Como el presidente de México bien sabe, las protestas sociales trastocan, transgreden el orden para poner en el centro de la conversación sus demandas; son molestas e incomodan; no sólo a la ciudadanía, también al poder. Lo sabe porque ese fue su método constante, como recordó este lunes, llenó 60 veces el Zócalo antes de llegar a la presidencia, y gestó un plantón en avenida Reforma que volvió un caos la zona durante 47 días.
Las manifestaciones en apoyo al INE y las movilizaciones del 8M tienen pocas cosas en común, particularmente si se miran desde los ejes de clase y capital (social, económico y político) y, sin embargo, coinciden en ser constantemente minimizadas y desdeñadas desde la oficina de presidencia, donde se las lee como ataques personales, transparentando la autopercepción distópica de encarnar al propio Estado. Esto es incluso más llamativo cuando la estrategia comunicativa del mandatario continúa siendo la de despliegues multitudinarios de autoexaltación.
¿Cuántas veces tendrán que llenarse las calles para que el poder se digne escuchar cualquier voz disonante? El desdén y burla que el presidente emitió hacia quienes se manifestaron en contra del “Plan B” de la reforma electoral elimina cualquier expectativa de que el mandatario escuche –ahora sí– a las decenas de miles de mujeres que marcharán el próximo 8 de marzo, o que reconozca la responsabilidad del Estado –y por tanto la inacción de su gobierno– frente a la violencia estructural que sufren las mujeres en México.
En los últimos años entre 75 mil y 100 mil personas han marchado cada 8 de marzo en la Ciudad de México y muchas miles más en todo el territorio. El 25 de noviembre también hay movilizaciones de miles, y cada año se suman aquellas exigiendo justicia por las miles de mujeres desaparecidas y asesinadas. Sin embargo, desde el Estado –un Estado que tiene el descaro de presentarse ante foros internacionales como impulsor de política feminista– son constantemente recibidas con vallas metálicas, cercos policiales, y agentes militares; burladas, minimizadas, acusadas de ser utilizadas por grupos conservadores, robadas en el discurso de agencia y criterio. No hay diálogo posible frente a un poder que decide que las voces de esas miles no son ni importantes ni interesantes, que son inaudibles.
En los próximos días, mientras se organizan por todo México los contingentes y actividades de las colectivas y organizaciones feministas y obreras –no olvidemos que el 8M fue originalmente el día de la mujer trabajadora, con una dimensión de clase que haríamos bien en recuperar– comenzará a surgir de nuevo un discurso oficial, que nos nombra violentas, conservadoras y reaccionarias a quienes exigimos lo más mínimo, no ser asesinadas impunemente. Un discurso que va contrario al posicionamiento de otros gobiernos en quienes, supuestamente, el nuestro encuentra similitud de proyecto; un discurso obtuso y obsoleto, más cercano a la derecha neofascista que al progresismo del que se llenan la boca.
Ojalá el presidente se escuche a sí mismo, y se dé cuenta que, efectivamente, el feminismo es una postura totalmente política, porque contrario al mensaje que intenta transmitir, política no es sólo estar a favor o en contra de un gobierno, política también es poner el cuerpo en la lucha, resistir las violencias, exigir justicia, y ejercer venganza.
La justa rabia
Este fin de semana se celebró en Madrid, España el Encuentro Internacional Feminista (EIF), organizado directamente por el Ministerio de Igualdad, una institución que simplemente por el posicionamiento oficial que representa, ya quisiéramos tener en México. Participaron algunas voces mexicanas: la representación institucional con la Dra. Nadine Gasman, presidenta de Inmujeres; desde la academia, Marta Lamas participó en la mesa dedicada al derecho al aborto libre y seguro; pero fue la activista y defensora Valiana Aguilar quien, con una denuncia clara y vehemente del sistema capitalista y extractivista, puso el dedo en la llaga de un Estado cómplice y violento. Desde La Cadera de Eva esta semana se estarán retransmitiendo las mesas de este Encuentro.