La participación de los ciudadanos en la actividad económica de cualquier país es imprescindible para que pueda crecer su economía. En México, es crítico poder generar oportunidades de trabajo bien remunerados y de calidad, sobre todo después de la pandemia, donde muchas personas siguen reponiéndose de perder su trabajo, su empresa, y de tener que hacer de todo para poder sobrevivir. Y lo es más aún el poder garantizar la inclusión de las mexicanas dentro de este contexto y mercado laboral.
Durante la pandemia, las mujeres tuvieron una sobre representación en algunas de las ocupaciones más afectadas por la crisis sanitaria, por ejemplo: el turismo, hospitalidad, comercio minorista, etc. Pero inclusive antes del cobicho, la participación en años anteriores de mujeres en el mercado laboral mexicano, fue de 45% en 2019, comparado con un 77% para los hombres. De acuerdo con la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), sólo dos países más, Turquía e Italia, tuvieron una menor participación laboral de mujeres, mientras que en Latinoamérica y el Caribe, México está apenas por encima de Guatemala.
Imaginemos por un momento que las mujeres tuvieran una participación equivalente a la de los hombres, en ese caso, el ingreso per cápita del país sería de 22 puntos porcentuales más alto. Entonces, estos bajos niveles de participación femenina no sólo en el trabajo, si no en el espíritu empresarial y en el ambiente corporativo, representan una pérdida de productividad importante.
Algunos de los obstáculos que impiden una mayor participación femenina son la falta de acceso a insumos productivos, acceso a servicios de cuidado infantil confiable y de calidad, las condiciones precarias de los trabajos e inclusive las normas sociales y laborales, donde algunas empresas tienen reglamentos con barreras importantes para las mujeres trabajadoras, y sí, me refiero a las empresas que discriminan mujeres embarazadas, comprometidas o casadas porque “nos va a durar solo hasta que quiera tener un bebé”.
Y dentro de las normas sociales, las mujeres todavía cargan de manera significativa con las responsabilidades del cuidado del hogar, y no, no me refiero solo a los hijos, sino al mantenimiento y limpieza del hogar, hacer el super, los pagos de luz, agua, gas, predial, etc. Y desafortunadamente en México todavía hay un gran porcentaje de mujeres que no trabajan porque su pareja no les da permiso.
¿Y por qué es necesario hacer algo al respecto?
Porque necesitamos garantizar la autonomía de las mujeres en igualdad de condiciones que los hombres.
Porque nuestra sociedad está envejeciendo, de manera que durante los siguientes 15 o 18 años, la población será cada vez de más adultos mayores y niños, que de población en edad para trabajar. Y para poder enfrentarse a este envejecimiento, necesitamos aprovechar al máximo estos siguientes años de manera que podamos aumentar la cantidad y productividad de personas en el mercado laboral. Y la inserción de las mujeres en éste aumenta la cantidad de personas activas, y también fortalece los ingresos de los hogares.
Porque necesitamos mejorar nuestra economía. Como ya vimos, las brechas en el mercado laboral limitan el crecimiento económico, y reducirlas impactaría al crecimiento del PIB, así como los rendimientos de cada empresa.