#INFILTRADO

Detrás del ataque a Ciro

Quien mandó matar a nuestro colega sabía que su éxito era atentar, no consumar. | Antonio Nieto

#OpiniónLSR.
Escrito en OPINIÓN el

Hay algo que se oculta detrás de la agresión que sufrió el periodista Ciro Gómez Leyva. Algo que se esconde al propio Ciro. Algo que podría destapar muchas cloacas y que, al final, a muchos nos les conviene que se sepa.

Como era de esperarse, las autoridades capitalinas quieren resolver jurídicamente el caso. Desentrañar el móvil de la agresión está en segundo plano y, de asomarse a través de la información que arrojen los teléfonos de los detenidos, quedaría en sigilo, incluso para el propio Ciro. ¿Por qué? Porque desde los primeros avances de la investigación se descartó que fuese una venganza, un lio sentimental, una deuda o una represalia del crimen organizado. Resultó evidente que quienes maquinaron y pagaron el ataque no querían que la propia víctima entendiera el porqué, mucho menos que los identificaran con un grupo criminal específico. Para los investigadores que han platicado con este columnista, esta forma de ejecutar, de mover los hilos, no revela sino a un titiritero que podría tener intereses más profundos que solo dañar a Ciro y, por ende, al periodismo.

En la calle se dice que la célula de sicarios contratada es independiente. Se vende a quien pague por sus servicios de sicariato. Los más visibles son Héctor Eduardo Jiménez Martínez, el supuesto tirador, apodado el “Bart” y Pedro Pool Francisco Gómez Jaramillo, el organizador. Este último ya había librado un proceso por matar a un hombre, el 18 de noviembre de 2013 en calles de la alcaldía Venustiano Carranza, consta en la averiguación FVC/VC-3/T3/02858/13-11R1. También había estado preso en el Reclusorio Sur, en 2012, por robo calificado y el “Bart”, tenía antecedentes por robo a casa habitación y otros robos, por lo cual tenía que firmar su libertad condicional. Según las pesquisas, el “Pool” había hecho “trabajos” para Juan Balta, el líder de narcomenudistas sentenciado junto con algunos de sus pistoleros por asesinar a Abril Pérez Sagaón en el Día Internacional de la Mujer en 2019. Juan Balta rentaba a sus sicarios a cualquiera que tuviera entre 5 mil y 10 mil dólares. Su sociedad con la Unión le permitía extorsionar a nombre del cártel y apoyo en las pugnas que tuviera contra grupos delictivos contrarios. Su centro de operaciones era Iztacalco y, posteriormente, el Reclusorio Oriente. En Iztacalco existe otro grupo que hace exactamente lo del Balta: el de “Paco Pacas” y su grupo de choque, encabezado por Yannick Iriarte Martínez, el “Alemán”. A estos sicarios les pagaron por matar al empresario Eduardo Beaven, quien sufrió un atentado en 2021 cerca del Aeropuerto capitalino. Fue muy parecido al de Ciro y de igual forma fracasó.

A Beaven lo quisieron eliminar porque no quiso vender algunos bares en Playa del Carmen, pues otro empresario asociado con narcotraficantes buscaba establecer un corredor de narcobares. Pero en el caso de Ciro, acorde con las indagatorias de la Secretaría de Seguridad Ciudadana, no hay un móvil claro, no hay un sospechoso en su ámbito laboral ni en el personal que lo haya amenazado o que al menos viera al comunicador como un obstáculo para llegar a algo. Hasta ahora, los 11 detenidos por el atentado a Ciro fueron vinculados a proceso por otros delitos y no tentativa de homicidio. Esto significa que la Fiscalía capitalina se está tomando su tiempo para acomodar bien las piezas del rompecabezas y sustentar jurídicamente imputaciones firmes. De igual manera implica que, en primera instancia, no contaba con una prueba irrefutable. No se conocían entre sí todos los imputados, es más, ni siquiera formaban parte de la misma célula. Esto es lo natural de este tipo de grupos delictivos que lo mismo asesinan por encargo que roban, extorsionan o venden droga. Son grupos que emanaron de otros más grandes, que han hecho “trabajos” con éste o aquél a veces sin que los jefes lo sepan, como pasó con el asesinato del hermano de Juan Balta en 2019. El que jaló el gatillo lo hizo sin que su jefe, Yannick Iriarte Martínez, el “Alemán”, diera su visto bueno, pero como sea, a final de cuentas confrontó a las organizaciones mafiosas de Paco Pacas y el Balta.

En el caso de Ciro, los policías encontraron gorras con las siglas CJNG y CDJ, que hacen alusión al Cártel Jalisco Nueva Generación, pero que al profundizar en el trabajo de gabinete se descubrió que son falsas. No corresponden realmente a ese cártel, simplemente se usaron para extorsionar a comerciantes del Mercado de Sonora. En ese cateo en la Magdalena Mixhuca fue capturado Sergio David Berlanga, gente del “Pool”, cuya madre representó por varios años a los vendedores de Mixhuca y el de Sonora. Todo este análisis ha arrojado como resultado que los detenidos estaban dispersos en diferentes células con distintas actividades, que incluso podrían ligarse a la Unión Tepito, pero no directamente, sino a través de pagar por el derecho de usar ese nombre para cobrar cuotas o atemorizar a narcomenudistas que no quieren alinearse. Quien contrató al “Pool” para agredir a Ciro sabía que su grupo no tiene, por así decirlo, el suficiente prestigio para cometer un “golpe” de alto perfil, pero que por su propia naturaleza dispersa iba a provocar que sea más difícil que lo identificaran y que los propios sicarios lo investigaran. Esa fama la tiene, por ejemplo, la Unión: sus gatilleros no fallan y saben con qué cliente van y con cuál habrá problemas. A cuál cliente lo pueden intimidar después para que se calle, cuál les conviene porque tiene poder político. Quien mandó matar a nuestro colega sabía que su éxito era atentar en sí, no consumar, de ahí que todo ha salido a su conveniencia: se enrareció el clima político en tiempo de precampañas e indignó a un sector de comunicadores a los que sembró la sensación de que a cualquiera nos pueden asesinar, cuando sea, donde sea, incluso en la hipervigilada Ciudad de México, donde inclusive en el transporte público uno ya no está seguro. ¿Ve usted el mensaje”?

Enterado está, querido lector y recuerde: el infiltrado es usted.