A casi mes y medio del accidente que cobró la vida de Yaretzi Hernández y que dejó más de 100 lesionados en la L3 del Metro de la CDMX, las víctimas denuncian que el gobierno de la regenta, así como otras autoridades, las han desamparado, con nulo seguimiento médico sobre su salud.
En entrevista, una de las 106 víctimas por el choque de dos trenes, el pasado 7 de enero, aseguró que ella y otras más, literalmente, han sido olvidadas por las autoridades, pues no están recibiendo la atención de salud correspondiente, teniendo que buscar, por sus propios medios, cómo atender las graves lesiones, las cuales hasta hoy les impiden continuar con su vida diaria.
Así lo cuenta Karla, quien vivió momentos de terror, junto con su hijo menor de edad, durante el accidente de la L3, que corre de Indios Verdes a Universidad. Tras el choque, Karla presentó una crisis nerviosa que la hizo abandonar la zona del accidente sin esperar a los servicios de emergencia, creyendo que se encontraba bien.
Sin embargo, horas después colapsó por un intenso dolor. Se trasladó al servicio de urgencias del ISSSTE, donde le indicaron que presentaba un cuadro de traumatismo cervical y lumbar. Sin embargo, tal como lo he documentado en este mismo espacio, gracias a Almendra Ortiz y el Comandante Z, le indicaron que no había ni rayos X ni ortopedista, por lo que tendría que buscar otro lugar para hacerse las placas.
Debido a la insistencia de su esposo y tras estar días sin poder pararse de la cama, por fin logró contactar a las autoridades de la CDMX en el Hospital San Ángel Inn, pero -inhale y exhale-, me dijo: “Así como entré, salí”.
Ahí cayó en cuenta de que ella no era el único caso, sino que había muchos más.
“Al momento que yo llegué, llegaron más personas que, de igual manera que yo, en el momento del accidente no presentamos dolor, pero luego sí. Como ya estaba saturado el hospital, yo creo ya nos atendieron más a la fuerza que con ganas”.
El médico le confirmó lo peor, que presentaba un esguince cervical de segundo grado; lumbalgia postraumática, igual de segundo grado; esguince en el pie derecho; fisura en una costilla, y un golpe en la mano, por lo que necesitaría fisioterapia para su recuperación total. Pero, para su sorpresa, en el reporte final, inexplicablemente, se omitió la mayoría de sus lesiones, por lo que fue dada de alta tan sólo un día después. ¡Así como lo están leyendo!
Al momento de su salida del hospital, el miércoles 11 de enero, funcionarios de la CDMX le prometieron que enviarían a un fisioterapeuta a su hogar para continuar el tratamiento, pero fue hasta el 1 de febrero que por fin le mandaron a dos médicos, ¡casi un mes después!
Todo de mala gana
Para su sorpresa, al hacerle la revisión, de muy mala gana, le dijeron que ya se encontraba en perfectas condiciones de salud, que no necesitaría más atención. “No tiene nada, señora, usted ya puede comenzar su vida normal”.
Sin embargo, Karla sigue sintiéndose muy mal. “Los médicos que mandó la CDMX, muy insistentes me dijeron que era el San Ángel Inn el que tenía que dar las terapias y que a estas alturas ya tendría que estar caminando (...) pero yo la verdad no me siento segura, me cuesta mucho caminar, me duele demasiado toda la columna y no tengo posibilidad de moverme, tengo dolor muy intenso que ya no lo aguanto. Vivo en un tercer piso, se les hace fácil al gobierno, pero yo sigo con muchísimo dolor”.
Luego, con voz entrecortada por el dolor y la frustración, me contó cómo regresó al Hospital San Ángel Inn, pero ahí le dijeron que ya no la podían atender, que sólo fue en el momento del choque y que, actualmente, ya no hay servicio para las víctimas, pues le corresponde al Gobierno de la CDMX mandar las brigadas de médicos a domicilio.
Ahora Karla, madre de dos hijos, se encuentra desamparada sin saber qué hacer o a quién acudir, además de que ahora vive con la incertidumbre de si realmente se va recuperar por completo de sus lesiones y si no tendrá consecuencias de salud en un futuro, pues ni el Metro ni las autoridades le han dado tampoco una indemnización por lo ocurrido.
“Están dejando pasar más tiempo y no nos están haciendo caso (...). Si por fin las autoridades me otorgan un ortopedista y él me dice: ‘sabe qué, señora, va a tener que seguir viniendo o ya no va a quedar bien’, entonces ¿qué va a suceder, quién va hacerse responsable? (...). En lo que llega este mensaje a Claudia Sheinbaum, yo ya hasta me pude haber muerto”.
En su lucha, encontró dos casos más…
El de Susana, quien en el momento del accidente se lesionó el pie; “lo tenía todo volteado”, pero aun así, en el rescate, el personal del gobierno la hizo caminar por cuenta propia y, tras la revisión médica, le dijo que sólo era un golpe menor, por lo que la dio de alta y la mandó a su casa, pero a la horas ya no podía mover el pie.
Cuando fue al Hospital San Ángel Inn le indicaron que por órdenes del gobierno ya no la podían atender, “porque había pasado mucho tiempo”. Hasta hoy nadie la ha contactado.
A José, quién tenía las costillas rotas, lo conoció en el hospital. Estuvo una semana internado y después fue dado de alta con recuperación en su casa. Él, como Karla o Susana, tampoco ha recibido seguimiento médico.
No está por demás señalar que el nombre de Karla y de las otras víctimas fue cambiado por protección, ya que temen recibir represalias por esta denuncia.
Karla asegura que la tragedia del Metro Línea 3 le cambió vida; por ello, hace un llamado a aquellas víctimas del accidente que están pasado por este proceso de terror a levantar la voz para que sean atendidas, al tiempo que exigió a las autoridades del Metro y a Claudia Sheinbaum que cumplan simplemente lo que prometieron: no dejar a ninguna víctima desamparada y en el olvido.
La columna se publicó originalmente en El Financiero; reproducida aquí con permiso de la autora.
*Lourdes Mendoza Peñaloza es una periodista mexicana especializada en finanzas, política y sociales, con más de 20 años de experiencia en medios electrónicos, impresos, radio y televisión.