Los partidos políticos de oposición y las organizaciones sociales deben contribuir, en unidad, a dar certidumbre sobre el rumbo democrático de nuestro país y actuar con responsabilidad y sentido de urgencia, ante el riesgo de un mayor deterioro democrático y el autoritarismo del grupo en el poder.
Es difícil hablar de certidumbre ante un escenario caótico como el que se nos presenta. Aclaro que no me refiero a la incertidumbre democrática, como atributo democrático, respecto a los resultados electorales.
Vivimos en un mundo FANI, por sus siglas: frágil, ansioso, no lineal e incomprensible, como lo tradujo Jamais Cascio, del Instituto para el Futuro. Así lo asume Daniel Zovato, en su artículo para la revista Foreign Affairs sobre “El súper ciclo electoral latinoamericano 2021-2024”, al comentar los escenarios sobre los que transita la democracia en nuestra región, en medio del deterioro de la institucionalidad y el riesgo latente de regresión autoritaria por el debilitamiento del estado de derecho; del aumento de las tensiones sociales, el bajo crecimiento económico, la inflación persistente y la crisis cultural por la desconfianza generalizada en las instituciones democráticas.
La incertidumbre sobre el futuro –acentuada por los riesgos advertidos en el informe del Foro Económico de Davos, relacionados con el costo de la vida, los desastres naturales, la confrontación económica global, la migración forzada y la erosión de la cohesión social por la polarización– aumenta exponencialmente por la posición de los gobiernos populistas que, lejos de reaccionar con políticas sensatas, el fortalecimiento de las instituciones democráticas y la legalidad, impulsan la agenda de la deriva autoritaria para perpetuarse en el poder.
Por ello, hay que insistir en la necesidad de dar certidumbre sobre el rumbo democrático del país, de mandar señales claras sobre el compromiso de cada fuerza política y social respecto a la construcción de la alternativa democrática para enfrentar la elección de estado que se está gestando desde el poder. Podemos desconocer el resultado electoral y los pormenores de las elecciones del 2024, lo que no debe estar en duda es el compromiso y la posición de los demócratas para gestionar y promover la unidad de la oposición, para acordar el método abierto de selección de candidatos que necesitamos para lograr la mayor participación ciudadana y para definir la agenda del gobierno de coalición que necesita el país.
Ante el riesgo-país que se nos presenta, cualquier intento de simulación o de manipulación por parte de las dirigencias de los partidos debe ser advertido y denunciado con toda oportunidad, buscando la rectificación inmediata y la búsqueda sincera de lo que sea mejor para México. De igual forma, debe evitarse el protagonismo y la división entre las organizaciones sociales a fin de garantizar y nutrir la unidad y la fuerza ciudadana que se necesita para obtener el triunfo electoral y para hacer viable un gobierno democrático que nos represente a todos.
Por lo pronto, la siguiente batalla ya está en curso, es la defensa del voto ante las reformas legales del llamado Plan B, que se discutirá y votará en el Congreso en el periodo legislativo que está por iniciar. Si permitimos el desmantelamiento del INE, se atenta contra nuestro derecho al voto, se pone en riesgo la legitimidad de las próximas elecciones y se abre el paso a la dictadura. Si queremos vivir en democracia demos certidumbre y rumbo: nuestro voto no se toca.