Los problemas que enfrenta México en seguridad pública, servicios de salud, economía, educación y las amenazas a su democracia, entre otros, son de tal magnitud que algunas personas tienen la esperanza de que Estados Unidos intervenga en México para evitar que la situación del país se deteriore más.
Pero esto no va a ocurrir. Al contrario, si bien a Estados Unidos no le conviene que haya en México una revolución o desórdenes que les afecten en su propio territorio, les conviene tener un vecino débil.
El que haya malos gobiernos en México le beneficia a Estados Unidos. A los países les interesa proteger su seguridad nacional y entre más débil sea una nación vecina, menos va a tener que preocuparse por tener un rival que pueda competir con ellos o amenace militarmente su territorio.
México nunca ha sido una amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos o, por lo menos, no un riesgo serio. Cuando así lo han considerado, nuestros vecinos no han dudado en invadir nuestro país. No solo para despojarlo de la mitad del territorio cuando Texas decidió unirse a Estados Unidos, sino también para perseguir a Pancho Villa cuando atacó el pequeño pueblo de Columbus, o cuando enviaron cañoneros para tomar el puerto de Veracruz, o cuando conspiraron con Huerta para derrocar y asesinar a Madero o para mantener operaciones clandestinas de la DEA, la CIA y otras agencias que trabajan de manera permanente en nuestro país.
Kissinger decía que Estados Unidos no tiene amigos sino intereses y en el caso de México esto es muy claro. Pero esto se refiere a la relación entre gobiernos, ya que los vínculos entre personas son más estrechos, debido a los once millones de mexicanos que viven en Estados Unidos o al millón de americanos que viven en nuestro territorio.
Al gobierno de Estados Unidos le interesa tener una relación entre gobiernos en la que pueda impulsar su agenda para cuidar sus intereses aprovechando la debilidad de nuestro país. Por ejemplo, en el tema de la migración indocumentada, Trump se ha jactado de cómo dobló al gobierno de México para que nuestro país aceptara movilizar 28, 397 soldados para evitar que los migrantes que vienen de Centro, Sudamérica y el Caribe, crucen a su país. Dicho gobierno también ha pedido la cabeza de algún capo de la droga tal como “El Chapo” o su hijo y el gobierno de México ha hecho la tarea.
Los políticos americanos usan el tema migratorio con fines electorales, al decir que los inmigrantes indocumentados representan un peligro para su país, pero de manera privada saben del beneficio que representa la mano de obra barata. Esta ambivalencia se repite en el tema de las drogas, ya que no pueden detener la enorme demanda de estas o en el tráfico de armas que les genera grandes beneficios, por lo que los esfuerzos para erradicar estos problemas son siempre insuficientes pues, o están rebasados o no les conviene resolverlos.
Existen otro tipo de presiones por parte de Estados Unidos que pueden ser benéficas para los mexicanos, tales como exigir el uso de energías renovables, las cuales el gobierno de México ha relegado en favor de energías más caras y contaminantes; o bien en evitar que México prohíba importar granos transgénicos, medida que podría ser de graves consecuencias para los mexicanos.
Un gobierno más eficaz, fuerte y estable en México y que fuera aliado de Estados Unidos, podría ayudar a resolver problemas comunes de los dos países. Pero esa fortaleza estaría condicionada a que México no fuera nunca un rival serio de su vecino del norte, sino solo un socio confiable.
Por otra parte, en general, los americanos no se enteran ni les interesa lo que pasa en México, así como los mexicanos tampoco están enterados de lo que pasa en Guatemala o Belice. Los vecinos del sur no son tema ni para ellos ni para nosotros.
Lo mejor para Estados Unidos es tener de vecino un país que no sea su rival y que sea un socio más débil, ya sea estable y confiable o al que se le pueda doblegar fácilmente. Lo que los mexicanos decidamos hacer para autoinfligirnos daño eligiendo gobiernos corruptos o incompetentes solo juega a su favor y en contra de nuestro país. Ellos no vendrán a rescatarnos de lo que hagamos mal, como no lo han hecho con Cuba, Nicaragua o Venezuela.
El destino de México está en manos de los mexicanos y no habrá intervención divina ni de un país extranjero que venga a arreglar sus problemas. Tendremos que hacerlo solos, enfrentando con decisión a la delincuencia, la corrupción y eligiendo gobiernos competentes que resuelvan los problemas de la población.