Sin duda, el levantamiento Zapatista dejó una huella profunda en todos nosotros, no solo como profesionales sino también como seres humanos. Especialmente para quienes tuvimos la fortuna y el privilegio de cubrir ese levantamiento al sureste de México. Fue una experiencia que definió nuestra trayectoria y nos motivó a seguir trabajando para contar historias relevantes y dar voz a aquellos que no tienen voz.
A medida que se acerca el trigésimo aniversario de ese movimiento histórico, -1 de enero de 1994- es importante recordar y reflexionar sobre su impacto duradero. Sigamos honrando esa historia y manteniendo viva la pasión por contar la verdad, sin importar las dificultades.
Enero de 1994, fue nuestro bautizo de fuego profesional, aquí les comparto una imagen que me hizo el querido Raúl Ortega cuando él trabajaba para La Jornada y yo me estrenaba en la revista Proceso.
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(Ulises Castellanos en cobertura zapatista. Chiapas, 1994. Foto de Raúl Ortega)
Recuerdo la llamada del periodista Vicente Leñero -subdirector de Proceso en ese momento- aquel 1 de enero de 1994; cuando hablé con él desde París al enterarme de los primeros enfrentamientos de aquella mañana en Chiapas. Me dijo Leñero desde México: “se desataron los madrazos por acá, regrésate a México, es tu oportunidad”, enseguida tomé el primer vuelo que conseguí para regresar al país, y tres días después ya estábamos en San Cristóbal de las Casas con el buen Rafael Ocampo, colega y amigo reportero del semanario Proceso. Ambos rondábamos los 25 años de edad.
Fue un año de enorme intensidad, la idea era quedarnos unos días y nos quedamos meses; para finales de marzo ya estaba enviado al otro extremo del país cuando atentaron contra Colosio en Tijuana. Fue un año de terror.
Lo he dicho siempre, Leñero tuvo toda razón, no sólo fue una enorme oportunidad profesional de crecimiento, sino que, además, nos dio madurez personal, seguridad y un enorme aprendizaje sobre nuestro país. La cobertura del levantamiento zapatista marcó mi historia como fotoperiodista.
Así las cosas. Ahora que se cumplen tres décadas de dicho movimiento, no puedo dejar pasar la fecha sin compartir con ustedes, las dificultades, el aprendizaje y las conclusiones de aquel entonces.
En los primeros días de aquella cobertura en Chiapas, se vivieron momentos de enrome intensidad y adversidad. Los periodistas nos enfrentamos a combates, incertidumbre, desconocimiento e inexperiencia, pero lo que nunca nos faltó fue pasión y entrega total.
El bautizo de fuego marcó a una estupenda generación, dio inicio a una nueva era en la cobertura periodística en México. A pesar de las dificultades y los riesgos inherentes nuestro trabajo, decenas de profesionales nos adentramos a territorios peligrosos para capturar imágenes que contarían historias impactantes, ahí están las publicaciones de papel de aquella época, los libros y las exposiciones. Sin embargo, es importante señalar que esta pasión no siempre estuvo respaldada por un adecuado apoyo y reconocimiento para muchos colegas que tuvieron que abandonar la cobertura el primer mes por falta de recursos en sus medios. Por fortuna nosotros y algunos otros colegas pudimos continuar por meses y años en esa zona de conflicto.
A pesar de todo esto, los fotoperiodistas de entonces en México lograos sentar las bases para un trabajo valiente y comprometido con la verdad. Muchos de ellos continúan documentando realidades difíciles con la esperanza de generar conciencia y provocar cambios sociales que creen necesarios. Otros se han perdido en el tiempo y algunos otros se nos han adelantado en otra dimensión.
En el mundo del fotoperiodismo, es fundamental contar con imágenes estupendas que capturen la esencia de una historia y transmitan emociones genuinas. Sin embargo, también es crucial que estas imágenes vayan acompañadas de historias inspiradoras y un compromiso inquebrantable con la verdad, lamentablemente la crisis actual de los medios, impide ahora darle profundidad a las historias.
En México, el fotoperiodismo ha jugado siempre un papel fundamental en documentar los acontecimientos históricos y sociales que han moldeado al país. Desde los movimientos zapatistas hasta el desarrollo y madurez de una nueva generación de fotógrafos, este campo ha evolucionado para retratar la realidad con profesionalismo y autenticidad.
El verdadero valor del fotoperiodismo radica en su capacidad para generar conciencia y documentar esos cambios sociales. A través de imágenes impactantes, los fotógrafos pueden capturar momentos cruciales que pueden desencadenar debates importantes y movilizar a la sociedad hacia una acción positiva. Sin embargo, no debemos perder de vista la importancia de mantener altos estándares éticos en este campo. El compromiso con la verdad implica no manipular ni distorsionar las imágenes para ajustarse a una narrativa preconcebida. El fotoperiodismo honesto debe ser un antídoto para las Fake News, el cáncer moderno en redes sociales.
La integridad profesional debe ser siempre prioritaria para preservar la confianza del público en el fotoperiodismo, como fuente confiable de información visual. En resumen, el fotoperiodismo en México ha demostrado su capacidad para capturar momentos trascendentales, transmitir historias inspiradoras y mantener un compromiso inquebrantable con la honestidad. Es necesario -a pesar de todo- seguir fomentando el desarrollo y madurez de esta disciplina para garantizar su relevancia permanente en nuestra sociedad.
Es por todo lo anterior, que no podía dejar pasar esta fecha emblemática y compartir esto con los jóvenes periodistas y lectores que quizá ni siquiera habían nacido en 1994, para recordarles que este primero de enero se cumple una fecha emblemática en la historia de nuestro país y del periodismo nacional.