Hace un par de días se conoció el aparente involucramiento de Gloria Trevi en un asunto legal en Estados Unidos, relacionado con un caso de explotación sexual de menores. Si bien no es la primera vez que la artista se le relaciona en los medios y ante autoridades con cuestiones similares, habrá que esperar a la conclusión del proceso para saber que se acredita legalmente y que no.
Afortunadamente para la Trevi, ella goza del respaldo de la industria y del cariño de la gente a la que nunca le importó que hubiera estado muy cerca de Sergio Andrade durante la época cuando éste realizó actos por los que finalmente fue procesado y sentenciado por abuso sexual a menores aspirantes a ser artistas. Siempre quedó claro, tanto a nivel judicial como en nuestros corazones, que si bien la Trevi andaba por ahí, ella nunca supo nada. Es por eso que el público jamás vio como una ironía su posterior designación en la televisión como jueza de un concurso de talento artístico para menores de edad, precisamente.
Hay suficientes motivos para suponer que el coherente público mexicano le otorgará nuevamente el beneficio de no ser tocada por la cultura de la cancelación (que no se basa en sentencias condenatorias o absolutorias), en la que a veces sólo por un chiste de alguien menos querido se genera la exigencia de la terminación de su carrera, pero, a otras personas se les aplica un criterio menos ofendido. Recientemente, la estrella femenina de la serie Stranger Things declaró abiertamente que había besado por sorpresa y sin su consentimiento a un compañero de filmación. Hubo críticas del tono “bueno, no estuvo bien, pero que no lo vuelva a hacer y ya”. No hay que exagerar aparentemente.
Criterios diferenciados aparte, la trata de personas, entendida como la explotación sexual o laboral de personas, es un problema que llega a involucrar autoridades de distintos países. Son conocidas las redes de explotación sexual desde Puebla y Tlaxcala que trasladan mujeres a Estados Unidos, principalmente Nueva York. En ese sentido, la experiencia del personal de la red consular mexicana en ese país ha permitido la detección de víctimas de trata entre los usuarios dentro y fuera de las sedes consulares. Esas representaciones celebran convenios con autoridades locales y organizaciones civiles para la protección de las víctimas, que en muchos casos, implica también la coordinación con autoridades mexicanas para buscar la protección de los hijos de las víctimas, muchas veces rehenes de los tratantes en México. Lo anterior, como medida inicial anterior al procesamiento judicial de los responsables en ambos países.
Esta modalidad de explotación se basa en el abuso cometido por los tratantes de la expectativa de sus víctimas para mejorar sus condiciones de vida, a través de falsas promesas de oportunidades laborales o de vida en pareja en el extranjero.
No tiene mucho que tuvo lugar el proceso judicial en California contra el líder mexicano de la Iglesia La Luz del Mundo de Guadalajara, por delitos relacionados con la explotación sexual de mujeres adultas y menores de edad. En ese caso, las víctimas eran sometidas bajo la premisa de que esos actos abusivos eran parte de la voluntad de su dios, expresada a través de su representante en la tierra. Semejante a lo que ocurrió con Marcial Maciel, pero éste sin haber sido procesado por las autoridades en ningún lado, ya que desafortunadamente el papa Juan Pablo II, como me dijeron mis tías, nunca supo lo que pasaba.
Otro caso reciente, y de altísimo perfil, fue el de la organización NXIVM, cuyo líder Keith Raniere reclutó una enorme cantidad de personajes con influencia económica y política para obtener beneficios financieros y sexuales. Lo interesante es que, en contraste con otros ejemplos de trata como el de Puebla y Tlaxcala, las víctimas no pertenecían a grupos marginados, sino a sectores con enorme capacidad económica, y que en algunos casos, los seguidores viajaron desde México a Nueva York, otra vez el mismo patrón, para dejar encargadas a sus hijas menores de edad con el líder de la secta, según se desprende del proceso judicial en el que al Sr. Raniere lo sentenciaron prácticamente al resto de su vida en prisión.
La trata se relaciona con la explotación sexual y laboral de las víctimas, pero, inicia con una explotación temprana de las necesidades y las emociones humanas, en cuyo caso, la educación o las condiciones socioeconómicas no hacen distinción.
Las instituciones involucradas en el tema, y los funcionarios que pertenecemos a ellas, debemos realizar todo lo posible por proteger a las víctimas. Si bien comentaba cómo la red consular mexicana ha realizado aportaciones sensibles en el tema, también existen retos por resolver, ya que, por ejemplo, la celeridad con la que una víctima es captada en el extranjero y puede ser cobijada por los programas de protección para ello coordinados por la Cancillería, no es la misma velocidad con la que se puede apoyar la reunificación de la víctima con sus hijos cautivos en sus lugares de origen ya que la legislación, y a veces criterios institucionales, no lo permiten. Tarea pendiente.