Tucídides escrituró: “La historia es un incesante volver a empezar”; “La historia del mundo es la suma de aquello que hubiera sido evitable”, dijo Bertrand Russell; “No se puede cambiar el curso de la historia a base de cambiar los retratos colgados en la pared”, expresó Sri Jawaharlal Nehru ¿y qué tal lo de Heródoto?: “Dad todo el poder al hombre más virtuoso que exista, pronto le veréis cambiar de actitud”.
Mucho se ha dicho y escrito sobre los valores y virtudes de la historia, como “maestra de la vida”. Y en nombre de esa maestra de la vida se hacen o deshacen mentiras, intrigas o rutas inciertas.
Por supuesto la historia es única y quienes la investigan y escriben con rigor y seriedad, no para hacer política o para atraer al pasado y acomodarlo a su presente, buscan aproximarse a un concepto absoluto y muy relevante para el ser humano: la verdad.
Y ya se sabe, la historia no es esa tía buena que todo lo ve y todo lo perdona. La historia es absoluta y es lo que pasó, lo que ocurrió y cómo los hombres han trascendido a sus hechos y a sus defectos o virtudes a lo largo de la historia de la humanidad. De hecho, hay una vocación intrínseca en el ser humano por entenderse en su presente con base en su pasado, del que es heredero.
Y todo esto viene al caso porque por estos días se retoma el debate que encendió pasiones en 2021 cuando se anunció el nuevo contenido de los libros de texto gratuitos, en particular los libros de historia, que es el espacio en donde los hechos del pasado pueden ser manipulables hasta convertirlos en ideología. Rechazar a un pasado al que consideran ominoso y adoctrinan a los estudiantes en su verdad particular.
Así que en fechas recientes se ha decidido que los libros de historia que se entregarán a los niños-estudiantes de educación básica-pública, deberán expresar –como ya es– la gesta por la que el gobierno-Cuarta Transformación llegó al poder y derrocar al viejo régimen, al que acusan de dañino, peligroso, malévolo, neoliberal, conservador y retrógrado.
Y para apuntalar aún más este ideal doctrinario, el actual régimen decide que deberá enseñarse a los niños la filosofía política -–materialismo histórico– de Karl Marx, Engels, Lenin… y que se recomendará que conozcan a fondo “El Capital” libro central de la filosofía marxista. (Los estudiantes universitarios de Ciencias Políticas llevábamos seminarios especiales para entender “El Capital” de Marx durante un año por lo menos).
El tema da para reflexionar sobre la importancia de este material histórico a niños que apenas comienzan a reconocerse en su propia historia patria y a reconocer los valores e incluso los defectos del pasado histórico mexicano porque, ciertamente, nuestro pasado está lleno de aciertos y gestas heroicas y personajes a la altura del arte, pero también está plagado de traiciones, bajezas, engaños y muertes inútiles…
Es el conocimiento histórico universal –sin sesgos– lo que facilita la comprensión de nuestros valores o defectos como país, como nación, como sociedad y como individuos.
Pero el actual gobierno entiende esa universalidad de la historia en sentido político. Para llevar agua a su molino y hacer creer a los niños de México que el actual gobierno es heredero de gestas cumbre y de hombres que pensaron en transformaciones hechas 4T: Cuarta Transformación.
El gobierno de la 4T intenta llevar a cabo un adoctrinamiento de los niños que resulta muy grave y peligroso. Impone una visión de la historia sesgada y hasta cierto punto retrógrada al negar los avances de las sociedades a lo largo de los años.
No se considera la comprensión de sí mismos en su cuerpo social e individual en el sentido exacto de justicia social y derechos humanos, no para preservación de un régimen, sino para la preservación de su sentido humano-universal-mexicano y nacional y de justicia, sin adjetivos.
“Va pa’tras la visión oficial de la historia en la educación” expresó el presidente de México en 2021. La lucha –su lucha– dice, es “contra los neoliberales” sin considerar que no todo está impregnado de sus propios fantasmas históricos y que mucho de lo que se ha hecho en materia de educación –libros de texto gratuitos– es obra de la reflexión, de la idea de nación y de la historia como eje central del pasado y del futuro.
Eso es: hoy más que educar se adoctrina. Se quiere a niños adoctrinados en el triunfo histórico de la 4T, sin considerar que todo momento histórico tiene sus antecedentes y consecuentes hechos de la suma de tiempo-hombres-circunstancias.
En 1959 se fundó el Consejo Nacional de Libros de Texto Gratuitos (CONALITEG); once meses después se entregaron los primeros libros de texto en El Saucillo, San Luis Potosí. Era presidente de México Adolfo López Mateos y secretario de Educación Jaime Torres Bodet. Para hacerlos se convocó a especialistas en cada materia, pedagogos y artistas: Roberto Montenegro, David Alfaro Siqueiros, Alfredo Zalce, Raúl Anguiano… Se exhortó a que básicamente fueran mexicanos.
Hoy, al adoctrinar a niños inocentes en su conciencia crítica, se abusa de ellos, se les inocula el odio y la polarización. Se les enseña que el régimen es su salvación en tanto que los adversarios son enemigos de ellos mismos, de estos niños y de sus padres. Así como hay depredadores de niños en su naturaleza, los hay quienes violan su conocimiento y su conciencia.
El conocimiento universal, abierto, cierto y sin escamas es el idóneo para que los niños conozcan los pros y contras de un pasado histórico y que, poco a poco, ellos mismos, saquen más tarde sus propias conclusiones, sin rencores y sin amarguras, sin odios…, como hoy mismo se quiere hacerlos.