Con el mismo factor sorpresa por delante, exactamente medio siglo después de que la guerra de Yom Kippur, a Israel, el feroz ataque de Hamás lo encontró con la guardia baja. Pero como para Benjamín “Bibi” Netanyahu, no hay mal que por bien no venga a la hora de desatar un infierno de destrucción y muerte, este parece ser el mundo ideal para el primer ministro, y su alianza compuesta por ultraortodoxos, que llegaron hasta aquí deseando este momento: el de arrasar con la Franja de Gaza y Cisjordania. Y de ser posible, contar con el apoyo suficiente de Estados Unidos para involucrar en el conflicto a Siria e Irán.
Los mismos que se preguntan qué pasará a partir de aquí en Medio Oriente, ahora que Israel avanza sin reparos y Hamás tiene de rehén a cientos de judíos, después de perpetrar una masacre que poco o nada tiene que ver con la reivindicación Palestina —para que termine el acoso y la opresión contra su pueblo, iniciado allá por 1947—, encuentran similitudes con el ataque a las Torres Gemelas, un 11 de septiembre de 2001. Lo que vino después de aquel atentado, la reacción de la administración de Georges Bush, fue casi en el mismo sentido que el que tomó ahora Netanyahu. Una guerra sin cuartel en la región con el argumento, sustentado en la necesidad de acabar con Al-Qaeda.
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Aún hoy no se han disipado las sospechas hasta dónde, con aquel atentado terrorista, Osama Bin Laden (fundador de Al-Qaeda), no terminó siendo funcional a los intereses de Washington. Será dentro de la misma disciplina, la historia, donde deberán desentrañar esa hipótesis. De la misma forma que deberán hacerlo con el inexplicable ataque terrorista de Hamás, que estableció un parteaguas en el conflicto.
(Foto: EFE)
A primera vista, la facilidad con la que sus milicianos traspasaron la alambrada de la “cárcel a cielo abierto más grande del mundo” (la Franja), es cuando menos llamativa. Máxime, teniendo en cuenta el nivel del ejército israelí y el profesionalismo del Mossad, uno de los servicios de inteligencia más sofisticados del planeta.
A la hora de trabajar hipótesis, no huelga recordar que fue Israel el que colaboró como nadie con la creación de Hamás, con el único fin de socavar a la Autoridad Nacional Palestina y al propio Yaser Arafat, poco antes de que este muriera envenenado en 2004.
Tampoco se puede dejar de lado que la coyuntura interna de la administración Netanyahu no era la mejor. Desde que decidió avanzar sobre la Corte Suprema (cualquier comparación con Cristina Kirchner no es casualidad, sino populismo), para obstaculizar los procesos de corrupción en su contra, había generado un conflicto que tenía divida a la sociedad. Esa misma sociedad que ahora está obligada a encolumnarse detrás del primer ministro en sus decisiones militares y políticas
¿Es una estrategia correcta hacer visible el abandono internacional del pueblo palestino, decapitando a mujeres y niños o secuestrando civiles distraídos en una rave? ¿Podrán decir los responsables de Hamás que no sabían, de antemano, la reacción israelí contra sus compatriotas, después de semejante bacanal de salvajismo?
Preguntas todas, de fácil y lógica respuesta, que deja el trabajo para los historiadores. Por lo pronto, el número de muertos y heridas crece de a miles día a día, y más allá del repudio, la Comunidad Internacional, mira cómo Washington azuza el conflicto con su promesa de contundente apoyo militar.
(Foto: EFE)
A la hora de buscar las causas para que Hamás allá accionado en el éxtasis de su filosofía del terror, no son pocos los observadores que afirman la posibilidad de boicotear el reciente acercamiento entre Israel y los Arabia Saudí. El periodista Thomas Friedman, quien fuera durante décadas corresponsal en Medio Oriente, sostuvo en un reciente artículo en The New York Times, que una foto tomada por funcionarios ministeriales en Riad, de un israelí rezando con un chal tradicional, kipá y el rollo de la Torá en sus manos, con la ciudad árabe de fondo sobre la ventana, representaba el anhelo de cualquier israelí: el de ser aceptado en Medio Oriente.
A su entender, esa imagen estaba llamada a encender la mecha de la ira entre buena parte de la población palestina y pudo haber derivado en la decisión de poner en marcha el plan que llevaba años elaborándose en secreto. Principalmente, entre los de posiciones más extremas, como es el caso de Hamás o de la Yihad Islámica, desde Gaza y Cisjordania.
Develar los motivos, parece tarea para otro momento. Lo que urge ahora, es encontrar los caminos para frenar la masacre y ahí sí, la carencia de actores es desesperante. Las Naciones Unidas (ONU), aumenta su histórica ambigüedad en un conflicto que ya se veía venir, cuando Netanyahu conformó su último gobierno con los más extremistas de cada casa, cuya única meta es la guerra por todos los medios (y así lo reflejamos en su momento desde este espacio).
(Foto: EFE)
Mientras Netanyahu se sentía acorralado por la protesta social, que detesta los ataques a la libertad de expresión y los intentos por controlar la Justicia, él y Hamás lograron cambiar el eje. Los cánticos antigubernamentales se transformaron, ahora, en fuego, destrucción y muerte por doquier. Todo a un lado y al otro de la alambrada, extendiéndose sin pausa a Cisjordania y Siria. Una vorágine violenta que necesita ser detenida ante el riesgo de una escalada de índoles desconocidas hasta aquí.
Como si el mundo no tuviese bastante con la guerra en Ucrania, Medio Oriente vuelve a acaparar la atención y a incrementar exponencialmente el riesgo de un conflicto sin límites.
Así como Bush, en su momento, no ahorró misiles tras las Torres Gemelas, Bibi no tiene más libreto que aquel y, ya se mostró transitando la misma huella. Con el sonido de las balas y las bombas como todo instrumento y el coro de gritos de dolor como todo canto. No queda ninguna duda que —lejos, muy lejos de Jimmy Page y Led Zeppelin—, esta canción, la de la guerra a como dé lugar, sigue siendo la misma.
CAO