Guillermo Calderón, director general del Metro, se ha convertido en un lastre para la administración de Claudia Sheinbaum. Tras la penosa gestión de Florencia Serranía que se sostuvo con alfileres varios meses tras la tragedia en la Línea 12, Calderón llegó en su relevo, pero, según el entorno del poder en la Ciudad de México, han encontrado que el funcionario ha cometido errores.
No pueden llamarse sorprendidos o ayunos de diagnóstico. La misma Claudia Sheinbaum declaró siendo candidata a la jefatura de gobierno que en el gobierno de Miguel Ángel Mancera hubo corrupción y frivolidad en torno al Metro de la Ciudad de México.
En 2018 fue público, un reportaje de La Silla Rota así lo documentó, que el equipo usado por el Metro era tan obsoleto que parecía una película de El Santo, el enmascarado de plata, un luchador de las películas en blanco y negro. Era tan visible que se comprobó que usaban Post it para el control de los trenes.
Hay auditorías del 2022 en las que se señalaron riesgos en la Línea 3 en donde ocurrió el accidente donde murió una joven estudiante de la UNAM y resultaron heridas un centenar de personas. Otras auditorías revelan mantenimiento aparentemente ficticio a trenes por 997 millones de pesos.
Desde 2015, documentos oficiales revelan que no ha habido una sola denuncia por sabotaje en contra del Metro de la Ciudad de México.
Si Guillermo Calderón ha sido incapaz de convencer a Claudia Sheinbaum de la gravedad de la situación en el Metro es evidente, entonces, que es ya un lastre para la jefa de gobierno que aspira a ser la candidata presidencial. En los corrillos políticos de Morena tienen claro que Sheinbaum corre el riesgo de quedar a un metro de la candidatura presidencial. Y con un colaborador así es claro que no se ayuda.
Por otra parte, la intervención de la Guardia Nacional con seis mil elementos en los pasillos del Metro abre más las interrogantes. Hay algo que no sabemos los ciudadanos como para tomar el control territorial del principal medio de transporte de la Ciudad de México. ¿Es Omar García Harfuch, secretario de Seguridad Ciudadana el destinatario? ¿Son los “saboteadores”?
A juzgar por las dos primeras detenciones de personas en la era de la Guardia Nacional en el Metro, no hay “saboteadores”: una mujer que arrojó o se le cayó un ventilador y un joven que realizaba pintas. ¿Quieren inhibir a los “saboteadores” para que no cometan más actos “fuera de lo normal”, como definió Claudia Sheinbaum?
¿Es el sindicato, liderado desde hace cuatro décadas por Fernando Espino el destinatario del envío de la Guardia Nacional?
Fernando Espino se forjó como líder del sindicato del Metro en la Ciudad de México. Mientras Espino era estudiante de Ingeniería en el Instituto Politécnico Nacional (IPN), al mismo tiempo fungía como sparring de boxeadores de la talla de Lupe Pintor o José Ángel Mantequilla Nápoles. Fernando Espino se midió con grandes del boxeo profesional, pero se percató que nunca podría ser un campeón. La ingeniería lo atrapó y concluyó.
El dirigente del Metro es originario de Michoacán. Es un hombre recio y que rehúye la confrontación. Es un fajador como el deporte que alienta y hasta practica: el box. Ha sido diputado local y federal en diversas ocasiones. En 2010, por ejemplo, llegó a San Lázaro luego de que Jenny de los Santos murió en un accidente automovilístico, su suplente era Fernando Espino.
Entre 1989 y 1996 el sindicato del Metro recibió casi seis millones de pesos del Metro para construir un balneario en Yecapixtla, Morelos, y para una guardería. Hoy aseguran fuentes que el sindicato recibía apoyos por casi 20 millones de pesos anuales, que se han reducido a unos 12 millones de pesos. Hay muchas historias publicadas de cómo el sindicato tenía concesiones para los comedores de los trabajadores además de locales.
En una entrevista que le hice en 2013, publicada en El Universal, Fernando Espino me dijo:
“Los dos pinches locales se rentan, uno estuvo cerrado 30 años y no dijeron nada, y lo abres y dicen ‘ay cabrón, están haciendo negocio’, ‘ay, pinche líder cabrón se está llevando la millonada’. No chinguen, hombre, no chinguen. El dinero que nos dan (por la renta) es para formar técnicos al Metro gratuitamente y eso ningún sindicato lo hace. Tenemos este (del Metro Juanacatlán), otro en (Metro) Balbuena y otro más en Zaragoza que no usamos, lo tiene la empresa”.
En 1997 con la primera elección de jefe de Gobierno llegó el perredista Cuauhtémoc Cárdenas, al final de cuentas del mismo grupo político del hoy presidente López Obrador. Fernando Espino estaba acostumbrado al trato con los priistas, pero decidió parar las líneas 9 y B del Metro el 9 de agosto de 2002 por un choque con López Obrador. Fue la primera vez que ocurrió algo así en 33 años de existencia del Metro y de los cuales Espino llevaba 23 al frente del gremio.
El entonces jefe de gobierno de la Ciudad de México Andrés Manuel López Obrador no pudo con Fernando Espino. El entonces perredista afirmó que la Ciudad de México no sería rehén de intereses políticos o personales “por perversos o poderosos que sean”, y agregó que de nada servía el cambio “si siguen los charros y los caciques dominando y engordándose del presupuesto”.
Javier González Garza, un perredista norteño aficionado a la cacería y de carácter rudo, tampoco pudo con él en ese periodo con López Obrador como jefe de gobierno.
“En política, como en el box, mientras más te golpean, más te gusta”, me dijo hace 10 años Fernando Espino. “A un boxeador, cuando le empiezan a fallar las piernas, es el fin de su carrera”.
Con Mancera jugó a las vencidas con quien fuera su director del Metro, Joel Ortega, un auténtico peso pesado: había participado con Manuel Camacho en la disolución de la Ruta 100 del entonces Distrito Federal, hoy Ciudad de México, e incluso el ingeniero Ortega asesoró informalmente a Felipe Calderón para acabar con Luz y Fuerza del Centro.
¿Le fallan las piernas hoy a Fernando Espino a sus 73 años de edad? ¿Es Guillermo Calderón el personaje que sacará del atolladero al Metro de la Ciudad de México o que pueda acabar con un liderazgo de más de cuatro décadas?
Andrés Manuel López Obrador ha entrado en escena, pero su estrategia aún es difusa. Queda poco tiempo, menos de un año para hacer algo medianamente notorio que cambie la percepción. Mientras tanto, la oposición ya olió la sangre.
Punto y aparte. La relación entre Omar García Harfuch y Ninfa Salinas va viento en popa, aseguran, pese a versiones que hablan de una ruptura.
Punto final. ¿Quién es la integrante de una familia de súper millonarios a quien Morena quiere convencer de ser su candidata a la alcaldía en Benito Juárez en el 2024?