueron miembros del grupo Escorpión, los mismos que interceptaron la camioneta donde viajaban los estadounidenses y que a la postre mataron a dos y a los otros los aventaron vivos a un barranco cerca de la planta termoeléctrica. Es esta la razón por la que, presuntamente, Shaeed Woodard y Zindell Brown fueron ultimados. El primero fue sentenciado en 2015 a tres meses de prisión por manufacturar metanfetaminas, un año después por robo y el segundo tenía antecedentes por posesión de mariguana. En realidad, la cabecilla era Latavia McGee, alias “Tay”, cuyo esposo, Termario McGee, se encuentra cumpliendo una condena de 10 años por tráfico de cocaína. En mayo de 2016 tuvo que pagar una fianza de 10 mil dólares para cumplir en libertad una sentencia de 2 años por abandono de menores, pues sus hijos de 6, 8 y 11 años de edad resultaron positivos en el uso de tres drogas. La Policía de Lake City la tenía fichada por sospechas de ser narcotraficante mientras el otro sobreviviente, Eric James Williams fue condenado en marzo de 2017 a 18 meses tras las rejas por distribución de crack. Según las investigaciones de la Fiscalía de Tamaulipas, los cuatro salieron de Myrtle Beach, Carolina del Sur y manejaron hasta Texas, de donde cruzaron a México con al menos 3 mil 500 dólares en efectivo. Al menos, porque fue lo que ellos mismos mencionaron, pero se piensa que llevaban más. Latavia alegaba que iba a hacerse una operación para removerle la grasa del estómago y aunque la Fiscalía aseguró una clínica y un Lamborghini en Matamoros, relacionados con el caso, Latavia nunca pudo confirmar ninguna cita ni presentó ningún documento al respecto.
En realidad, los estadounidenses iban a comprar fentanilo. En Matamoros se puede conseguir un kilo de esta droga por 5 mil dólares, pero en Texas, por ejemplo, ese kilo vale 30 mil y en Carolina del Sur unos 150 mil. Alguien en la frontera avisó al cártel del Golfo del paso de los cuatro estadounidenses sospechosos, con antecedentes por tráfico de estupefacientes y el grupo Escorpión se encargó de interceptarlos. Este grupo no es un equipo cualquiera de sicarios. Hasta finales de 2010 eran la escolta personal de Antonio Ezequiel Cárdenas Guillén, “Tony Tormenta”. Son los “gatilleros de alta escuela” a los que se refiere, en un tema del mismo nombre, Beto Quintanilla, reconocido y extinto cantante de corridos nuevoleonés. Se creía que tras el abatimiento de “Tony Tormenta”, tras un día entero de caos y cruentos enfrentamientos en Matamoros, el grupo Escorpión se había disuelto, pero hace un tiempo se volvió a saber de ellos. Son pistoleros con adiestramiento militar, la élite operativa del cártel, los más fieles a los patrones. “Aunque tope lo que tope, pero la orden se cumple”, arenga el corrido de Beto Quintanilla. Por ello se antoja difícil que hayan actuado sin el visto bueno de los jefes del cártel del Golfo cuando asesinaron a Woodard y a Brown en una casa de seguridad, donde fue hallado Williams. Cerca de ahí, de un barranco, fue rescatada Latavia, Sin que ninguno quisiera declarar ante autoridades mexicanas, fueron repatriados a Estados Unidos, previo a un mensaje de la Casa Blanca donde calificó los crímenes como “inaceptables”. Sin embargo, la víctima principal de este embrollo trasnacional es Arely, la señora que quedó en medio de una balacera donde miembros del cártel del Golfo se cocieron a tiros contra otro grupo, en el marco del secuestro de los estadounidenses. La señora de 54 años de edad murió y eso no ha importado a ninguno de los gobiernos.
Latavia, Woodard, Brown y Williams son vecinos de Scott Street, en Lake City, Carolina del Sur, donde se les identifica como integrantes de una pandilla de traficantes de drogas, ligados a sexoservicio y escándalos, como el del marzo de 2016, cuando vecinos reportaron a los hijos de Latavia bajo los efectos de estupefacientes. Pese a ello, el Gobierno de Joe Biden ha exigido al de Andrés Manuel López Obrador una “cacería” contra el cártel del Golfo en Tamaulipas. Desde el día de los asesinatos de Woodard y Brown, agentes estatales ejecutaron una serie de operativos para dar con el jefe de plaza, José Alberto García Vilano, la “Kena” o el “Ciclón 19”, quien habría huido del estado. Una clínica médica y un Lamborghini quedaron bajo resguardo de la Fiscalía de Tamaulipas al tiempo que cuatro supuestos integrantes del cártel del Golfo fueron entregados por sus propios mandos para calmar las turbulentas aguas de la política. De acuerdo con datos de Inteligencia estatal, ninguno de los cuatro es del grupo Escorpión ni estarían directamente relacionados con el secuestro. A pesar de que fueron presentados ante la Fiscalía, hasta el momento ninguno ha sido imputado formalmente por los crímenes. Se avecinan operativos y reacomodos en Tamaulipas, violencia que escupe violencia, debido a este incidente que hubiera pasado desapercibido si las supuestas víctimas hubiesen tenido otro pasaporte.
Enterado está, querido lector y recuerde: el infiltrado es usted.