Los presidentes López Obrador de México, Biden de los Estados Unidos y Trudeau de Canadá se reunieron en la Ciudad de México en un encuentro que culminó con la “Declaración de Norteamérica” difundida el 10 de enero.
Este encuentro tuvo como antecedente la Cumbre de las Américas que tuvo lugar en enero de 2022 en Los Angeles, California. En aquella ocasión Estados Unidos decidió no invitar a los países que califica como “no democráticos” y López Obrador fue el primer presidente en anunciar que no acudiría a una cumbre que pese a su nombre no era incluyente de todos los países americanos. Envió en cambio al secretario de relaciones exteriores Marcelo Ebrard. Con ese gesto refutaba que Estados Unidos tenga la potestad de calificar y decidir sobre los sistemas de gobierno de otros países; lo que ha sido usualmente el primer paso, recordemos, para apoyar golpes y asonadas en varios países. A la posición de México se sumaron varios otros países y sobre aquel encuentro quedó impresa la marca del desaire.
Ahora, en el encuentro en la Ciudad de México, todos hicieron un buen esfuerzo por mostrarse amigables, abundaron las sonrisas y abrazos y se dejaron de lado algunos de los asuntos más controvertidos de la relación (digamos los temas energético y minero) y en otros se doró la píldora con declaraciones de buenas intenciones.
La Declaración de Norteamérica abunda en la vaguedad de las buenas intenciones, políticamente correctas, que son parte del continuo esfuerzo norteamericano por ubicarse en una posición de superioridad moral o, cuando menos de marcar el tono de lo que debe ser el comportamiento correcto. Es decir que el documento es más entendible como un mensaje dirigido a los públicos norteamericano y canadiense.
Aclaro que no estoy en contra del sentido ético del documento, pero sí me preocupan dos puntos; uno la unilateralidad de lo políticamente correcto y el hecho de que se plantea como un compromiso más que invita a la futura calificación norteamericana sobre lo bien o mal que se hace la tarea de parte de México. Es decir que hace un año México puso en duda la autoridad norteamericana para calificar a otros gobiernos y ahora pareciera someterse a su orientación ética.
La Declaración plantea como primer gran apartado el compromiso conjunto para proteger los derechos civiles, promover la justicia racial, procurar la igualdad de género, empoderar a las mujeres y niñas, expandir la protección a la diversidad sexual y construir una sociedad donde las mujeres indígenas y las niñas puedan vivir sin temor a la violencia.
Todo lo cual, insisto, está bien, pero si estos puntos entran en los acuerdos hay otros muchos que faltan, como disminuir los extremos de riqueza y pobreza y garantizar hogares dignos; atacar la cultura de las armas y prohibir las de alto poder para disminuir las masacres en escuelas e iglesias; acabar con la brutalidad policiaca contra las minorías raciales. Esto pensando en recomendaciones para los Estados Unidos; así que luego podríamos calificar si hicieron bien su tarea.
El segundo apartado de la declaración habla de medidas rápidas y coordinadas para enfrentar la crisis climática; reducir las emisiones de gases de invernadero, en particular metano; acelerar la transición hacia energías limpias; y proteger la biodiversidad en colaboración con los pueblos indígenas. Todas muy buenas intenciones que demandarían un esfuerzo particular del 5 por ciento de la población mundial, los norteamericanos, que generan el 28 por ciento de las emisiones de carbono. Es claro que el nivel de esfuerzo debe ser compatible con la magnitud de la contaminación de cada uno. Eso debió incluirse en la declaración.
Un tercer apartado nos habla de competitividad. Es el más importante y jugoso en su propuesta central: reforzar las cadenas de abasto regionales. No lo comento porque merece un artículo aparte; espero dedicarle mi siguiente entrega.
El cuarto apartado se refiere a la migración y el desarrollo. Indica que México, Estados Unidos y Canadá han recibido un numero récord de migrantes y refugiados y se comprometen a poner orden para una migración segura y mediante mecanismos regulados. Lo más relevante es que se habla de atender a las causas raíz y a los impactos de la migración irregular; en ese sentido los tres países se comprometen a apoyar a los países del hemisferio occidental para crear condiciones que eleven la calidad de vida de su población, sobre todo las comunidades marginadas.
Bien el discurso, pero la propuesta específica es promover practicas empresariales responsables; lo que no suena muy prometedor. Aquí me da la impresión de que le dieron el avión a López Obrador en su insistencia en que Estados Unidos se responsabilice de impulsar la economía y el bienestar de toda América Latina.
El quinto apartado se refiere a la salud: mejorar la prevención, preparación y agilidad para una respuesta rápida a futuras emergencias de salud. Habla de continuar los esfuerzos para construir mejores sistemas de salud en nuestros países. Suena bien; en particular para los Estados Unidos que tiene el sistema de salud más caro del mundo y aún así no cubre a la totalidad de la población y queda muy atrás de los sistemas de salud del resto de los países altamente desarrollados. Claro que aquí no nos haría mal una buena mejora de nuestro sistema de salud.
El sexto apartado de la declaración se refiere a reforzar la seguridad continental contra amenazas internas, regionales y globales siempre con respeto a los derechos humanos y el respeto a la ley. Indica además que al combatir los desastres naturales y de todo tipo hay que hacerlo con una perspectiva de género en favor de mujeres y niñas.
Lo que se refiere al control del flujo drogas es muy importante y es parte del esfuerzo conjunto que debemos realizar; también debería hablarse del control de la drogadicción que en los Estados Unidos causó 109 mil muertes por sobredosis en 2022. Hay que atacar el problema desde la oferta, pero también desde la demanda.
Eso en cuanto a seguridad frente a amenazas domésticas. En lo que se refiere a amenazas globales México debe tener mucho cuidado en que Estados Unidos nos arrastre a sus frecuentes y continuados conflictos internacionales. Habría que haber puntualizado de alguna manera que, a pesar de los acuerdos económicos, no somos aliados militares de los Estados Unidos y Canadá.