En las negociaciones obrero-patronales de nivel macro se discuten dos modificaciones particularmente importantes para el año 2024; una es el monto del incremento al salario mínimo y la otra es la posible reducción de las horas de trabajo a la semana. Algunos señalan que estos cambios plantean riesgos a la supervivencia de muchas empresas, en particular las muy pequeñas. En sentido contrario, no lo olvidemos, su evolución es determinante del bienestar de los trabajadores y sus familias.
La propuesta Patronal es elevar el salario mínimo en 12.8 por ciento; la petición del sector obrero es que suba un 25 por ciento incluyendo también a los salarios profesionales. La Comisión Nacional de Salarios Mínimos -Conasami-, entrará en sesión permanente el próximo 30 de noviembre para analizar las propuestas y lograr un acuerdo. Este organismo se compone de una representación tripartita; patrones, obreros y gobierno y no siempre se toma una decisión consensada, es decir aceptable para todos.
Hay que recordar que durante décadas la representación del gobierno se inclinó en favor de la propuesta empresarial; fueron años en los que el salario mínimo se estableció en base a la inflación oficialmente esperada. Un cálculo permanentemente erróneo con el resultado de que los salarios se elevaban muy por debajo de la inflación que verdaderamente ocurría. De este modo el salario mínimo real de 1978, cuando estuvo en su punto más elevado, se redujo a apenas una cuarta parte hacia 1996 y se mantuvo a ese nivel por cerca de 20 años.
Te podría interesar
El impacto de la reducción salarial fue brutal en el bienestar de las familias mexicanas y se ignoró el precepto constitucional que establece que el salario mínimo debe ser suficiente para satisfacer las necesidades normales de una familia.
La reducción salarial, a pesar de los importantes incrementos de la productividad de las empresas, era congruente con una estrategia de prioridad a la exportación hacia el mercado global que desatendió la salud económica de los sectores orientados a la producción para el mercado interno. Se trató de competir, sin mucho éxito, sobre la base de una mano de obra, la formal y la informal, reducida a niveles de miseria.
De 2019 a la fecha la representación gubernamental en la Conasami se ha inclinado en favor de la parte obrera y ha elevado el salario mínimo por arriba de la inflación. El resultado es que el mínimo salarial casi casi se ha duplicado del 2018 a la fecha. Tal recuperación parcial redujo en 5.1 millones el número de pobres entre 2018 y 2022. Un cálculo optimista en la medida en que solo considera ingresos y no otros factores como, por ejemplo, el gasto que ocasiona la pérdida substancial del acceso a la salud ocurrida en los últimos años. Visto de manera aislada no cabe duda del impacto positivo del incremento del ingreso real de los trabajadores formales.
Lo más probable es que para el 2024 el incremento del salario mínimo se fije en alrededor de un 20 por ciento, incluso si no hay consenso con el sector empresarial. Ahora, como de costumbre, el Banco de México advierte que tal incremento podría ser inflacionario. Solo que el argumento está desprestigiado debido a que durante las décadas de reducción del salario real de cualquier manera hubo inflación y Banxico nunca aclaró que esta se originaba más bien en la población de mayores ingresos y no en la base popular. No obstante, la advertencia empresarial de que tal incremento puede colocar en serios problemas a las microempresas debe tomarse en serio.
¿Acaso la decisión se encuentra entre la supervivencia de las empresas o avanzar hacia salarios decentes? De acuerdo con el Coneval al primer trimestre del 2023 la pobreza laboral alcanzaba al 37.7 de los trabajadores; es decir que cerca del 40 por ciento de los mexicanos siguen sin poder cubrir las necesidades básicas alimentarias de sus familias con sus ingresos. Plantear un alto a la recuperación salarial tras décadas de deterioro va en contra del planteamiento básico de la actual administración y sería particularmente negativo desde una perspectiva política en un año electoral, el 2024.
Otro cambio relevante podría estar en puerta. Tras meses de un lentísimo dialogo en mesas de trabajo ahora, por fin, se discutirá la reducción de la semana laboral de 48 a 40 horas en el pleno de la Cámara de Diputados. Hay que señalar que México y Colombia son los únicos países del continente americano en los que la semana laboral es, todavía, de lunes a sábado.
De acuerdo con el último reporte laboral de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico -OCDE-, el número de horas promedio por trabajador realmente trabajadas fue de 2 mil 226 en México. Para comparar fueron 1 mil 810 en Estados Unidos; 1 mil 752 como promedio en el conjunto de los países de la OCDE; 1 mil 511 en Francia y 1 mil 341 en Alemania. Es decir que en México se juntan las jornadas laborales más extenuantes, con excepción de Colombia, con los salarios reales más bajos de todo el grupo de países. Incluso bastante inferiores a los de Colombia.
Una estrategia de recuperación de la capacidad adquisitiva del salario mínimo y plasmar en la ley el derecho a dos días de descanso a la semana no nos colocaría al frente de los países con mayores derechos sociales. Seguiríamos estando como el país con una de las peores combinaciones de bajos ingresos y más horas de trabajo entre los países de mediano desarrollo.
La decisión de elevar el ingreso laboral mínimo y, posiblemente, reducir a 40 horas la semana laboral hace evidente que nos encontramos ante una estrategia socioeconómica distinta a la de la globalización basada en la explotación extrema de la mano de obra.
¿Es posible una globalización exitosa que no esté basada en salarios de hambre y exceso de trabajo? La respuesta es sí; y el ejemplo contundente es China. Ese país se convirtió en el motor industrial del mundo, una potencia en crecimiento exponencial y lo hizo elevando substancialmente los salarios y el nivel de vida de su población. No se trató de una globalización simple, sino del incremento de los ingresos de su población en paralelo a una estrategia de crecimiento industrial vía la substitución de importaciones.
Si nos vemos en ese espejo, México se encuentra a la mitad del camino hacia un modelo socioeconómico exitoso. Para generar un dinamismo sustentable el fortalecimiento del mercado interno requiere acompañarse de una estrategia de crecimiento productivo industrial y agropecuario que empiece por proteger la producción interna y avance a substituir importaciones. Lograrlo requiere regular y controlar el comercio con el exterior sobre todo ahora que la moneda es menos competitiva, las importaciones se abaratan, no tienen barreras o tienen muy poca contención por lo que desplazan a la producción interna.