En estos tiempos convulsos a escala mundial, en la pasada cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), el pasado 24 de enero, fue evidente que la región no se pronuncia conjuntamente sobre la guerra entre Ucrania y Rusia o por el conflicto comercial entre China y Estados Unidos, pero más allá de conflictos bilaterales que aparentemente no afectan a los países latinoamericanos, la región tampoco mostró un consenso sobre problemáticas que le atañen directamente.
Aunque desde el 2011 la CELAC es una de las dos apuestas más fuertes[*] de América Latina y el Caribe por una integración, durante la reciente cumbre celebrada en Argentina se estuvo lejos de establecer acuerdos constructivos, pese a las expectativas que se tenían respecto al alineamiento político, en términos generales, de los cinco presidentes más poderosos de la región (Argentina, Brasil, Chile, Colombia y México), y es que además de éstos, la mayoría de los mandatarios latinoamericanos enfrentan retos particulares en sus países en los que se combinan un crecimiento económico mediocre, una desigualdad progresiva y pocos signos de recuperación en el corto plazo; de ahí que las esperanzas de una cooperación regional para la integración hayan quedado relegadas a los intereses y prioridades nacionales.
Los 14 jefes de Estado de los 33 países miembros que asistieron a la Cumbre de la CELAC en enero pasado, nuevamente abordaron la integración y el papel que la región juega en la cadena mundial de suministro de recursos de cara a lo que podría ser la antesala de una recesión económica global, pero la realidad es que la “desintegración” de América Latina en la última década ha estado marcada por la preferencia que sus miembros tienen por los tratados de libre comercio bilaterales con el resto del mundo, que poco tiene que ver con la orientación ideológica de los presidentes latinoamericanos, y sí mucho con el pragmatismo de cubrir intereses y prioridades nacionales.
Atendiendo a estos últimos, sin proponérselo, en los últimos años los miembros de la CELAC han tomado partido por uno u otro de los bandos en la disputa comercial entre China y Estados Unidos. Por un lado, Argentina, Brasil, Chile y Perú tienen como principal socio comercial a China, país que ha invertido fuertemente en infraestructura y tecnología de punta. El presidente ultraderechista de Uruguay, Luis Lacalle Pou, más allá de las críticas al Mercosur que ha hecho, busca un tratado de libre comercio (TLC) con China, que ya está en negociaciones pese a que el artículo 1 de la constitución del Mercosur, establece que todos los miembros del Mercosur deben adoptar una política comercial y arancelaria externa común con terceros países o grupos de países. Argentina fue la primera economía importante de Latinoamérica en unirse al proyecto chino de la nueva Ruta de la Seda, que incluye cadenas de seguridad alimentaria y de salud y al que paulatinamente se le han ido sumando países de la región y que hoy suman 19.
Lo anterior, es una fuerte señal de que muchos de los intereses latinoamericanos encuentran más eco en China que en la región y, colateralmente, buscan un alineamiento con el coloso asiático, quien los ve de manera individual más que como un bloque de integración en función de sus propios intereses de suministro.
Por otra parte, en México, el presidente Andrés Manuel López Obrador, cuya ausencia fue notoria en la CELAC de Argentina, comenzó su mandato con la ratificación del Acuerdo de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá (T-MEC) consolidando su permanencia en el área del dólar y afianzando los vínculos con Estados Unidos que, cabe decir, van en contrasentido a la retórica del presidencial sobre la soberanía, al tiempo que salta a la vista que tiene una agenda propia con su vecino del norte.
Si bien alguno de los participantes de la CELAC de Buenos Aires, como el presidente colombiano Gustavo Petro, reconocieron abiertamente que “hablamos mucho de unirnos, pero hacemos poco por hacerlo realmente” y pese a insistir en un capitalismo descarbonizado, va a revisar los tratados de libre comercio que Colombia tiene con otros países.
Como balance general, la reciente Cumbre de la CELAC dejó ver que Latinoamérica y el Caribe están lejos del sueño bolivariano de integración económica. Los nuevos rostros en la CELAC, aun con las notorias ausencias como la del presidente mexicano, y que representaban nuevas esperanzas llevaron a poco o nada de viejos debates con una clara tendencia de aumentar la pugna comercial entre Washington y Beijing por la región.
[*] La otra apuesta de integración latinoamericana es la Alianza del Pacífico compuesta por Chile, Colombia, México y Perú).