Cuando hablamos de democracia nos referimos no solo a un concepto, sino a todo un andamiaje jurídico que se basa en derechos, obligaciones y oportunidades para una determinada sociedad. En México, estos derechos considerados fundamentales se encuentran consagrados en la Constitución Política y en diversas legislaciones secundarias que le dan fortaleza a la y los ciudadanos en su actuar cotidiano; por obligaciones las responsabilidades a las que estamos obligadas para contar con armonía jurídica y equitativa, y finalmente, las oportunidades que, un Estado Democrático como el nuestro, debe ofertar a la población para su pleno desarrollo.
Democracia implica también, un Estado, un régimen político que vela por el bienestar de su población; significa contar con equilibrio de poderes, en este caso, entre el Ejecutivo, el Legislativo y el Poder Judicial que se traduce en contar con un Estado de Derecho que se constituye como la piedra angular de una nación.
Democracia significa también que una nación otorgue a su ciudadanía los elementos suficientes para su pleno desarrollo, físico, cultural y recreativo; de su participación en decisiones fundamentales, así como la punta de lanza y columna vertebral en la defensa de los derechos de sus habitantes a través de instituciones constituidas con tal fin.
Estos y otros aspectos son los rubros fundamentales de un sistema democrático por lo que cualquier consideración que se aparte de estos supuestos debilita justamente dicho Estado y, con ello, los primeros afectados son generalmente su ciudadanía.
De acuerdo con el Índice de Democracia de The Economist de 2021, al menos la mitad de la población del mundo registra algún tipo de sistema democrático; en sentido contrario, alrededor de un 37% se encuentra bajo un régimen autoritario.
Este Índice considera a las democracias plenas a los países que contienen normas que permiten libertades políticas básicas y que, las libertades civiles son respetadas; elecciones libres y buena participación ciudadana, así como la existencia un nivel de cultura suficiente que fortalece justamente un sistema democrático. Por democracia defectuosa se considera a países en donde existen problemas de gobernanza, una cultura política subdesarrollada y bajos niveles de participación.
Otro registro importante de este Índice son los regímenes híbridos en los que, entre otros rubros, se contabilizan aspectos como la presión del gobierno sobre partidos y candidaturas de oposición, lo que vicia el ejercicio de elecciones libres; presión a medios de comunicación y al propio Poder Judicial. En estos regímenes de igual forma, la corrupción es un fenómeno latente lo que debilita el ingrediente fundamental de un Estado de Derecho.
Finalmente, tenemos a los regímenes autoritarios en donde prácticamente la pluralidad política es nula, las libertades ciudadanas están vulneradas y no hay plena independencia de los poderes o son en esencia nulos. Esto deriva que algunos de los países que se encuentran en esta clasificación se consideren como dictaduras.
Para el caso de nuestro país, esta clasificación ubica a México con una democracia de régimen híbrido, en el lugar 86 de entre un total de 167 naciones, es decir, está considerado nuestro régimen como una democracia deficiente.
Las razones de esta clasificación, en mi opinión, son fáciles de detectar, entre las causas principales destaca la polarización en que se nos ha sometido como nación que irrumpe el esquema armónico de una sociedad; polarización que puede radicalizarse y escalar niveles que nadie quiere, sobre todo, si ésta se registra en los procesos electorales que deben ser una auténtica fiesta cívica y pilar fundamental de nuestro sistema democrático.
Debe hacerse conciencia, desde el ejercicio del poder público que, el ataque a instituciones, a medios de comunicación o a diversas personalidades no solamente las debilita, sino confronta a la sociedad dejando de lado la esencia del ejercicio del poder que es el velar por la unión de la nación.
Busquemos la esencia primaria de nuestra democracia, fortalezcámosla, no la destruyamos; no la combatamos, cuidémosla; no dividamos, unámonos, aún con nuestras diferencias.
México es una gran nación y la obligación de todo estado democrático debe ser invariablemente el bienestar de la población y ésta se enfrenta en unión, con acciones justas, equitativas e igualitarias. Es hoy cuando se debe actuar, mañana puede resultar muy tarde.
El poder público tiene la última palabra.