#LACÁBALA

Una foto junto al águila

El águila de metal azul silueteada identifica a la UASLP, que cumple cien años como universidad autónoma. | Adriana Ochoa

Escrito en OPINIÓN el

Apenas salir de la oficina que les entrega el título, en el Edificio Central de la UASLP, cruzan el patio para hacerse la foto con su documento bien visible junto al águila de metal azul silueteada que identifica a la institución.

No había ese elemento de identidad en mi generación. En la segunda mitad de los ochenta no estaban las cosas fáciles para la universidad potosina, con una pausa impuesta por la violencia y el asesinato de un líder estudiantil.

Mi generación fue la segunda de la entonces Licenciatura en Ciencias de la Comunicación. Cualquier cabeza sensata se habría preguntado qué hacíamos inscritos en una carrera totalmente nueva, sin edificio propio, sin talleres y en tiempos de política estudiantil volátil y ligada a los también convulsos tiempos políticos de San Luis Potosí. A unos días de comenzar clases, el coordinador se fue, no supimos si removido o por entera voluntad propia. Inició un rectorado de más fuerza y determinación que academia; peculiar, sí, pero la historia lo confirmó como necesario para esos tiempos y de gran servicio para fincar la reconversión que fue posible hacer después.

El mercado de trabajo abrió oportunidades muy temprano para los estudiantes de Comunicación y varios tuvimos la oportunidad de tratar con el rector Alfonso Lastras Ramírez, como reporteros en la cobertura de la fuente educativa. Hombre de pocas palabras, directo, temido, no le recuerdo un solo gesto grosero, menos protagónico. Era chiste general que su oficina olía a azufre, por aquello del atinado alias “El Chamuco”. En uno de esos desbarajustes de manipuleos estudiantiles que nos tocó cubrir, un grupo de porros entró a su oficina con un pequeño bidón de gasolina y la amenaza de incendiarla si no se salía. Los fulanitos salieron con su bidón tal y como entraron a que su líder, un fósil de manual, los pendejeara en los pasillos del Edificio Central porque no lograron sacar al rector de su despacho. Quién sabe qué cosa pasó ahí dentro, para entonces la Rectoría llena de directores y consejeros, pero al que encabezaba el ataque justificaba el fracaso con su “líder”, parándose en un pie y en otro. “¡Dijo que podíamos empezar con las cortinas!”, casi gimoteaba.

La experiencia en la calle, en aquellos años compensó para esas generaciones lo que la carrera no tenía en prácticas por la falta de equipo. Entre bromas y veras, nos decían “los muchachos de Ciencias de la Ilusión”. En la primera clase de televisión, el maestro dibujó una cámara con tiza en un pizarrón. Sin presupuesto, el coordinador Raúl Camacho Muñoz, organizaba rifas de vales de gasolina, colectas con el sindicato de maestros y patrocinios, consiguió los primeros equipos. Unos años más tarde le dieron a la escuela un Radiomaratón y se equipó mejor, mi generación ya había egresado, estaba en los medios y apoyo con lo que tuvo a mano.

El rectorado de Lastras cerró las preparatorias en la capital y Soledad, fuente de elementos para el porrismo. Medida drástica y polémica, pero el tiempo le dio la razón. El reclutamiento de adolescentes para fines de manipulación porril se agotó. De los últimos coletazos, ya en los noventa, la quema de camiones del transporte urbano en el interior del campus Poniente, una protesta por atropellamiento de estudiantes que se salió de control. Los jóvenes, perseguidos por un operativo de la policía y camioneros, metieron los autobuses en territorio universitario, decenas de ellos. El desenlace fue desastroso, una situación muy complicada para la Universidad por las interpretaciones políticas de ese tiempo. Gabriel Purón Cid, líder de la FUP y cabeza de ese secuestro de unidades, es hoy director regional del CIDE Aguascalientes y su currículum académico comienza con un doctorado en Albany, Nueva York. 

El tiempo pasa para las personas y las instituciones. Biografías e historia nunca son de un solo tono, a menos que se petrifiquen. La UASLP cumple el martes cien años como universidad autónoma. Un siglo de impulsar la capacidad propositiva, reflexiva, innovadora y adaptativa, a su propio tono y no exenta del impacto externo, viva como está y parte del engranaje social. No solo ha sobrevivido a tiempos malos, complejos, convulsos, frívolos o autoritarios, los ha vivido con todas sus letras porque no se le puede pedir que se mantenga en una burbuja en aras de una asepsia social imposible.   

Un siglo de tratar con autoridades de todos los niveles y personificadas por perfiles no siempre afortunados, solidarios ni constructivos. Alcaldes ha habido, sobre todo con los campus regionales, que entienden y apoyan la importancia de tener un espacio de formación profesional cercano para sus jóvenes, otros no tanto. Con gobernadores, ha tratado de variado estilo y actitud, no todos egresados de sus aulas pero sí la mayoría. Ningún gobierno local se ha acercado al nivel de compromiso con su universidad autónoma como en otras entidades: el presupuesto de la Autónoma Veracruzana es en 50% o más estatal, aquí la contribución del Estado no puede llegar al 20% y es la segunda con la menor aportación estatal del país. No es dato nuevo, es una vieja realidad. 

Centenaria, con escaso o nulo apoyo de gobernantes a trienio o sexenio. A la Universidad la construye su comunidad toda, desde el papel que toca, adentro y afuera, para bien y lamentablemente para mal no pocas veces.

“La educación pública es un bien social y su financiamiento, oportuno y suficiente, es una obligación del Estado”, dijo aquí el rector de la UNAM Enrique Graue hace un año, en la ceremonia de su doctorado Honoris Causa por la UASLP.

Bien sabe de lo que habla Graue. La autonomía se convirtió en un blanco de ataque para una corriente política transitoria, como todos los gobiernos, en un estorbo para la expansión de pensamientos únicos y aspiraciones de maleabilidad ideológica. 

Dedicadas a resolver los desafíos de su tiempo, las universidades autónomas obedecen a horizontes más largos que el presente. Las circunstancias políticas presentes no son el objetivo, afortunadamente. Ahí concluyen las corrientes políticas, eso sí, tantas como haya en una sociedad viva, pero ninguna se impone como única. 

De eso se trata, de reformularse en un constante y diario ejercicio de libertad y de compromiso social, sobre todo con las generaciones que vienen. Si a alguien en el ejercicio de un poder transitorio le estorba, le incomoda o le resulta un fastidio, qué pena. 

Los jóvenes seguirán cruzando el Patio Central con su título junto al águila.