JOSÉ RAMÓN COSSÍO

José Ramón Cossío, ex ministro incómodo

Por ser orador oficial en la mega marcha del 26 de febrero en el Zócalo, al ex ministro le han llovido acusaciones en las que predominan los adjetivos y la sorna monumental y palaciega. | Joel Hernández Santiago

Escrito en OPINIÓN el

Por el simple hecho de ser orador oficial en la mega marcha del 26 de febrero en el Zócalo de la capital del país, al ex ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (2003-2018) le han llovido epítetos, insultos, descalificaciones, acusaciones en los que predominan los adjetivos y la sorna monumental y palaciega. 

El 23 de febrero, apenas al conocerse que junto con la periodista Beatriz Pagés Rebollar, José Ramón Cossío serían los oradores oficiales para pedir a la Suprema Corte de la Nación (SCJN) que deseche el Plan B de la Reforma Electoral que envió el Ejecutivo al legislativo y en donde con apenas un ajuste (vida eterna a los partidos no va) pasó íntegro…

Y en el que prácticamente al Instituto Nacional Electoral (INE) lo dejan en los huesos, lo que daña hondamente a la democracia mexicana, que de por sí aún no está consolidada –aunque ya se ha avanzado un largo trecho-- y con lo cual esta democracia sería prácticamente nula al apropiarse el gobierno –“como era antes” de los procesos electorales en México–.

Ante la inminente salida masiva de ciudadanos que reclaman respeto al voto en su valor democrático, su secrecía y su monta como capital político individual y colectivo, a partir de ese momento, al ex ministro prácticamente se le ha considerado como persona ‘non grata’ para Palacio Nacional; un ex ministro incómodo, según se percibe en las declaraciones del mismo presidente de México quien en un primer momento lo calificó: como “un corruptazo, conservador y un hipócrita”.

Ese jueves 23 de febrero, en la conferencia de prensa matutina, el Ejecutivo federal acusó que “en sexenios pasados el Poder Judicial estaba subordinado al Poder Ejecutivo.” Y que en ese sentido “en el sexenio de Felipe Calderón el ministro Arturo Zaldívar Lelo de Larrea buscó que se investigará a fondo el incendio de la guardería ABC en Hermosillo, Sonora, algo que no ocurrió, pues acusó que intervino el presidente, y donde “ahí estaba el ministro Cossío”.

Ya ocurrido el hecho el 26 de febrero, un día después de la marcha a la que acudieron miles (la estimación base es de 500 mil asistentes al zócalo de la Ciudad de México, además de miles en por lo menos en 100 ciudades de la República mexicana, y otros más en el extranjero y muchos miles que no acudieron pero que simpatizan con la defensa del voto y la democracia), habiendo sido orador Cossío, desde Palacio Nacional se desgranaron epítetos reiterados en su contra:

En su Mañanera del 27 de febrero, el presidente dijo de Cossío: “Es un farsante, que cuando se desempeñó hubo un narco Estado en México; que votó en contra de una resolución que proponía castigar a los culpables del caso de la Guardería ABC en Hermosillo, Sonora

“Fue ministro de la Suprema Corte de Justicia en pleno narco Estado, apoyado por Calderón, nunca dijo nada. Y él votó en contra de una resolución para que se castigara a los responsables de la Guardería ABC”, dijo. 

Lo acusó de interponer demandas en contra de las obras realizadas por el Gobierno Federal, ayudado por Claudio X. González: “Es como la autoridad moral del movimiento, el paladín de la legalidad. Se ha dedicado a interponer amparos en contra de nosotros, de todas las obras”, afirmó.

Toda la descarga eléctrica en contra del abogado que simple y sencillamente decidió ser parte de un movimiento en el que cree y en el que invoca la lucidez, seriedad, rigor, calidad moral de los ministros de la SCJN para desactivar el Plan B, que representa un grave peligro para la democracia mexicana, para las libertades políticas y electorales y para la justa libertad de libertades, que es la libertad de expresión… El domingo 26 de febrero, Cossío reflexionó en el Zócalo: 

“Hasta ahora los ministros sólo han escuchado las palabras ofensivas del presidente y de sus seguidores. Quienes estamos aquí queremos hablarles con otro lenguaje. Con el lenguaje de la confianza y el respeto propio de los demócratas. Queremos decirles que sabemos de las dificultades que su trabajo implica. De las presiones a que están siendo sometidos por quienes quieren apoderarse del sistema electoral mexicano.

“Queremos decirles, teniendo frente nuestros ojos el edificio en el que laboran, que confiamos en ustedes, en su talante democrático y en su capacidad de comprender la gravedad de las decisiones que tomarán para preservar la vida democrática del país. Que nuestra mirada a su casa es de respeto, de confianza y de vigilante acompañamiento a su quehacer”.

Lo dicho por un hombre sólidamente formado como abogado, doctor en derecho, constitucionalista y con claridad en el sentido democrático de la vida de un país. Y a este hombre de leyes y de derecho se descarga toda la indignación y el coraje por la salida de miles de ciudadanos de distinta condición social para gritar a los cuatro vientos: “¡Mi voto no se toca!”.

¿Qué no es mejor para todo gobierno sano, democrático, justo y sin miedos a la voz ciudadana, escuchar con atención a la inteligencia de este país, a la buena voluntad, a la voz del diálogo a mano extendida, para construir a una Nación asimismo democrática, incluyente, justa, transparente y feliz en sus libertades? ¿O sí? ¿O no?