La educación es un pilar indispensable para la vida en sociedad. A través de sus instituciones y actores, se incide positivamente en la configuración de la identidad, se introyectan los valores que sirven a la convivencia en comunidad y se imparte y produce conocimiento que sustenta en buena medida el desarrollo del país.
El reconocimiento a la importancia de la educación en el plano global se evidencia con la instauración, por parte de Naciones Unidas de un organismo dirigido a la construcción de la paz global a través del fomento a la cooperación entre los países en los rubros de la educación, la ciencia, la cultura y la comunicación: la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas en inglés). Esta instancia ha trabajado de manera intensa desde 1946 para contribuir al logro de la paz, mediante el impulso al entendimiento entre los pueblos de la tierra, con la claridad de que la multiculturalidad es una riqueza.
En el periodo 2020-2021, la organización realizó un estudio en torno a los desafíos que la emergencia sanitaria mundial por el SARS-CoV-2 ha instaurado en el ámbito de la educación, con la finalidad de perfilar los escenarios para los tiempos venideros adecuados para alcanzar un mundo en mejores condiciones de equidad, sustentabilidad y prosperidad.
Es claro que ninguna nación estaba preparada para enfrentar de forma inmediata los enormes desafíos que presentó la pandemia para la educación. Pero lo cierto es que la crisis de salud hizo emerger ante nuestras miradas los déficits en infraestructura y acceso a las tecnologías, así como las disparidades que marcan las formas como se garantiza la continuidad en el acceso a la educación en nuestro país.
Por eso el estudio de la UNESCO, denominado “Reimaginar juntos nuestros futuros: un nuevo contrato social para la educación”, adquiere una particular relevancia, pues a través de un proceso amplio de consulta, a más de un millón de personas, se obtuvo un texto sumamente valioso que, como su eje principal, propone la renovación del pacto social, en aras de que se impulse el acceso en condiciones de equidad de todas las personas a la educación. Esto orienta hacia una valoración acerca de lo que hemos avanzado socialmente y de cómo se puede lograr que ninguna persona se rezague en el camino educativo.
Lo anterior hace necesario recalcar que la educación es un derecho fundamental, cuyo goce produce la posibilidad de ejercer las demás prerrogativas de las personas. Además, su incidencia positiva para la convivencia armoniosa y en paz entre las personas es innegable, pues por su conducto es posible prevenir conflictos; dotar a las personas de herramientas para solucionarlos; y crear conciencia acerca de los grandes problemas, tanto locales como globales, que requieren de una atención prioritaria.
Bajo este contexto, el informe de la UNESCO traza propuestas en dimensiones nodales del terreno educativo, que buscan su fortalecimiento dentro de la estructura social. Un ejemplo es el llamado a la transformación de la pedagogía, para que su ejercicio tenga como ejes rectores a los principios de cooperación y solidaridad, cuestión orientada a romper con modelos que otorgan preponderancia a la competencia y al individualismo. Este planteamiento es muy importante, pues permite pensar al espacio escolar en todos los niveles, como un punto de convergencia de trabajos y compartición de conocimientos donde el aspecto fundacional de las relaciones es la solidaridad para lograr el cambio de las condiciones actuales de desigualdad, con el fin de alcanzar la justicia social. De esta forma, las aulas y la interacción cotidiana entre los distintos actores de las comunidades educativas trascienden su ámbito de influencia a los campos de la economía, del trabajo y del desarrollo.
Otra dimensión que se aborda en el informe es la de los profesores y la función docente. En el desarrollo del texto, se reivindica la centralidad que tiene los maestros, como figuras que lideran la formación de los estudiantes y que, por ende, requieren poseer competencias profesionales avanzadas y garantías de un desarrollo continuo, particularmente en un entorno cada vez más demandante en el uso de recursos tecnológicos.
Un aspecto de gran valor del documento es la reivindicación del carácter comunitario que tienen los procesos educativos, cuestión que pone en relieve la responsabilidad compartida que existe entre el gobierno, las autoridades escolares y universitarias, el personal docente, el alumnado y los padres y madres, para lograr la educación y la sociedad que queremos.
El trabajo de la UNESCO debe motivar la reflexión acerca del poder que tiene la educación para reparar y robustecer el tejido social, por medio del sentido de pertenencia, de la ética común, la solidaridad y el respeto a la dignidad de los demás. Para el caso de nuestro país, que enfrenta grandes desafíos en el rubro, es un texto que puede detonar la acción de todos los involucrados para lograr la mejora educativa.
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