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¿Hacia un sistema bipartidista?

El pluralismo con el que se concibió nuestra democracia ha sido golpeado fuertemente por la polarización. | José Antonio Sosa Plata

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El presidente Andrés Manuel López Obrador reiteró que hoy no hay justo medio: o se está con el pueblo o con la oligarquía. Más allá de la falta de precisión en el uso de algunos conceptos, la realidad es que la polarización que se vive en el país ha debilitado el pluralismo que se había consolidado con la transición a la democracia.

En el marco de una de las peores crisis de partidos que se han experimentado, los partidos de oposición saben que para sobrevivir tienen que ser pragmáticos, hacer a un lado sus principios ideológicos y unirse en coaliciones bajo los parámetros que les permite la ley, no obstante haber sido grandes adversarios en el pasado.

Sin embargo, la lucha por la sobrevivencia no les augura buenos resultados en el corto o mediano plazo. Tampoco están en condiciones de mantener con efectividad el modelo de pesos y contrapesos que las distintas fuerzas políticas visualizaron para el sistema democrático que se construyó con las reformas electorales del siglo XXI.

Por si no lo leíste: ¿AMLO, orgulloso de haber dividido a los mexicanos?

El nuevo paradigma político creado por el presidente y su partido obliga a un replanteamiento de fondo. La ruta que se está construyendo en los dos grandes bandos que se han creado, al menos en las condiciones actuales, no asegura el triunfo de la oposición ni el fortalecimiento de la democracia. Mucho menos la solución a problemas tan profundos como la pobreza, la inseguridad, la violencia o el debilitamiento de los mecanismos de participación social.

Mientras la preocupación principal de algunos grupos políticos se mantenga en la defensa de intereses particulares, la reforma electoral o el Plan B podrían corregir lo que Soledad Loaeza calificó, con gran precisión, como la disfuncionalidad de los partidos. ¿Por qué? Porque la solución de los grandes problemas nacionales no solo está en una nueva legislación electoral, sino en otras instancias y otras materias.

Consulta: Soledad Loaeza. Cien años de reformismo electoral en México. Instituto Nacional Electoral (INE), Conferencias Magistrales, número 29, 2020.

El pluralismo es una de las expresiones más efectivas del equilibrio entre los poderes. La diversidad de grupos políticos, con intereses diversos, favorece la división de los poderes y al mismo tiempo es fuente de legitimidad, confianza y certeza en los procesos de toma de decisiones relacionados con la administración pública.

Sobre estas bases parecía que se construía nuestro sistema democrático. Pero no fue así. Las Elecciones 2018 se convirtieron en punto de inflexión que aceleró la crisis de los partidos y sus liderazgos, de manera particular en los de oposición. Aún más. En términos de efectividad, la alianza PRI-PAN-PRD no ha sido una alianza ganadora, por lo menos si se consideran las contiendas a gobernador celebradas hasta el año pasado.

Lee más: Juan Molinar Horcasitas. ¿Bipartidismo en México? Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, 31 (120), Noviembre 26, 2019.

En términos de estrategia política y de comunicación, los parámetros de lo que sucederá en las elecciones de este año y el próximo están bien definidos. La oposición tendrá que luchar contra el candidato o candidata de Morena, pero sobre todo contra el presidente. Habrá coalición opositora y también la que encabezará el oficialismo. Será la elección polarizada más grande de nuestra historia.

En términos estrictamente electorales, la batalla estará orientada en afianzar a los votantes duros y, como nunca antes, la pelea será por los indecisos. Sin embargo, los desequilibrios estarán bien marcados. Mientras Morena cuenta con cuatro aspirantes que prácticamente están en campaña desde hace varios meses, la oposición no tiene a ninguno con la imagen y capacidad competitiva que se necesita.

Te recomendamos: Pablo Sánchez Olmos. "López Obrador empuja a México al bipartidismo". El Mundo España, 30 Octubre 2020.

Por otra parte, el PRI llegará a las elecciones presidenciales como el peor partido evaluado por la ciudadanía. En contraste, el presidente tiene amplias posibilidades de mantener un alto porcentaje de aprobación y reconocimiento, que jugará sin duda en favor de su candidato o candidata. Hoy, la mitad de los priístas no están dispuestos a votar por el PAN. La fuerza del PRD es muy pequeña. Y el PAN no tendrá tiempo suficiente para posicionar a un candidato o candidata con posibilidades reales de alcanzar a cualquiera de sus adversarios.

Un enredo tan grande en términos de definiciones políticas, parecería vislumbrar una misión imposible para la coalición opositora. Por supuesto que la situación sería más sencilla —al menos desde una perspectiva teórica— si México tuviera un sistema bipartidista. Lo malo es que no están dadas las condiciones y que el bipartidismo no tiene garantía de éxito. Lo bueno, es que se podría construir en el futuro un modelo con estas características, lo que acabaría tal vez con la problemática que hoy nos impide consolidar el sistema de contrapesos que tanta falta hace.

Te recomendamos: Roberto L. Blanco Valdés. "El año que vivimos peligrosamente: del bipartidismo imperfecto a la perfecta ingobernabilidad". Revista Española de Derecho Constitucional, número 109, 2017, pp. 63-96.

Mientras Morena se mantenga en el poder, y el presidente siga al frente de Morena, el pluralismo no dejará de ser más que una simple aspiración. A menos que el próximo o la próxima mandataria de la Nación decida hacer ajustes de fondo al proyecto de la 4T. Si bien existe la posibilidad de realizar un cambio significativo en el modelo y estilo personal de gobernar, lo que hoy no se ve es cómo lograr unir a los diversos de la oposición en torno a un proyecto de nación eficaz, viable, confiable y alternativo.

En caso de mantenerse la misma tendencia, los retos de nuestra democracia para resolver sus problemas de fondo se mantienen en el sostenimiento de los derechos fundamentales y libertades públicas. De igual forma, los desafíos los tenemos en la recuperación y consolidación de los equilibrios entre los poderes, así como en el fortalecimiento de los mecanismos de transformación y participación política. ¿Estarán presentes estos temas en la comunicación política de las campañas o se seguirá privilegiando el escándalo, la guerra sucia y los mensajes banales?

Recomendación editorial: José María Triper. Del bipartidismo al caos. España: Editorial Pigmalión, 2022.